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ALIMENTO DIARIO
Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, lo mismo que a los malhechores, uno a la derecha de Jesús y otro a su izquierda… [Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»] Uno de los malhechores que estaban allí colgados lo insultaba y le decía: «Si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!» Pero el otro lo reprendió y le dijo: «¿Ni siquiera ahora, que sufres la misma condena, temes a Dios? Lo que nosotros ahora padecemos es justo, porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero éste no cometió ningún crimen.» Y a Jesús le dijo: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.» Lucas 23:33-34, 39-43
Detrás de Jesús iba una gran multitud del pueblo, y mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vienen días en que se dirá: ‘Dichosas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no amamantaron.’ Entonces comenzarán a pedir a los montes: ‘¡Caigan sobre nosotros!’ Y dirán a las colinas: ‘¡Cúbrannos por completo!’ Porque, si esto hacen con el árbol verde, ¡qué no harán con el árbol seco!» Lucas 23:27-31
Domingo de Ramos Conforme Jesús avanzaba, la multitud tendía sus mantos por el camino. Cuando se acercó a la bajada del monte de los Olivos, todo el conjunto de sus discípulos comenzó a gritar de alegría y a alabar a Dios por todas las maravillas que habían visto; y decían: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!» Algunos de los fariseos que iban entre la multitud le dijeron: «Maestro, ¡reprende a tus discípulos!» Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran, las piedras clamarían.» Lucas 19:36-40
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y alrededor de él reunieron a toda la compañía; luego lo desnudaron, le echaron encima un manto escarlata; sobre la cabeza le pusieron una corona tejida de espinas, y en la mano derecha le pusieron una caña; entonces se arrodillaron delante de él, y burlonamente le decían: «¡Salve, Rey de los judíos!» Además, le escupían y con una caña le golpeaban la cabeza. Mateo 27:27-30
Pilato volvió a entrar en el pretorio; llamó entonces a Jesús, y le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Jesús le respondió: «¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han puesto en mis manos. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Juan 18:33-36
Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió a éste, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús, pues hacía tiempo que deseaba verlo, ya que había oído hablar mucho acerca de él, y esperaba verlo hacer alguna señal. Pero aunque Herodes le hacía muchas preguntas, Jesús no respondía nada. También estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, los cuales lo acusaban con extremado apasionamiento. Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se burlaron de él, y lo vistieron con una ropa muy lujosa, después de lo cual Herodes lo envió de vuelta a Pilato. Lucas 23:7-11
Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos… Pero Jesús guardó silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo: «Te ordeno en el nombre del Dios viviente, que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Jesús le respondió: «Tú lo has dicho.»… El sumo sacerdote se rasgó entonces las vestiduras y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? ¡Ustedes acaban de oír su blasfemia! ¿Qué les parece?» Y ellos respondieron: «¡Que merece la muerte!» Entonces unos lo escupieron en el rostro, y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban y decían: «¡Profetízanos, Cristo; dinos quién te golpeó!» Mateo 26:57, 63-68
Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos. Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote, y entró y se sentó con los alguaciles, para ver cómo terminaba aquello. Mateo
26:57-58
Así que Judas tomó una compañía de soldados… fue allí con linternas, antorchas y armas. Pero Jesús, que sabía todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?» Le respondieron: «A Jesús nazareno.» Jesús les dijo: «Yo soy.» … Cuando les dijo: «Yo soy», ellos retrocedieron y cayeron por tierra. Él volvió a preguntarles: «¿A quién buscan?» Y ellos dijeron: «A Jesús nazareno.» Respondió Jesús: «Ya les he dicho que yo soy. Si es a mí a quien buscan, dejen que éstos se vayan.» Juan 18:3-8
Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy a orar.» Se llevó consigo a Pedro, Jacobo y Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse. Les dijo: «Siento en el alma una tristeza de muerte. Quédense aquí, y manténganse despiertos.» Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento. Decía: «¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Marcos 14:32-36