PARA EL CAMINO

  • El efecto Cristo

  • diciembre 7, 2025
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Romanos 15:4-13
    Romanos 15, Sermones: 1

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.

    Como introducción, y para ponernos en el contexto de la congregación cristiana en Roma, les voy a hablar hoy de una situación cualquiera. Una de esas situaciones que ocurren en todas las culturas, en todos los países, en todos los gobiernos, en todas las iglesias y en todas las familias en todo tiempo. Sucedió ayer y hace mil años, y también hace cuatro mil años, y sin duda, mientras la noche dé lugar al día en cualquier lugar del mundo, seguirá sucediendo.

    ¿Sabes de qué estoy hablando? Estoy hablando de una situación en la que tú estás involucrado, y en la que yo estoy enredado; una situación en la que estuvieron nuestros padres y nuestros abuelos, y San Pablo, y Moisés, y Abrahán, y Adán y Eva.

    El apóstol Pablo relata, lejos de nuestro tiempo y distante de nuestros lugares, una de esas situaciones cualquiera, pero que tiene consecuencias eternas, y que a pesar de que ocurrió hace veinte siglos nos sigue afectando a nosotros hoy. ¿Qué es lo que pasaba en la iglesia de Roma? Había un grupo muy importante de judíos que habían sido llamados por el evangelio a la fe cristiana. Había también un buen número de gentiles que fueron convertidos por el Espíritu Santo. Ambos grupos adoraban a Cristo, pero algunos insistían en que, en la nueva vida cristiana, se debían seguir ciertas costumbres y tradiciones, mientras que otros discutían que no eran necesarias. Por lo tanto, los diferentes grupos étnicos y las diferentes culturas y los diferentes trasfondos religiosos provocaban algunas fricciones que desestabilizaban la unidad de la iglesia.

    El apóstol Pablo los llama “los débiles y los fuertes”, y anima a los que se consideran más fuertes en la fe a aceptar a los que en realidad son algo débiles. Las consciencias de estos creyentes todavía estaban adaptándose a los cambios que producía el crecimiento en la fe. En pocas palabras, San Pablo los llama a aceptarse mutuamente, así como son. Para esto, el apóstol introduce el efecto Cristo. Cristo les salió al encuentro; Cristo les cambió el mundo; Cristo les dio un nuevo rumbo.

    Entre las disensiones y controversias que desaniman y confunden, Pablo llama a los cristianos de Roma a pensar en todas las cosas que se escribieron en las Escrituras. Aquí tenemos que incluirnos nosotros hoy. Venimos de culturas diferentes y tenemos diferentes trasfondos religiosos, somos de diferentes etnias y algunos pueden considerarse fuertes, más valiosos por toda su historia, y otros son más tímidos espiritualmente porque todavía no absorbieron la profundidad del Evangelio. A nosotros Pablo nos escribe y nos dice: “Las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la paciencia y la consolación de las Escrituras.” ¿Qué fue escrito antes? ¡Todo el Antiguo Testamento! La historia del pueblo de Dios, sus andanzas por Egipto y el desierto, su llegada a la Tierra Prometida, su esclavitud en Babilonia. Estas son historias, entre las muchas que se describen en la Escritura, que nos enseñan sobre el celo, el poder, y el amor de Dios. Un ejemplo rotundo lo tenemos en lo que explica Pablo a los corintios, escribe: “La mayoría de ellos [del pueblo de Dios] no agradó a Dios, y por eso quedaron tendidos en el desierto. Pero todo esto sucedió como un ejemplo para nosotros” (1 Corintios 10:5-6a).

    Volviendo a nuestro texto en Romanos, veamos cómo, a continuación, San Pablo nos ofrece esta bendición: “Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús.” Esta frase: “según Cristo Jesús”, resume todo lo que fue escrito sobre Cristo. Esto incluye todo el Antiguo Testamento que anticipó con minucioso detalle su arribo en Belén, naciendo milagrosamente de una virgen. En los Evangelios tenemos todo lo que se escribió sobre Cristo Jesús y lo que él hizo por nosotros. Él fue el ejemplo perfecto de aceptación y paciencia, y amor por los demás. Cristo, el gran Dios, santo inmaculado y glorioso se dejó burlar por los que se creían los “fuertes”, quienes lo despreciaron, y criticaron y persiguieron y quienes finalmente lo crucificaron y mataron. Todo esto fue escrito para nuestra bendición, para aprender paciencia y aceptación, y para entender el gran amor de Dios que entregó a su Hijo único para ocupar nuestro lugar en el sufrimiento y perdonar nuestros pecados.

    Todo eso hizo Cristo Jesús por la humanidad. Nada para Él mismo, todo para los demás, para ti y para mí, quienes necesitábamos ser rescatados de nuestra miseria pecaminosa que nos conducía irremediablemente a la separación eterna de Dios.

