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ALIMENTO DIARIO
Cuando JesĂșs se enterĂł, se fue de allĂ en una barca, a un lugar apartado. Cuando la gente lo supo, lo siguiĂł a pie desde las ciudades. Cuando JesĂșs saliĂł de la barca y vio a tanta gente, tuvo compasiĂłn de ellos y sanĂł a los que estaban enfermos. Ya anochecĂa cuando sus discĂpulos se acercaron a Ă©l y le dijeron: «Ya es muy tarde, y en este lugar no hay nada. Despide a toda esta gente, para que vayan a las aldeas y compren de comer.» JesĂșs les dijo: «No tienen por quĂ© irse. Denles ustedes de comer.» Ellos le dijeron: «AquĂ tenemos sĂłlo cinco panes y dos pescados.» Ăl les dijo: «TrĂĄiganmelos acĂĄ.» MandĂł entonces a la gente que se recostara sobre la hierba. TomĂł los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo los bendijo, los partiĂł, y dio los panes a los discĂpulos, y los discĂpulos a la multitud. Todos comieron, y quedaron satisfechos; y de lo que sobrĂł se recogieron doce cestas llenas. Los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños (Mateo 14:13-21).
[Dice el apĂłstol Pablo:] Digo la verdad en Cristo, no miento. Mi conciencia me da testimonio en el EspĂritu Santo: tengo una gran tristeza y un continuo dolor en mi corazĂłn. Porque desearĂa ser yo mismo maldecido y separado de Cristo, por amor a mis hermanos, por los de mi propia raza, que son israelitas. De ellos son la adopciĂłn, la gloria, el pacto, la promulgaciĂłn de la ley, el culto y las promesas. De ellos son los patriarcas, y de ellos, desde el punto de vista humano, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas. ÂĄBendito sea por siempre! AmĂ©n (Romanos 9:1-5).
Todos ustedes, los que tienen sed: Vengan a las aguas; y ustedes, los que no tienen dinero, vengan y compren, y coman. Vengan y compren vino y leche, sin que tengan que pagar con dinero. ÂżPor quĂ© gastan su dinero en lo que no alimenta, y su sueldo en lo que no les sacia? EscĂșchenme bien, y coman lo que es bueno; delĂ©itense con la mejor comida. Inclinen su oĂdo, y vengan a mĂ; escuchen y vivirĂĄn. Yo harĂ© con ustedes un pacto eterno, que es el de mi invariable misericordia por David. Yo lo puse como testigo para los pueblos, y como jefe y maestro de las naciones. Por causa del Señor tu Dios, por el Santo de Israel que te ha honrado, llamarĂĄs a gente que no conocĂas; pueblos que nunca te conocieron correrĂĄn a ti (IsaĂas 55:1-5).
Y JesĂșs les dijo: «De cierto, de cierto les digo, que no fue MoisĂ©s quien les dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Y el pan de Dios es aquel que descendiĂł del cielo y da vida al mundo.» Le dijeron: «Señor, danos siempre este pan.» JesĂșs les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mĂ viene, nunca tendrĂĄ hambre; y el que en mĂ cree, no tendrĂĄ sed jamĂĄs (Juan 6:32-35).
Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aĂșn Ă©ramos pecadores, Cristo muriĂł por nosotros. Con mucha mĂĄs razĂłn, ahora que ya hemos sido justificados en su sangre, seremos salvados del castigo por medio de Ă©l. Porque, si cuando Ă©ramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con Ă©l mediante la muerte de su Hijo, mucho mĂĄs ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida (Romanos 5:8-10)
[JesĂșs dijo,] «el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. Cuando alguien encuentra el tesoro lo esconde de nuevo y, muy feliz, va y vende todo lo que tiene y compra ese campo. TambiĂ©n el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y que cuando encuentra una perla preciosa va y vende todo lo que tiene, y compra la perla» (Mateo 13:44-46).
ÂżQuĂ© mĂĄs podemos decir? Que si Dios estĂĄ a nuestro favor, nadie podrĂĄ estar en contra de nosotros. El que no escatimĂł ni a su propio Hijo, sino que lo entregĂł por todos nosotros, ÂżcĂłmo no nos darĂĄ tambiĂ©n con Ă©l todas las cosas? ÂżQuiĂ©n acusarĂĄ a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ÂżQuiĂ©n es el que condenarĂĄ? Cristo es el que muriĂł; mĂĄs aĂșn, el que tambiĂ©n resucitĂł, el que ademĂĄs estĂĄ a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ÂżQuĂ© podrĂĄ separarnos del amor de Cristo? ÂżTribulaciĂłn, angustia, persecuciĂłn, hambre, desnudez, peligro, espada? Como estĂĄ escrito: «Por causa de ti siempre nos llevan a la muerte, somos contados como ovejas de matadero.» Sin embargo, en todo esto somos mĂĄs que vencedores por medio de aquel que nos amĂł. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ĂĄngeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrĂĄ separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo JesĂșs nuestro Señor (Romanos 8:31-39).
[MoisĂ©s dijo] «TĂș eres un pueblo santo para el Señor tu Dios. El Señor tu Dios te ha escogido para que le seas un pueblo especial, por encima de todos los pueblos que estĂĄn sobre la tierra. El Señor los quiere, y los ha escogido, no porque ustedes sean mĂĄs numerosos que todos los pueblos, pues ustedes eran el pueblo mĂĄs insignificante de todos, sino porque el Señor los ama y porque quiso cumplir el juramento que les hizo a sus padres. Por eso el Señor los ha sacado con mano poderosa; por eso los ha rescatado de la esclavitud y del poder del faraĂłn, el rey de Egipto. SĂĄbelo bien: el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que cumple con su pacto y su misericordia con aquellos que lo aman y cumplen sus mandamientos, hasta mil generaciones» (Deuteronomio 7:6-9).
En ese momento, del templo que estĂĄ en el cielo saliĂł otro ĂĄngel. TambiĂ©n llevaba una hoz afilada. Y un ĂĄngel mĂĄs saliĂł del altar, el cual tenĂa poder sobre el fuego. Con fuerte voz llamĂł al ĂĄngel que tenĂa la hoz afilada, y le dijo: «Usa tu afilada hoz, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas ya estĂĄn maduras.» El ĂĄngel lanzĂł su hoz sobre la tierra y vendimiĂł su viña, y luego echĂł las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y se exprimieron las uvas en el lagar, fuera de la ciudad, y la sangre que saliĂł del lagar les llegĂł a los caballos hasta los frenos, a una distancia de mil seiscientos estadios (Apocalipsis 14:17-20).
AsĂ dice el Señor, el Rey y Redentor de Israel, el Señor de los ejĂ©rcitos: «Yo soy el primero; yo soy tambiĂ©n el Ășltimo. Fuera de mĂ no hay otro Dios. ÂżQuiĂ©n puede proclamar lo que estĂĄ por venir? ÂżQuiĂ©n puede declararlo y ponerlo en orden ante mĂ, como lo hago yo desde que establecĂ al pueblo antiguo? ÂĄAnuncien lo que viene, lo que estĂĄ por venir! No temas; no te intimides. ÂżAcaso no te lo dije y te lo hice saber desde la antigĂŒedad? Por lo tanto, ustedes son mis testigos. No hay mĂĄs Dios que yo. No hay otro Fuerte; no conozco a ninguno» (IsaĂas 44:6-8).