PARA EL CAMINO

  • Espiritualidad a la manera de Jesús

  • junio 8, 2025
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 14:23—31
    Juan 14, Sermons: 6

  • Comenzamos orando una famosa plegaria que quizás muchos de ustedes han escuchado alguna vez. Digamos juntos: “Ven, Espíritu Santo, enciende nuestros corazones con el fuego de tu amor. Amén”.

    Hace unos pocos años, una encuesta realizada en los Estados Unidos por el Centro de Investigaciones Pew reveló que siete de cada diez norteamericanos se identifican como seres —de alguna manera— espirituales. Para ellos, la espiritualidad tiene gran relevancia en sus vidas. La mayoría de los encuestados cree además que todos los seres humanos tenemos cuerpo físico y también espíritu y/o un alma.

    Un dato curioso en este estudio es que un grupo importante de los encuestados, más del 22%, dijo que se consideran personas “espirituales, pero no religiosas”. Una definición que he notado cada vez más común, no solo en Estados Unidos, sino en otras partes del mundo. La gente de nuestros días pareciera querer dejar atrás las religiones organizadas, y muchos creyentes apuntan a un cristianismo sin etiquetas, corriendo el riesgo de caer en un cristianismo a la manera de cada quién, y no a la manera de Jesús, o quizás una espiritualidad humana, sin el núcleo central de toda espiritualidad que es precisamente el Espíritu de Dios.

    No debemos sorprendernos. Vivimos en días en los que frecuentemente tomamos leche sin lactosa, café sin cafeína, y ya hemos comido hamburguesas de carne sin nada de carne. ¡Cuidado! ¡No estoy criticando a nadie! Es solo que, con todas estas alternativas que nos ofrece el mundo de hoy, no es descabellado que algunos quieran plantear una espiritualidad sin el Espíritu Santo como protagonista.

    Y es precisamente este el punto al que quisiera llegar en esta semana tan especial del Pentecostés: Por gracia de Dios, los creyentes recibimos al Espíritu Santo para que podamos creerle a Jesús, amarle, seguirle y obedecerle. Así comienza el texto de hoy: “El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir” (v.23).

    Estoy seguro de que, si te pregunto ahora mismo qué tanto amas a Jesús o si lo amas o no, me responderás cosas como: ¡Mucho! . . . ¡Claro que sí! . . . ¡Por supuesto! . . . o al menos un “Creo que sí”.

    Sin embargo, qué dice Jesús aquí: “El que me ama, obedecerá mi palabra…

    ¿Qué pasa si te pregunto ahora qué tanto estás obedeciendo a Jesús en tu vida?

    Quizás hasta la persona más “espiritual” lo pensará un par de veces antes de contestar.

    Obediencia. Qué palabra tan difícil de aprender, tanto para niños como para adultos.

    Si nos vamos al jardín del Edén, al principio de todas las cosas, al relato de la Creación, el único mandamiento de Dios fue muy claro y sencillo: “Y Dios el Señor dio al hombre la siguiente orden: ‘Puedes comer de todo árbol del huerto, pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comas de él ciertamente morirás’” (Génesis 2:16-17).

    Una sola orden. Solo una. El final de la historia ya lo sabemos.

    La primera pareja humana no pudo cumplirla, desobedeció, y entonces comió del mencionado árbol, y el pecado y la muerte entraron de una vez y para siempre al mundo, arruinando no solo la creación sino nuestra relación con Dios.

    Luego, muchísimos años más tarde, vinieron Moisés y los famosos diez mandamientos que quizás muchos recordarán… solo diez reglas…

    ¿Podemos cumplir perfectamente siquiera uno de estos mandatos en nuestra vida?

    ¿Amamos a Dios sobre todas las cosas? ¿Vamos a la iglesia todos los domingos de nuestra vida? ¿Jamás mentimos? ¿Jamás nos enojamos contra algún prójimo?

    Por ello te pregunto: ¿Amamos tanto a Jesús que obedecemos su palabra?

    Como ves, la obediencia a la palabra de Jesús es la primera marca de toda persona que verdaderamente le cree, le ama, y le sigue.

