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ALIMENTO DIARIO
Y mientras oraba, cambió la apariencia de su rostro, y su vestido se hizo blanco y resplandeciente... Pedro y los que estaban con él tenían mucho sueño pero, como se quedaron despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él... Entonces, desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!» (Lucas 9:29, 32,35).
A veces en la vida, presenciamos momentos tan poderosos que nos cambian para siempre. Tal vez lo has sentido cuando has visto un paisaje increíble, cuando has logrado algo que parecía imposible, o cuando alguien ha hecho algo desinteresado por ti. Esos momentos nos sacan de lo cotidiano y nos muestran que hay algo más allá de lo que podemos ver. Pero no puedo imaginar que nada de eso se compare a lo que sintieron los discípulos cuando Jesús se transfiguró frente a ellos.
Este domingo celebramos la Transfiguración de nuestro Señor y recordamos que la gloria de Dios se manifiesta en el cuerpo de Cristo.
La Transfiguración no es solo una muestra de la gloria de Jesús, sino una declaración de lo que estaba por venir. Jesús no solo brilló en la montaña, sino que iba a brillar aún más en la Cruz, donde te mostró su amor supremo.
Jesús, el Hijo amado de Dios, cumplió lo que la ley y los profetas anunciaban. En su gran amor, tomó tus pecados en la Cruz y los llevó por ti.
Dios te invita hoy a escuchar a su Hijo. Y Jesús no solo te muestra el camino, sino que es el camino. Su Transfiguración fue un adelanto de la gloria que Él ganó para ti en la Cruz, y esa victoria es completa. Cristo ha tomado tu carga, ha perdonado tus pecados, y te ofrece la vida eterna. Así que, capacitados en nuestro Bautismo y fortalecidos por la Palabra y la Santa Cena, podemos escucharlo, confiar en su amor, y dejar que su gracia transforme nuestras vidas.
Padre nuestro, gracias por esos momentos que nos dejan sin aliento y nos recuerdan tu poder y propósito. Hoy reconocemos que, a través de la Transfiguración de tu Hijo y su obra en la Cruz, nos has dado una gloria eterna que no podemos ganar por nosotros mismos. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Has experimentado un momento en tu vida donde sentiste que algo más grande que tú mismo te estaba guiando?
* ¿Cómo cambia tu vida diaria cuando recuerdas que Jesús ya ha hecho todo por ti?
Diaconisa Noemí Guerra
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