    Está escrito, también, que la muerte no pudo retener a Cristo en la tumba. Está escrito y refrendado por muchos testigos de que Jesucristo resucitó, se levantó victorioso de los muertos y se mostró a sus seguidores, a más de quinientos a la vez en una oportunidad. Esta verdad es la que nos da paciencia y consolación y nos afirma en la esperanza de nuestra propia resurrección y vida eterna con Dios.

    Liberados de la esclavitud al pecado el Espíritu Santo nos moviliza a responder con una vida digna del Evangelio de Cristo. El propósito de esta nueva vida es “para que todos juntos y a una sola voz glorifiquemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Fuertes y débiles, sin que importe nuestra raza ni nuestra cultura ni nuestro trasfondo. Tenemos una sola meta común: que “glorifiquemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.

    El versículo 7 del texto que estudiamos hoy nos pone de lleno en “el efecto Cristo”. Dice así: “Por tanto, recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios”. Cristo nos recibió como éramos. Él nos aceptó como estábamos, en nuestra más triste situación de vernos perdidos y sin esperanza, y caminando en el sentido opuesto a Dios.

    Nuevamente voy a hacer referencia a estas tres frases: Cristo nos salió al encuentro. Cristo nos cambió el mundo. Cristo nos dio un nuevo rumbo. Este es el efecto Cristo que nos permite, mediante el poder y la guía del Espíritu Santo, aceptar a las otras personas, recibirlas como hermanos y hermanas, como coherederos en Cristo de la vida eterna. Cuando consideramos el nuevo rumbo en Cristo, el nuevo mundo en Cristo y que Él mismo, como Hijo de Dios nos salió al encuentro, veremos qué poca, o ninguna importancia tiene el crear disensiones y discusiones y molestias en la iglesia. Lo que hizo Cristo lo hizo para nuestra paciencia y consolación. Es en la paciencia y en la mutua consolación que crece nuestra esperanza.

    No tengo dudas de que entre los que escuchan o leen este mensaje hay quienes ya viven con gozo y ánimo el efecto Cristo. Sus vidas han cambiado, tienen esperanza, un nuevo rumbo marcado por Cristo para aceptar a todos, un nuevo rumbo que les mueve a consolar a la familia y a la familia de la fe, y a crecer en amor por el prójimo que todavía no conoció a Cristo.

    Sé también que hay algunos que están leyendo o escuchando este mensaje que tienen una angustia que los sofoca. No hace falta entrar en detalles, la vida de este lado del cielo está cargada de desilusiones, traiciones, muertes repentinas, frustraciones y aun desamparo y una esperanza muy nublada por las lágrimas o por nubes de preocupación que cada vez se sienten más pesadas. Para ustedes, Cristo está disponible hoy. El Cristo del cual escribieron los profetas del Antiguo Testamento y del que testificaron por escrito los evangelistas y apóstoles. Todo, absolutamente todo lo que se escribió en el libro sagrado es para nuestro conocimiento, advertencia, o como expresa San Pablo en nuestro texto: “Las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la paciencia y la consolación de las Escrituras”.

    San Pablo finaliza el mensaje de hoy con esta bendición: “¡Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo!” En esta bendición sobresalen algunos términos muy familiares en el ámbito cristiano, y que se hacen mucho más notorios en la época de Adviento. Al menos tres de los cuatro temas de adviento encontramos aquí: Esperanza, gozo, y paz.

    En este segundo domingo de Adviento, nos concentramos en la palabra paz. Me animo a decir que la paz es el resumen en una sola pequeña palabra del efecto Cristo. Él vino a poner en paz a los hombres. En pocos días recordaremos la alabanza de los ángeles a las afueras de Belén: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor!” (Lucas 2:14).

    Es nuevamente el apóstol Pablo quien nos anima con el efecto Cristo, esta vez mediante las palabras que escribió a los filipenses: “Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense! Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).

    La paz que viene de Dios, que nadie puede entender, nos cambia la vida. En nuestro mundo de angustias y tristezas, de pecado y desuniones, de peleas constantes y de mentiras que llevan por mal camino, la paz de Dios hace posible que mantengamos nuestra cordura, nuestra esperanza, y nuestra alegría. La paz que el Señor Jesús sopló sobre Sus discípulos es Su regalo para nosotros en esta época de Adviento y siempre, hasta que la paz eterna disipe para siempre los conflictos terrenales.

    Es mi oración, estimado oyente, que este mensaje te anime a leer nuevamente las Escrituras para que puedas descubrir o redescubrir cómo todo, acerca de Cristo, ha sido escrito para nuestra enseñanza, para traernos esperanza, paz, gozo, y amor. Te aliento también a que, si tienes oportunidad, participes de la reunión semanal de todos los creyentes para escuchar la palabra de Dios y celebrar la Santa Comunión. Y si quieres más información sobre la obra de Cristo por ti, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.