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ALIMENTO DIARIO
Mardoqueo escribiĂł todo esto, y enviĂł cartas a todos los judĂos que vivĂan en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y lejanos. Les ordenĂł celebrar cada año los dĂas catorce y quince del mes de Adar, como los dĂas en que los judĂos se libraron de sus enemigos para vivir en paz, y como el mes en que la tristeza se cambiĂł en alegrĂa y el luto en un dĂa feliz. Les ordenĂł declararlos dĂas de banquete y de alegrĂa, y de compartir cada uno su comida con su vecino, y de ayudar a los pobres… Esta norma regirĂa sobre todos sus descendientes y allegados, y estos dĂas serĂan recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades. Los dĂas de «Purim» no dejarĂan de ser observados por los judĂos, ni sus descendientes dejarĂan jamĂĄs de celebrarlos (Ester 9:20-22, 27b-28).
El dĂa trece del mes duodĂ©cimo, que es el mes de Adar, debĂa ser ejecutado el decreto del rey, que ordenaba que los judĂos debĂan ser exterminados por sus enemigos. Pero sucediĂł todo lo contrario, porque fueron los judĂos los que se vengaron de quienes los aborrecĂan… Entonces el rey le dijo a la reina Ester: «… ÂżQuĂ© otra peticiĂłn tienes? Te serĂĄ concedida. ÂżO quĂ© mĂĄs quieres? Se harĂĄ lo que pidas.» Ester respondiĂł: «Si a Su Majestad le parece bien, concĂ©dase a los judĂos hacer mañana en Susa lo mismo que hicieron hoy…» El rey ordenĂł que se hiciera asĂ (Ester 9:1, 12-14).
[Dijo Ester:] «Si a Su Majestad le parece bien … emita una orden por escrito que revoque las cartas que autorizan la destrucciĂłn de los judĂos, ordenada por AmĂĄn. » El rey Asuero les respondiĂł a la reina Ester y al judĂo Mardoqueo: «… Escriban a todos los judĂos, a nombre mĂo lo que a ustedes les parezca bien, y sellen ese escrito con mi anillo. Como saben, un edicto que se escribe a nombre del rey, y que se sella con su anillo, no puede ser revocado.» Mardoqueo escribiĂł el edicto a nombre del rey Asuero… Ese edicto facultaba a los judĂos en todas las ciudades a reunirse y defenderse, y hasta destruir, matar y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que los atacara… y apoderarse de sus bienes… Cuando Mardoqueo saliĂł de la presencia del rey, llevaba puesto un vestido real de azul y blanco, una gran corona de oro, y un manto de lino y pĂșrpura. Al verlo, la ciudad de Susa se alegrĂł y regocijĂł mucho, y a los judĂos se les iluminĂł el rostro de alegrĂa, gozo y honra (Ester 8:5, 7a-8, 10, 15,16).
El texto para hoy lo encontramos en Mateo capĂtulo 23 … versĂculos 1 al 7, 11 y 12 … donde dice:
DespuĂ©s de esto, JesĂșs dijo a la gente y a sus discĂpulos: «Los escribas y los fariseos se apoyan en la cĂĄtedra de MoisĂ©s. AsĂ que ustedes deben obedecer y hacer todo lo que ellos les digan, pero no sigan su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Imponen sobre la gente cargas pesadas y difĂciles de llevar, pero ellos no mueven ni un dedo para levantarlas. Al contrario, todo lo que hacen es para que la gente los vea. Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos, y les encanta ocupar los mejores asientos en las cenas y sentarse en las primeras sillas de las sinagogas, y que la gente los salude en las plazas y los llame: «¥RabĂ, RabĂ!»… El que sea mĂĄs importante entre ustedes, sea siervo de todos. Porque el que se enaltece serĂĄ humillado, y el que se humilla serĂĄ enaltecido (Mateo 23:1-7, 11-12).