    Pero si miramos nuestras vidas, creo que será más fácil y conveniente convertirnos en seres espirituales a nuestra forma, o al modo del mundo, que a la manera de Jesús.

    Gracias a Dios este mensaje no termina aquí.

    Jesús continuó diciendo: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho” (v.25-26).

    Jesús les habla aquí a sus discípulos en lo que expertos bíblicos llaman el Discurso de Despedida. El Señor, en su último encuentro con sus discípulos antes de tomar el camino de la cruz y del calvario, usó aquella Última Cena o aquella última fiesta pascual que Juan narra muy bien en los capítulos 14 al 17 de su Evangelio, y así prepararlos para lo que les vendría cuando Él ya no estuviera.

    En pocas horas, estos discípulos verían a Jesús siendo juzgado, condenado, brutalmente agredido, y finalmente muriendo en la más terrible de las formas de morir que había en aquellos días: una cruz.

    Ellos no tenían idea de la dimensión de lo que verían con sus propios ojos. Ellos no entendían el plan de Dios ni por qué Jesús tendría que hacer las cosas de esta manera. Ellos hubieran preferido otra forma, quizás algo más fácil. Estoy seguro de que los discípulos hubieran preferido un sacrificio a la manera de ellos, y no a la manera de Dios… así como hoy muchos quisieran una espiritualidad más a nuestra manera, que a la manera de Jesús.

    Por lo tanto, Jesús sabía que sus más fieles amigos no estaban preparados para sentirse solos, y es que esta soledad total nunca fue parte del plan de Dios.

    Es por lo que el mensaje tampoco acaba aquí sino con la promesa que hoy celebramos:
    …el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho” (v.26).

    Cuando estén tristes y se sientan solos, el Espíritu vendrá a darles consuelo… cuando estén desorientados, sin saber qué hacer, el Espíritu vendrá a enseñarles todas las cosas… cuando sientan que no hay esperanza, que todo es pecado y muerte a su alrededor, y que el mundo se les acaba, el Espíritu vendrá a recordarles las promesas de Cristo.

    El Espíritu Santo es la promesa de Dios para nosotros los pecadores, aquellos que no podemos obedecer perfectamente la palabra de Jesús, pero que hemos sido abrazados por la gracia infinita de un Padre amoroso, y de un Hijo que se sacrificó por nosotros, y que por medio y junto al Espíritu Santo, nos llaman a la fe y a pertenecer a la familia de Dios.

    Y si tenemos al Espíritu, ¿por qué seguimos desobedeciendo y nuestro mundo sigue siendo tan complicado?

    No. No podrás obedecer perfectamente a Jesús con tus propias fuerzas. Tampoco puedes amarle por sobre todas las cosas, aunque yo sé que quisieras. También sé que la vida en este mundo no es fácil, que dejar de pecar es quizás tu reto más difícil, y que cuando miras a tu alrededor solo ves el daño que causa el pecado en tu mundo. Por eso hay guerras, por eso hay enfermedades, por eso la gente muere.

    Eso lo sé, y también Dios lo sabe.

    Por eso ayer, hoy y siempre, Él sigue enviando a Su Espíritu Santo, para que nosotros seamos consolados, aprendamos la Palabra, y recordemos todas las promesas que en Jesús encontramos.

    Dice San Pablo a los Efesios que “…también ustedes, luego de haber oído la palabra de verdad, que es el evangelio que los lleva a la salvación, y luego de haber creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13). El mismo Pablo les escribía también a los creyentes en Tesalónica que esta verdad no solo llegó en palabras, sino también “en el poder del Espíritu Santo y con plena convicción” (1 Tes. 1:5).

    La celebración del día del Pentecostés es para los cristianos en todo el mundo la fiesta de la llegada del Espíritu Santo a la Iglesia. Es quizás uno de los domingos más especiales del calendario litúrgico, y en donde podríamos decir que se abre oficialmente el tiempo ordinario en las congregaciones cristianas. En todo caso, la fecha siempre tiene un gran protagonista: El Espíritu Santo, la tercera persona de la Santa Trinidad, y quien nos lleva a creer, amar, y seguir a Jesús.

