PARA EL CAMINO

  • Cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvados

  • mayo 18, 2025
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Hechos 11:11-18

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.

    El Evangelio de Cristo no es selectivo. Estamos tan acostumbrados a elegir, a seleccionar con cuidado cada cosa que necesitamos o queremos en la vida que lo hacemos prácticamente sin darnos cuenta. Seleccionamos quiénes son nuestros amigos. Dejamos entrar a nuestro círculo a algunos y dejamos a otros afuera. Aún en la iglesia vemos esos movimientos selectivos, no solo hoy sino en toda la historia del cristianismo. ¿Dónde habremos aprendido esa conducta? Eso ya viene con nosotros desde el momento en que Adán y Eva hicieron la drástica y fatal elección de descartar a Dios y elevarse ellos mismos como lo más alto del universo. El pecado nos lleva a ser selectivos. Pero el Evangelio no lo es. Creo que esta afirmación nos golpea en el corazón, como le golpeó al apóstol Pedro la frase: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames común” (Hechos 10:15). Tenemos que ver lo que sucedió en los primeros días de la Iglesia para entender de qué se trata esto de que nosotros somos selectivos pero el Evangelio no lo es.

    En el capítulo 10 de Hechos se nos cuenta que el apóstol Pedro estaba en Jope, una ciudad costera sobre el Mediterráneo, descansando en una terraza, y tuvo una visión. Bajaba un gran lienzo del cielo que albergaba animales impuros. Los judíos no debían comer animales impuros según sus leyes ceremoniales. Dios le ordena a Pedro matar y comer de ellos. Pedro se niega. Esa visión la tuvo el apóstol tres veces. Al final, Dios le dice: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames común”. Con esta declaración Dios estaba preparando a Pedro para la gran aventura evangelística de los próximos días: Dios no hace distinción de personas, Dios no considera a algunas personas puras y a otras impuras. Pedro debía haber conocido la ley divina escrita en el Antiguo Testamento. Baste como ejemplo estos versículos bíblicos: En Deuteronomio 10:17, 19 dice, “El Señor su Dios es Dios de dioses y Señor de señores; es Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas… Así que ustedes deben amar a los extranjeros, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto”. Y en 2 Crónicas 19:7 dice, “Con el Señor, nuestro Dios, no hay injusticia, ni acepción de personas”.

    Mientras tanto, a un día de caminata, en otra ciudad costera está Cornelio, un centurión romano que seguía la religión judía. Era uno de esos que podía llegar hasta el templo de Jerusalén y ubicarse en el patio de los gentiles. Era temeroso de Dios, pero no tenía la fe que lleva a la salvación. Él también tuvo una visión. Un ángel enviado por Dios lo visita y le indica que invite a Pedro a su casa. Y aquí tenemos esta maravillosa declaración de Dios: El ángel le dice a Cornelio: “Envía algunos de tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro. Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvados”. ¿No es extraordinario? Dios usará a Pedro para explicarle el Evangelio a Cornelio. Qué interesante que Dios envió a un ángel para notificar a Cornelio sobre Pedro. ¿Por qué no le habló el ángel a Cornelio sobre Jesucristo, ya que estaba ahí? Dios se podía haber ahorrado un trámite.

    Pero Dios no usa ángeles para proclamar la salvación. Su plan de expansión de la iglesia solo incluye personas humanas. Solo incluye personas de todas las etnias que han sido lavadas por la sangre de Cristo. Según el evangelista Lucas, esta es la primera vez que el Evangelio de Cristo es traído a la vida de los no judíos. Dios está aquí abriendo una puerta que no se cerró nunca y que no se cerrará hasta el Día Final. El Evangelio no es selectivo. En su amor, Dios tiene compasión de todas las personas, no importa su raza ni su trasfondo cultural ni su vida pecaminosa. Justamente, porque todos somos personas pecaminosas es que el Evangelio se aplica a todos sin excepción.

    Cuando Pedro llega a la casa de Cornelio, observó que se había juntado bastante gente, porque Cornelio había llamado a sus parientes y a sus amigos íntimos. San Lucas nos explica que Cornelio y los que estaban con él sabían lo que había sucedido en Jerusalén algunas semanas antes. Estaban bien informados de la vida y muerte en la cruz de Jesús de Nazaret. Sin embargo, no entendían el significado redentor de la muerte de Jesús. Y esto es lo que hace Pedro: les explica por qué fue necesario que Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios tenía que morir y resucitar. Mientras Pedro les predicaba, el Espíritu Santo bajó sobre los que escuchaban y les convirtió el corazón. Aquí hubo algo así como dos tipos de conversiones. Los gentiles fueron convertidos por el Espíritu Santo para recibir los beneficios de la muerte y resurrección de Cristo, y a Pedro se le abrió el entendimiento para reconocer de que Dios quiere salvar a todas las personas del mundo sin distinción alguna, y con eso en la mente y el corazón los hizo bautizar a todos en el nombre de Jesús.

