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ALIMENTO DIARIO
En realidad, nada gano con vanagloriarme. Sin embargo, ahora voy a hablar de las visiones y de las revelaciones del Señor… Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca. Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza. 2 Corintios 12: 1, 7-10
La voz me dijo: «Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, que voy a hablar contigo.» Tan pronto como me habló, el espíritu entró en mí y me hizo ponerme sobre mis pies, y oí que el que me hablaba me decía: «Hijo de hombre, voy a enviarte a los hijos de Israel, un pueblo rebelde. Hasta el día de hoy, tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí. Así que yo te envío a gente de rostro adusto y de corazón empedernido. Y les dirás: «Así ha dicho Dios el Señor.» Tal vez te harán caso. Pero si no lo hacen así, porque son gente rebelde, siempre sabrán que entre ellos hubo un profeta». Ezequiel 2: 1-5
Hacia ti, Señor, levanto mis ojos; hacia ti, que habitas en los cielos… Muéstranos tu bondad, Señor; ¡muéstranos tu bondad! ¡Ya estamos cansados de que nos desprecien! ¡Ya estamos cansados de tantas burlas por parte de quienes todo lo tienen! ¡Cansados de que los soberbios nos menosprecien! Salmo 123: 1, 3-4
(Jesús dijo) – «Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará». Lucas 10:42
Entonces vino Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga, y cuando lo vio, se arrojó a sus pies y le rogó con mucha insistencia: «¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida.» Jesús se fue con él, y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba. Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» Jesús le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.» Todavía estaba él hablando cuando de la casa del jefe de la sinagoga vinieron a decirle: «Ya no molestes al Maestro. Tu hija ha muerto.» Pero Jesús, que oyó lo que decían, le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas. Sólo debes creer.» La gente se burlaba de él, pero él ordenó que todos salieran. Tomó luego al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró adonde estaba la niña. Jesús la tomó de la mano, y le dijo: «¡Talita cumi!», es decir, «A ti, niña, te digo: ¡levántate!» Enseguida la niña, que tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Y la gente se quedó llena de asombro. Marcos 5: 22-25, 27, 30, 34-36, 40b-42a
Hermanos, también queremos contarles acerca de la gracia que Dios ha derramado sobre las iglesias de Macedonia, cuya generosidad se desbordó en gozo y en ricas ofrendas, a pesar de su profunda pobreza y de las grandes aflicciones por las que han estado pasando. Yo soy testigo de que ellos han ofrendado con espontaneidad, y de que lo han hecho en la medida de sus posibilidades, e incluso más allá de éstas. Insistentemente nos rogaron que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos, e hicieron más de lo que esperábamos, pues primeramente se entregaron al Señor, y luego a nosotros, por la voluntad de Dios. Por eso le rogamos a Tito completar la obra de gracia que ya había comenzado entre ustedes. Por lo tanto, ya que ustedes sobresalen en todo, es decir, en fe, en palabra, en conocimiento, en todo esmero, y en su amor por nosotros, sobresalgan también en este acto de amor. No es que les esté dando órdenes, sino que quiero ponderar la sinceridad del amor de ustedes en comparación con la dedicación de otros, pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos. 2 Corintios 8: 1-9
Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! «El Señor es mi porción», dice mi alma, «Por tanto en Él espero». Bueno es el Señor para los que en Él esperan, para el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor. Bueno es para el hombre llevar el yugo en su juventud. Que se siente solo y en silencio ya que Él se lo ha impuesto. Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza; que dé la mejilla al que lo hiere; que se sacie de oprobios. Porque el Señor no rechaza para siempre, antes bien, si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia. Porque Él no castiga por gusto ni aflige a los hijos de los hombres. Lamentaciones 3: 22-33 (NBLA)
Te alabo, Señor, porque me has salvado; porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí. Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y tú me sanaste; tú, Señor, me devolviste la vida; ¡me libraste de caer en el sepulcro! Salmo 30: 1-3
«Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad». 2 Timoteo 2:15
Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?» Marcos 4: 35-41