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ALIMENTO DIARIO
«Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad». 2 Timoteo 2:15
Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?» Marcos 4: 35-41
Porque él dice: «En el momento oportuno te escuché; en el día de salvación te ayudé». Y éste es el momento oportuno; éste es el día de salvación. No somos motivo de tropiezo para nadie, para que tampoco nadie hable mal de nuestro ministerio. Más bien, siempre damos muestras de que somos ministros de Dios, con mucha paciencia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias; en los azotes, en las cárceles, en los tumultos, en los trabajos, en los desvelos, en los ayunos; en la pureza, en el conocimiento, en la tolerancia, en la bondad, en el Espíritu Santo, en el amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios, con las armas justas, tanto para el ataque como para la defensa; recibiendo honra y deshonra, mala fama y buena fama; se nos considera mentirosos, pero somos veraces; desconocidos para unos, somos bien conocidos para otros; parecemos estar moribundos, pero seguimos con vida; se nos ve castigados, pero no muertos; parecemos estar tristes, pero siempre estamos gozosos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parecemos no tener nada, pero somos dueños de todo. 2 Corintios 6: 2-10
El Señor le respondió a Job desde el torbellino: «¿Quién se atreve a oscurecer mis designios con palabras carentes de sentido? Pórtate como hombre, y prepárate; yo te voy a preguntar, y tú me vas a responder. ¿Dónde estabas tú, cuando yo afirmé la tierra? Si en verdad sabes mucho, dímelo. Dime también, si lo sabes, ¿quién tomó sus medidas? ¿O quién la midió palmo a palmo? ¿Sobre qué están sentadas sus bases? ¿Quién puso su piedra angular mientras cantaban las estrellas del alba y los seres celestiales se regocijaban? Job 38: 1-7
¡Bendito sea el Señor, que no nos dejó caer en sus fauces! ¡Escapamos como escapa el ave de la red! ¡La red se abrió, y nosotros escapamos! Nuestra ayuda viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. Salmo 124: 6-8
El que viene del cielo, está por encima de todos. Juan 3: 31b
Jesús dijo también: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra: ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga; y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar.» Marcos 4:26-29
Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. Y por esto también suspiramos y anhelamos ser revestidos de nuestra casa celestial; ya que así se nos encontrará vestidos y no desnudos. Los que estamos en esta tienda, que es nuestro cuerpo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir. Por eso vivimos siempre confiados, pues sabemos que mientras estemos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque vivimos por la fe, no por la vista). Pero confiamos, y quisiéramos más bien ausentarnos del cuerpo y presentarnos ante el Señor. Pero ya sea que estemos ausentes o presentes, siempre procuramos agradar a Dios. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo. 2 Corintios 5: 1-10
Así dice el Señor Dios: «Yo también tomaré un renuevo de lo más alto de la copa del cedro y lo plantaré; arrancaré de la punta de sus renuevos uno tierno y lo plantaré en un monte alto y eminente. 23 En el alto monte de Israel lo plantaré; extenderá ramas y dará fruto, y llegará a ser un cedro majestuoso. Debajo de él anidarán toda clase de aves, a la sombra de sus ramas anidarán. 24 Y todos los árboles del campo sabrán que Yo soy el Señor; humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde; seco al árbol verde y hago reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, he hablado y lo haré». Ezequiel 17: 22-24 NBLA
Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos. Que, por el contrario, se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos: llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan. ¡En todo lo que hace, prospera. Salmo 1: 1-3