    El reformador alemán Martín Lutero lo deja claro en su Catecismo, cuando habla del Espíritu Santo. Dice: “Creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me ha santificado y conservado en la verdadera fe, del mismo modo como él llama, congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad en la tierra…” (Catecismo Menor del Dr. Martín Lutero. Credo Apostólico, Artículo III).

    Cuando recibes la Palabra de Dios, el Espíritu viene a tu imperfecto corazón a obrar fe para que le creas a Cristo, lo ames, y le sigas. En el Bautismo no solo recibimos perdón, vida eterna, y salvación, sino la presencia verdadera y constante del Espíritu Santo en nuestras vidas.

    Lutero lo describe de una forma maravillosa cuando nos dice que “la cristiandad tiene la promesa de la presencia permanente del Espíritu Santo en medio de ella, y que el Espíritu nos enseñará todas las cosas, y nos recordará las palabras de Cristo hasta el último día…” (Obras Seleccionadas de Martín Lutero, 11,200).

    El Espíritu Santo nos hace seres espirituales a la manera de Jesús, pues por medio de Él, Dios ya no ve nuestra desobediencia, sino la obediencia de Cristo en la Cruz, y además no verá tampoco nuestra imperfección, sino la perfección de Jesús.

    De eso se trata la espiritualidad cristiana. En recibir el Espíritu Santo por la gracia de Dios, y por medio de Él creer en Jesús y en el perdón que Él trae, amarle con nuestras palabras y acciones por los demás, y seguirle.

    Éste fue el Espíritu Santo que los primeros cristianos en Jerusalén recibieron en la fiesta del Pentecostés, y éste es el Espíritu que viene a ti en esta palabra, o por medio de tu bautismo… el Espíritu es quien nos santifica para que hagamos buenas obras… y quien también nos congrega en nuestras comunidades de fe para que seamos la Iglesia de Cristo en la tierra, y recibir en ella a Dios y sus dones.

    Quiero que sepas que este mensaje tampoco termina aquí, pero quiero cerrar con una última idea.

    Permite que te diga una vez más esta promesa que también es para ti:

    …el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho” (v.26).

    Escribe en uno de sus libros el Profesor Leopoldo Sánchez, uno de nuestros predicadores de Para El Camino, que nuestra vida en el Espíritu consiste también en “negarse a sí mismo para darle espacio al prójimo que nos necesita, que Dios ha puesto en nuestro camino para servirle con el evangelio de Cristo y las buenas obras que de éste fluyen”.

    Mis queridos amigos de Cristo para Todas las Naciones y Para El Camino, ser verdaderamente espirituales nada tiene que ver con encontrarnos con nosotros mismos, con nuestro espíritu interior, o con una conexión mística entre nuestra alma, nuestra mente, y nuestro cuerpo.

    Ser verdaderamente espirituales es Dios mismo dándonos Su Espíritu, para que entremos en comunión con Él y los unos con los otros en la Iglesia; es el Espíritu mostrándonos nuestros pecados, obrando en nosotros arrepentimiento, y llevándonos a la obra redentora de Jesús. Ser verdaderamente espirituales es creerle a Jesús, amarle, seguirle, y permíteme que agregue algo más… es compartirlo con otros a través de un amor que se hace evidente en palabras y acciones. De esta manera, el Espíritu morará en nuestras vidas, hasta aquel día maravilloso en el que nos encontremos cara a cara con Dios en Su Reino, y allí recibamos con gozo la vida eterna que Jesús ha conseguido para nosotros. En el nombre del Padre, del Hijo, y sí, del Espíritu Santo. Amén.

    Por favor, recuerda estimado y estimada oyente que, si te ha gustado este mensaje, te invito a compartirlo con otros. Estoy seguro de que muchos a tu alrededor necesitan escuchar del amor y el poder de Dios. Para conocer más de Jesús y de la salvación que Él trae a nuestras vidas, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí en Cristo Para Todas las Naciones. ¡Tengan ustedes una feliz semana!