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ALIMENTO DIARIO
Cuando Jesús salió de la barca y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque parecían ovejas sin pastor, y comenzó entonces a enseñarles muchas cosas. El tiempo pasó y se hizo tarde, así que sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: … Despide a esta gente, para que vayan a los campos y aldeas cercanas, y compren algo de comer.» Jesús les respondió: «Denles ustedes de comer.» … «Tenemos cinco panes y dos pescados.» … Jesús tomó entonces los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente, y también repartió entre todos los dos pescados (Marcos 6:34-41).
Cuando llegó el día de reposo, [Jesús] comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados: «¿De dónde sabe éste todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros? ¿Acaso no es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Acaso no están sus hermanas aquí, entre nosotros?» Y les resultaba muy difícil entenderlo (Marcos 6:2-3).
Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias… Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.» Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad (Marcos 5:25,27-29).
Llegaron al otro lado del lago, a la región de los gerasenos, y en cuanto Jesús salió de la barca se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro … pero al ver a Jesús de lejos, corrió para arrodillarse delante de él (Marcos 5:1-2,6).
«¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma (Marcos 4:38b-39).
[Dijo Jesús:] … un sembrador salió a sembrar. Al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, y enseguida brotó, porque la tierra no era profunda, pero en cuanto salió el sol, se quemó y se secó, porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y brotó y creció y dio fruto, y rindió una cosecha de treinta y sesenta, y hasta de ciento por uno». (Marcos 4:3b-8).
Jesús entró en una casa, y de nuevo se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando sus familiares lo supieron, fueron para llevárselo, porque pensaban que estaba fuera de sí. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «A éste lo domina Beelzebú. Y expulsa a los demonios por el poder del príncipe de los demonios» (Marcos 3:20-22).
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar (Marcos 2:21-22 RVR1960).
Como no podían acercarse a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo donde estaba Jesús, hicieron una abertura, y por ahí bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Hijo, los pecados te son perdonados» (Marcos 2:4-5).