    Ahora el apóstol Pedro está en Jerusalén, explicándoles a los enojados judíos porqué él fue y se metió en la casa de un gentil. Y aquí viene un tercer milagro divino: los judíos cristianos de Jerusalén tuvieron una epifanía. Mientras Pedro les explicaba lo que había sucedido en la casa de Cornelio, los judíos cristianos de Jerusalén reconocieron que Dios enviaba el Espíritu Santo a los gentiles. Aunque no vieron los cielos abiertos, vieron las puertas que Dios le abría a la comunidad creyente para llevar el Evangelio de la gracia de Dios en Cristo a todas las personas del mundo sin excepción.

    El mensaje del ángel a Cornelio sigue repercutiendo en nuestros oídos: Llama a Pedro, “Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvados”. En nuestra sociedad, entre nosotros, entre nuestra familia y amistades hay seguramente quienes conocen la historia de la muerte y resurrección de Jesús. Hay países que se llaman cristianos, pero en los cuales la mayoría de sus habitantes no viven como tales. Vemos eso a diario. Muy cerca de nosotros vemos a amigos que se desesperan ante situaciones difíciles, que culpan a Dios por sus desdichas, que, en definitiva, a pesar de conocer la historia de Jesús no conocen el Evangelio. Es a ellos a quienes Dios nos llama a contarles el significado redentor de la muerte de Jesús en la Cruz. Es solo por medio del Espíritu Santo que alguien puede ver que Jesús está en la Cruz en su lugar.

    Es posible que algunas veces nosotros dudemos del poder y del amor de Dios. El pecado que en un principio destruyó nuestra relación con Dios sigue insistiendo en su ataque a nuestra fe. Cuánta falta nos hace volver a escuchar la predicación evangélica. Cuán necesario es que leamos nuevamente el testimonio bíblico que nos reafirma en la voluntad de Dios de querer salvarnos a nosotros y a todos los que nos rodean. La ley de Dios nos hace a todos iguales. Ni los ricos ni los nobles ni los más inteligentes tienen algún privilegio. Dios dice: “Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Es por esa verdad bíblica que el Evangelio no es selectivo.

    Claramente San Juan dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Creo que habrás escuchado, estimado oyente, este pasaje más de una vez. Es, posiblemente, el favorito de muchos cristianos. Esta verdad expresada en el Evangelio de Juan es la que le fue revelada a Pedro durante las tres visiones que tuvo en la terraza en la ciudad de Jope. Esta verdad acerca del amor de Dios fue la que Pedro le presentó a Cornelio y a todos los que estaban con él. Esa verdad, que trajo el Espíritu Santo y la fe, fue sellada con el Bautismo en el nombre de Jesús. Una nueva congregación de creyentes se formó en Cesarea del Mar. Esta historia fue un paso más en la expansión de la Iglesia, y desde entonces, la Iglesia no ha dejado de dar pasos. Ella sigue caminando de la mano de Jesús y motivada y fortalecida con el Espíritu Santo. Así es como nos alcanzó a nosotros, los que fuimos bautizados para perdón de nuestros pecados.

    Estimado oyente, desconozco tu trasfondo histórico espiritual, tu camino de fe, pero me atrevo a sugerir que este pasaje es un fuerte llamado de Dios para ti. Sé, plenamente, que lo es para mí. Aunque tú y yo tal vez nunca nos encontremos en esta vida, nos podemos encontrar aquí, en este espacio espiritual, en medio de la Palabra de Dios que reúne a todos los creyentes. Somos algo así como una congregación virtual, pero nuestro Dios, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, no es virtual. Es absolutamente real, y de la misma forma en que convirtió a Pedro, y a Cornelio, y a nosotros, puede convertir a aquellas personas a las que nosotros les explicamos la muerte redentora de Cristo y su triunfante resurrección. Dios no es mezquino ni selectivo. El Espíritu Santo quiere venir a nosotros nuevamente hoy para reafirmarnos en la fe, para recordarnos de la gracia de Dios y de su extraordinaria intención de permanecer con nosotros, en Cristo, hasta el fin de nuestros días.

    Para ver la fidelidad de Dios, tenemos el testimonio de estos miles de años de la Iglesia, que comenzó con un pequeño grupo de judíos convertidos para ser hoy el pueblo de Dios esparcido por todo el mundo y conformado por todas las razas humanas. Dios empieza una obra pequeña, pero la agiganta en el poder de la Palabra y el Espíritu Santo.

    Estimado oyente, te invito a redescubrir el amor y la gracia de Dios en la historia de la Iglesia en sus primeros días. En el libro de los Hechos de los apóstoles puedes ver los movimientos extraordinarios de Dios hacia un mundo perdido en el pecado. Fue por esos movimientos, que la fe llegó hasta nosotros. Te animo también a que, si tienes oportunidad, participes de la reunión semanal de creyentes para escuchar la palabra de Dios y celebrar la Santa Comunión. Y si aun quieres más información sobre la obra de Cristo por ti y por todo el mundo, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.