Call Us : +1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
ALIMENTO DIARIO
Cuando Simón Pedro vio esto, cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!» Y es que tanto él como todos sus compañeros estaban pasmados por la pesca que habían hecho. También estaban sorprendidos Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón: «No temas, que desde ahora serás pescador de hombres.»
(Lucas 5:8-10)
Lo mismo pasa con ustedes. Puesto que anhelan tener los dones espirituales,
procuren abundar en ellos para la edificación de la iglesia. (1 Corintios 14:12)
En el año que murió el rey Uzías, yo vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime. El borde de su manto cubría el templo. Dos serafines permanecían por encima de él… Uno de ellos clamaba al otro y le decía: «¡Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!»
Entonces dije yo: «¡Ay de mí! ¡Soy hombre muerto! ¡Mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos, aun cuando soy un hombre de labios impuros y habito en medio de un pueblo de labios también impuros!» Entonces uno de los serafines voló hacia mí. En su mano llevaba un carbón encendido, que había tomado del altar con unas tenazas. Con ese carbón tocó mi boca, y dijo: «Con este carbón he tocado tus labios, para remover tu culpa y perdonar tu pecado.» (Isaías 6:1-2a, 3, 5-7)
Tú, Señor, cumplirás en mí tus planes. (Salmo 138:8a)
Dios nos lo ha impuesto. Así que callemos y confiemos. Hundamos la cara en el polvo.
Tal vez aún haya esperanza. Demos la otra mejilla a quien nos hiera. ¡Cubrámonos de afrentas! El Señor no nos abandonará para siempre; nos aflige, pero en su gran bondad también nos compadece. No es la voluntad del Señor afligirnos ni entristecernos. Lamentaciones 3:28-33
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades se los llevaban, y él ponía sus manos sobre cada uno de ellos y los sanaba. También de muchos salían demonios, los cuales gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»… Al llegar el día, Jesús salió y se fue a un lugar apartado. La gente lo buscaba, y cuando lo encontraron intentaron retenerlo para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: «También es necesario que yo anuncie en otras ciudades las buenas noticias del reino de Dios, porque para esto he sido enviado.» Y siguió predicando en las sinagogas de esa región. Lucas 4:40-41a, 42-44
Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal resonante, o címbalo retumbante. 1 Corintios 13:1
Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca. Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.» Jeremías 1:9-10
Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza; tú me has dado seguridad desde mi juventud… No me deseches cuando llegue a la vejez; no me desampares cuando mis fuerzas se acaben. Salmo 71:5, 9
Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones. Cuando hable alguno, hágalo ciñéndose a las palabras de Dios; cuando alguno sirva, hágalo según el poder que Dios le haya dado, para que Dios sea glorificado en todo por medio de Jesucristo, de quien son la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 4:10-11