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ALIMENTO DIARIO
Yo fui quien te tomó de los confines de la tierra; yo te llamé de tierras lejanas. Yo te escogí, y no te rechacé; yo te dije: «Tú eres mi siervo». No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha. Todos los que se enojan contra ti quedarán avergonzados y confundidos; los que contienden contigo perecerán, y serán como nada. Cuando busques a los que contienden contigo, no los hallarás; los que te hacen la guerra serán como nada, ¡inexistentes! Yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene por la mano derecha y te dice: «No tengas miedo, que yo te ayudo. Y tú, Jacob, eres como un gusano. Pero no tengas miedo. Ustedes los israelitas, son muy pocos; pero yo soy su socorro.» -Palabra del Señor, el Santo de Israel, tu Redentor (Isaías 41:9-14).
Era el día de la preparación, y estaba por comenzar el día de reposo. Acompañaron a José las mujeres que habían venido con Jesús desde Galilea, y vieron el sepulcro y cómo fue colocado el cuerpo. Después regresaron a su casa para preparar especias aromáticas y ungüentos, y descansaron en el día de reposo, conforme al mandamiento (Lucas 23:54-56).
[Jesús dijo] «Si me aman, obedezcan mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: es decir, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes lo conocen, porque permanece con ustedes, y estará en ustedes» (Juan 14:15-17)
¿Quién podrá hacerles daño, si ustedes siguen el bien? ¡Dichosos ustedes, si sufren por causa de la justicia! Así que no les tengan miedo, ni se asusten. Al contrario, honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes. Tengan una buena conciencia, para que sean avergonzados aquellos que murmuran y dicen que ustedes son malhechores, y los calumnian por su buena conducta en Cristo. Es mejor que ustedes sufran por hacer el bien, si Dios así lo quiere, que por hacer el mal (1 Pedro 3:13-17).
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. Por eso en la sinagoga discutía con los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían a la plaza. Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos preguntaban: «¿De qué habla este parlanchín?» Y otros decían: «Es alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de Jesús y de la resurrección. Entonces lo tomaron, lo llevaron al Areópago y le dijeron: «¿Nos puedes explicar qué es esta nueva enseñanza de la que hablas? Porque esto suena extraño en nuestros oídos. Nos gustaría saber qué significa todo esto» (Hechos 17:16-20)
Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas (Josué 1:9)
¿A quién tengo en los cielos? ¡Sólo a ti! ¡Sin ti, no quiero nada aquí en la tierra! (Salmo 73:25).
[Dijo Jesús] «No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén. Y ustedes saben a dónde voy, y saben el camino.» Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:1-6).
Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos, si es que han probado ya la bondad del Señor (1 Pedro 2:2-3)
En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento, pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas. Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas. Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo. Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.» Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía. Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos (Hechos 6:1-6).