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ALIMENTO DIARIO
Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! «El Señor es mi porción», dice mi alma, «Por tanto en Él espero». Bueno es el Señor para los que en Él esperan, para el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor. Bueno es para el hombre llevar el yugo en su juventud. Que se siente solo y en silencio ya que Él se lo ha impuesto. Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza; que dé la mejilla al que lo hiere; que se sacie de oprobios. Porque el Señor no rechaza para siempre, antes bien, si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia. Porque Él no castiga por gusto ni aflige a los hijos de los hombres. Lamentaciones 3: 22-33 (NBLA)
Te alabo, Señor, porque me has salvado; porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí. Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y tú me sanaste; tú, Señor, me devolviste la vida; ¡me libraste de caer en el sepulcro! Salmo 30: 1-3
«Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad». 2 Timoteo 2:15
Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?» Marcos 4: 35-41
Porque él dice: «En el momento oportuno te escuché; en el día de salvación te ayudé». Y éste es el momento oportuno; éste es el día de salvación. No somos motivo de tropiezo para nadie, para que tampoco nadie hable mal de nuestro ministerio. Más bien, siempre damos muestras de que somos ministros de Dios, con mucha paciencia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias; en los azotes, en las cárceles, en los tumultos, en los trabajos, en los desvelos, en los ayunos; en la pureza, en el conocimiento, en la tolerancia, en la bondad, en el Espíritu Santo, en el amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios, con las armas justas, tanto para el ataque como para la defensa; recibiendo honra y deshonra, mala fama y buena fama; se nos considera mentirosos, pero somos veraces; desconocidos para unos, somos bien conocidos para otros; parecemos estar moribundos, pero seguimos con vida; se nos ve castigados, pero no muertos; parecemos estar tristes, pero siempre estamos gozosos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parecemos no tener nada, pero somos dueños de todo. 2 Corintios 6: 2-10
El Señor le respondió a Job desde el torbellino: «¿Quién se atreve a oscurecer mis designios con palabras carentes de sentido? Pórtate como hombre, y prepárate; yo te voy a preguntar, y tú me vas a responder. ¿Dónde estabas tú, cuando yo afirmé la tierra? Si en verdad sabes mucho, dímelo. Dime también, si lo sabes, ¿quién tomó sus medidas? ¿O quién la midió palmo a palmo? ¿Sobre qué están sentadas sus bases? ¿Quién puso su piedra angular mientras cantaban las estrellas del alba y los seres celestiales se regocijaban? Job 38: 1-7
¡Bendito sea el Señor, que no nos dejó caer en sus fauces! ¡Escapamos como escapa el ave de la red! ¡La red se abrió, y nosotros escapamos! Nuestra ayuda viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. Salmo 124: 6-8
El que viene del cielo, está por encima de todos. Juan 3: 31b
Jesús dijo también: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra: ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga; y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar.» Marcos 4:26-29
Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. Y por esto también suspiramos y anhelamos ser revestidos de nuestra casa celestial; ya que así se nos encontrará vestidos y no desnudos. Los que estamos en esta tienda, que es nuestro cuerpo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir. Por eso vivimos siempre confiados, pues sabemos que mientras estemos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque vivimos por la fe, no por la vista). Pero confiamos, y quisiéramos más bien ausentarnos del cuerpo y presentarnos ante el Señor. Pero ya sea que estemos ausentes o presentes, siempre procuramos agradar a Dios. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo. 2 Corintios 5: 1-10