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ALIMENTO DIARIO
[Jesús dijo] «Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos». Juan 17:9-10
Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre y a quien yo les enviaré de parte del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio. … Pero les he dicho estas cosas para que, cuando llegue ese momento, se acuerden de que ya se lo había dicho. No les dije esto al principio, porque yo estaba con ustedes. Pero ahora vuelvo al que me envió; y ninguno de ustedes me pregunta: «¿A dónde vas?» Al contrario, por esto que les he dicho, su corazón se ha llenado de tristeza. Pero les digo la verdad: les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré. Juan 15:26-27, 16:4-7
Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse. En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas. Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua. Estaban atónitos y maravillados, y decían: «Fíjense: ¿acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestra lengua materna? … ¡y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!» Hechos 2:1-8, 11b
La mano del Señor vino y se posó sobre mí, y en el espíritu del Señor me llevó hasta un valle que estaba lleno de huesos, y me puso en medio de ese valle. Luego me hizo dar de vueltas y pasar cerca de los huesos, los cuales eran muchísimos y bastante secos, y estaban a flor de tierra. Y el Señor me preguntó: «Hijo de hombre, ¿cobrarán vida estos huesos?» Yo le contesté: «Señor y Dios, tú lo sabes.» Entonces el Señor me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, y diles: «Huesos secos, oigan la palabra del Señor. Esto es lo que Dios el Señor les dice: ‘Huesos, voy a hacer que entre en ustedes el espíritu, y ustedes volverán a vivir.’ Voy a poner tendones en ustedes, y volveré a cubrirlos de carne y de piel; pondré también el espíritu en ustedes, y volverán a vivir.» Así sabrán que yo soy el Señor.» Yo profeticé, tal y como se me ordenó, y mientras yo profetizaba hubo un ruido y un temblor, y los huesos se juntaron el uno con el otro. Me fijé, y vi que ya tenían tendones, y que se cubrían de carne, y que se iban revistiendo de piel. Pero aún no había en ellos espíritu. Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, profetiza al espíritu. Háblale y dile que así ha dicho Dios el Señor: «Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos, para que cobren vida.»» Yo profeticé, tal y como se me ordenó, y el espíritu entró en ellos y cobraron vida, y se pusieron de pie. Eran un ejército bastante numeroso. Ezequiel 37:1-10
Señor, tú me has examinado y me conoces; tú sabes cuando me siento o me levanto; ¡desde lejos sabes todo lo que pienso! Me vigilas cuando camino y cuando descanso; ¡estás enterado de todo lo que hago! Salmo 139: 1-3
[Daniel dijo] «Mi Dios envió a su ángel para que cerrara las fauces de los leones y no me hicieran daño. Y es que delante de Dios soy inocente, y aun delante de Su Majestad, pues no he cometido ningún mal.» Daniel 6:22
Y ya no estoy en el mundo; pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, cuídalos en tu nombre, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los cuidaba en tu nombre; a los que me diste, yo los cuidé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera. Pero ahora voy a ti; y hablo de esto en el mundo, para que mi gozo se cumpla en ellos mismos. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Tal como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Juan 17: 11-19
Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque éste es el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. 1 Juan 5: 9-12
[Pedro dijo] «Se hace necesario que, de aquellos que nos acompañaron todo el tiempo en que el Señor Jesús estuvo entre nosotros, desde que Juan bautizaba hasta el día en que el Señor subió al cielo, uno de ellos se nos una para ser testigo de su resurrección.» Entonces señalaron a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre «el Justo», y a Matías. Y en su oración dijeron: «Señor, tú conoces todos los corazones. Muéstranos a cuál de los dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de la que Judas cayó por su transgresión para irse a donde le correspondía.» Y lo echaron a la suerte, y ésta recayó en Matías. Y a partir de entonces fue contado entre los once apóstoles. Hechos 1: 21-26
Con los malvados no pasa lo mismo; ¡son como el tamo que se lleva el viento! Por eso los malvados y pecadores no tienen arte ni parte en el juicio ni en las reuniones de los justos. El Señor conoce el camino de los justos, pero la senda de los malos termina mal. Salmo 1:4-6