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ALIMENTO DIARIO
JesĂșs recorrĂa todas las ciudades y las aldeas, y enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Al ver las multitudes, JesĂșs tuvo compasiĂłn de ellas porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discĂpulos: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envĂe segadores a cosechar la mies» (Mateo 9:35-38)
Porque a su debido tiempo, cuando aĂșn Ă©ramos dĂ©biles, Cristo muriĂł por los pecadores. Es difĂcil que alguien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aĂșn Ă©ramos pecadores, Cristo muriĂł por nosotros. Con mucha mĂĄs razĂłn, ahora que ya hemos sido justificados en su sangre, seremos salvados del castigo por medio de Ă©l. Porque, si cuando Ă©ramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con Ă©l mediante la muerte de su Hijo, mucho mĂĄs ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. Y no sĂłlo esto, sino que tambiĂ©n nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliaciĂłn (Romanos 5:6-11).
El Señor llamĂł a MoisĂ©s desde el monte, y MoisĂ©s subiĂł para hablar con Dios. Y Dios le dijo: «Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel: «Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cĂłmo los he tomado a ustedes y los he traĂdo hasta mĂ sobre alas de ĂĄguila. Si ahora ustedes prestan oĂdo a mi voz y cumplen mi pacto, serĂĄn mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serĂĄn para mĂ un reino de sacerdotes y un pueblo santo. Estas mismas palabras les dirĂĄs a los hijos de Israel.» MoisĂ©s volviĂł y llamĂł a los ancianos del pueblo, y en su presencia expuso todas las palabras que el Señor le habĂa mandado decir. Todo el pueblo respondiĂł al unĂsono: «Haremos todo lo que el Señor ha dicho» (Ăxodo 19:3-8a)
Al continuar su camino, JesĂșs vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos, y le dijo: «SĂgueme.» Y Mateo se levantĂł y lo siguiĂł. Estando JesĂșs en la casa, sentado a la mesa, muchos cobradores de impuestos y pecadores que habĂan venido se sentaron tambiĂ©n a la mesa, con JesĂșs y sus discĂpulos. Cuando los fariseos vieron esto, dijeron a los discĂpulos: «¿Por quĂ© come su Maestro con cobradores de impuestos y con pecadores?» Al oĂr esto, JesĂșs les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un mĂ©dico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa «Misericordia quiero, y no sacrificio». Porque no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores» (Mateo 9:9-13).
Aunque deba yo pasar por el valle mĂĄs sombrĂo, no temo sufrir daño alguno, porque tĂș estĂĄs conmigo; con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento (Salmo 23:4).
Al continuar su camino, JesĂșs vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos, y le dijo: «SĂgueme.» Y Mateo se levantĂł y lo siguiĂł. Estando JesĂșs en la casa, sentado a la mesa, muchos cobradores de impuestos y pecadores que habĂan venido se sentaron tambiĂ©n a la mesa con JesĂșs y sus discĂpulos. Cuando los fariseos vieron esto, dijeron a los discĂpulos: «¿Por quĂ© come su Maestro con cobradores de impuestos y con pecadores?» Al oĂr esto, JesĂșs les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un mĂ©dico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa «Misericordia quiero, y no sacrificio». Porque no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores» (Mateo 9:9-13).
Porque la promesa dada a AbrahĂĄn y a su descendencia en cuanto a que recibirĂa el mundo como herencia, no le fue dada por la ley sino por la justicia que se basa en la fe. … Tampoco dudĂł, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleciĂł en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era tambiĂ©n poderoso para hacer todo lo que habĂa prometido. Por eso su fe se le tomĂł en cuenta como justicia. Y no solamente con respecto a Ă©l se escribiĂł que se le tomĂł en cuenta, sino tambiĂ©n con respecto a nosotros, pues Dios tomarĂĄ en cuenta nuestra fe, si creemos en el que levantĂł de los muertos a JesĂșs, nuestro Señor, el cual fue entregado por nuestros pecados, y resucitĂł para nuestra justificaciĂłn (Romanos 4:13, 20-25).
DespuĂ©s de eso volverĂ© a mi santo lugar, hasta que ellos reconozcan su pecado y busquen mi rostro. Porque en su angustia me buscarĂĄn… ÂĄVengan, volvamos nuestros ojos al Señor! Ciertamente Ă©l nos arrebatĂł, pero nos sanarĂĄ; nos hiriĂł, pero vendarĂĄ nuestras heridas; DespuĂ©s de dos dĂas nos darĂĄ vida, y al tercer dĂa nos resucitarĂĄ para que vivamos en su presencia (Oseas 5:15-6:2).
Dios, a quien sirvo con todo mi corazĂłn predicando el evangelio de su Hijo, es testigo de que los recuerdo siempre en mis oraciones, y de que en ellas le ruego que, si es su voluntad, me conceda que por fin pueda ir a visitarlos. Porque deseo verlos… Pero quiero que sepan, hermanos, que muchas veces me propuse ir a visitarlos para tener tambiĂ©n entre ustedes algĂșn fruto, como entre los otros hermanos no judĂos, pero hasta ahora he encontrado obstĂĄculos… AsĂ que, por mi parte, estoy dispuesto a anunciarles el evangelio tambiĂ©n a ustedes, los que estĂĄn en Roma (Romanos 1:9-11a, 13, 15).
Por tanto, vayan y hagan discĂpulos en todas las naciones, y bautĂcenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del EspĂritu Santo (Mateo 28:19)