Lleno de ira, el rey se levantĂł… mientras que AmĂĄn se quedĂł para suplicarle a la reina Ester que le perdonara la vida… Cuando el rey volviĂł… y vio que AmĂĄn estaba recostado sobre el lecho donde estaba Ester, le dijo: «¿Acaso quieres tambiĂ©n violar a la reina en mi propia casa?» Al proferir el rey estas palabras, le cubrieron el rostro a AmĂĄn. Entonces JarbonĂĄ… dijo: «En la casa de AmĂĄn hay una horca … La mandĂł hacer AmĂĄn para colgar a Mardoqueo, que fue quien hablĂł en favor del rey.» Y el rey ordenĂł: «¥Cuelguen de ella a AmĂĄn!» Y asĂ AmĂĄn fue colgado en la horca que habĂa mandado preparar para Mardoqueo (Ester 7:7-10a).
La reina Ester respondiĂł: «Si en verdad soy del agrado de Su Majestad, y si a Su Majestad le parece bien, mi peticiĂłn es que se me conceda la vida de mi pueblo y mi propia vida. Porque a mi pueblo y a mĂ se nos ha vendido. ÂĄSe nos quiere destruir, matar y exterminar! …» «El enemigo y adversario es este malvado AmĂĄn.» Entonces AmĂĄn se trastornĂł ante el rey y la reina (Ester 7:3-4a, 6).
DespuĂ©s de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas… y vestĂan ropas blancas… Entonces uno de los ancianos me dijo: «Y estos que estĂĄn vestidos de ropas blancas, ÂżquiĂ©nes son? ÂżDe dĂłnde vienen?» … Entonces Ă©l me dijo: «Ăstos han salido de la gran tribulaciĂłn. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Por eso estĂĄn delante del trono de Dios… No volverĂĄn a tener hambre ni sed, ni les harĂĄ daño el sol ni el calor los molestarĂĄ, porque el Cordero que estĂĄ en medio del trono los pastorearĂĄ y los llevarĂĄ a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secarĂĄ de sus ojos toda lĂĄgrima» (Apocalipsis 7:9, 13, 14b, 15a, 16-17).
DespuĂ©s de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Era imposible saber su nĂșmero. Estaban de pie ante el trono, en presencia del Cordero, y vestĂan ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma, y a grandes voces gritaban: «La salvaciĂłn proviene de nuestro Dios, que estĂĄ sentado en el trono, y del Cordero.» … Entonces uno de los ancianos me dijo: «Y estos que estĂĄn vestidos de ropas blancas, ÂżquiĂ©nes son? ÂżDe dĂłnde vienen?» Yo le respondĂ: «Señor, tĂș lo sabes.» Entonces Ă©l me dijo: «Ăstos han salido de la gran tribulaciĂłn. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Por eso estĂĄn delante del trono de Dios, y le rinden culto en su templo de dĂa y de noche; y el que estĂĄ sentado en el trono los protege con su presencia. No volverĂĄn a tener hambre ni sed, ni les harĂĄ daño el sol ni el calor los molestarĂĄ, porque el Cordero que estĂĄ en medio del trono los pastorearĂĄ y los llevarĂĄ a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secarĂĄ de sus ojos toda lĂĄgrima» (Apocalipsis 7:9-10, 13-17).
El Señor hablĂł con MoisĂ©s, y le dijo: «Habla con toda la congregaciĂłn de los hijos de Israel, y diles: »Ustedes deben ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo… »No seas injusto en el juicio. »No favorezcas al pobre ni complazcas al poderoso. »Trata a tu prĂłjimo con justicia. »No propagues chismes entre tu pueblo. »No atentes contra la vida de tu prĂłjimo. Yo soy el Señor. »No abrigues en tu corazĂłn odio contra tu hermano. »Razona con tu prĂłjimo, para que no te hagas cĂłmplice de su pecado. »No te vengues, ni guardes rencor contra los hijos de tu pueblo. »Ama a tu prĂłjimo como a ti mismo. Yo soy el Señor (LevĂtico 19:1-2, 15-18).
Desde los dĂas de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Y todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Si quieren recibirlo, Ă©l es ElĂas, el que habĂa de venir. El que tenga oĂdos para oĂr, que oiga. Pero Âżcon quĂ© compararĂ© a esta generaciĂłn? Se parece a los niños que se sientan en las plazas y les gritan a sus compañeros: «Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos cantos fĂșnebres, y ustedes no lloraron.» Porque vino Juan, que ni comĂa ni bebĂa, y dicen que tiene un demonio; luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y lo califican de glotĂłn y borracho, y de ser amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Pero a la sabidurĂa la reivindican sus hijos.» (Mateo 11:12-19).