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ALIMENTO DIARIO
ÂżEntonces, quĂ©? ÂżSomos nosotros mejores que ellos? ÂĄDe ninguna manera! Porque ya hemos demostrado que todos, judĂos y no judĂos, estĂĄn bajo el pecado. Como estĂĄ escrito: «¥No hay ni uno solo que sea justo! No hay quien entienda; no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido. No hay quien haga lo bueno, ÂĄno hay ni siquiera uno!… No hay temor de Dios delante de sus ojos.» Pero sabemos que todo lo que dice la ley, se lo dice a los que estĂĄn bajo la ley, para que todos callen y caigan bajo el juicio de Dios, ya que nadie serĂĄ justificado delante de Dios por hacer las cosas que la ley exige, pues la ley sirve para reconocer el pecado (Romanos 3:9-12, 18-20).
El rey Asuero impuso tributo sobre el paĂs, hasta las costas del mar. Y todos los hechos de su poder y autoridad, y el relato de la grandeza que Mardoqueo recibiĂł de parte del rey, quedaron registrados en el libro de las crĂłnicas de los reyes de Media y de Persia. Porque Mardoqueo el judĂo fue el segundo en poder, despuĂ©s del rey Asuero. Mardoqueo fue un gran personaje entre sus hermanos judĂos, y muy estimado por todos ellos, pues se preocupĂł por el bienestar de su pueblo y procurĂł la paz para todo su linaje (Ester 10).
En aquel tiempo, el reino de los cielos serĂĄ semejante a diez vĂrgenes que tomaron sus lĂĄmparas, y salieron a recibir al novio… Las insensatas, tomaron sus lĂĄmparas, pero no llevaron aceite; en cambio, las prudentes llevaron sus lĂĄmparas y tambiĂ©n vasijas con aceite… A la medianoche se oyĂł gritar: «¥AquĂ viene el novio! ÂĄSalgan a recibirlo!»… Entonces las insensatas dijeron a las prudentes: «Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lĂĄmparas se estĂĄn apagando. «Pero las prudentes les respondieron: «A fin de que no nos falte a nosotras ni a ustedes, vayan a los que venden, y compren para ustedes mismas. «Pero mientras ellas fueron a comprar, llegĂł el novio, y las que estaban preparadas entraron con Ă©l a las bodas, y se cerrĂł la puerta. EstĂ©n atentos, porque ustedes no saben el dĂa ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrĂĄ (Mateo 25:1,3-4, 6, 8-10, 13).
Mardoqueo escribiĂł todo esto, y enviĂł cartas a todos los judĂos que vivĂan en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y lejanos. Les ordenĂł celebrar cada año los dĂas catorce y quince del mes de Adar, como los dĂas en que los judĂos se libraron de sus enemigos para vivir en paz, y como el mes en que la tristeza se cambiĂł en alegrĂa y el luto en un dĂa feliz. Les ordenĂł declararlos dĂas de banquete y de alegrĂa, y de compartir cada uno su comida con su vecino, y de ayudar a los pobres… Esta norma regirĂa sobre todos sus descendientes y allegados, y estos dĂas serĂan recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades. Los dĂas de «Purim» no dejarĂan de ser observados por los judĂos, ni sus descendientes dejarĂan jamĂĄs de celebrarlos (Ester 9:20-22, 27b-28).
El dĂa trece del mes duodĂ©cimo, que es el mes de Adar, debĂa ser ejecutado el decreto del rey, que ordenaba que los judĂos debĂan ser exterminados por sus enemigos. Pero sucediĂł todo lo contrario, porque fueron los judĂos los que se vengaron de quienes los aborrecĂan… Entonces el rey le dijo a la reina Ester: «… ÂżQuĂ© otra peticiĂłn tienes? Te serĂĄ concedida. ÂżO quĂ© mĂĄs quieres? Se harĂĄ lo que pidas.» Ester respondiĂł: «Si a Su Majestad le parece bien, concĂ©dase a los judĂos hacer mañana en Susa lo mismo que hicieron hoy…» El rey ordenĂł que se hiciera asĂ (Ester 9:1, 12-14).
[Dijo Ester:] «Si a Su Majestad le parece bien … emita una orden por escrito que revoque las cartas que autorizan la destrucciĂłn de los judĂos, ordenada por AmĂĄn. » El rey Asuero les respondiĂł a la reina Ester y al judĂo Mardoqueo: «… Escriban a todos los judĂos, a nombre mĂo lo que a ustedes les parezca bien, y sellen ese escrito con mi anillo. Como saben, un edicto que se escribe a nombre del rey, y que se sella con su anillo, no puede ser revocado.» Mardoqueo escribiĂł el edicto a nombre del rey Asuero… Ese edicto facultaba a los judĂos en todas las ciudades a reunirse y defenderse, y hasta destruir, matar y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que los atacara… y apoderarse de sus bienes… Cuando Mardoqueo saliĂł de la presencia del rey, llevaba puesto un vestido real de azul y blanco, una gran corona de oro, y un manto de lino y pĂșrpura. Al verlo, la ciudad de Susa se alegrĂł y regocijĂł mucho, y a los judĂos se les iluminĂł el rostro de alegrĂa, gozo y honra (Ester 8:5, 7a-8, 10, 15,16).
El texto para hoy lo encontramos en Mateo capĂtulo 23 … versĂculos 1 al 7, 11 y 12 … donde dice:
DespuĂ©s de esto, JesĂșs dijo a la gente y a sus discĂpulos: «Los escribas y los fariseos se apoyan en la cĂĄtedra de MoisĂ©s. AsĂ que ustedes deben obedecer y hacer todo lo que ellos les digan, pero no sigan su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Imponen sobre la gente cargas pesadas y difĂciles de llevar, pero ellos no mueven ni un dedo para levantarlas. Al contrario, todo lo que hacen es para que la gente los vea. Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos, y les encanta ocupar los mejores asientos en las cenas y sentarse en las primeras sillas de las sinagogas, y que la gente los salude en las plazas y los llame: «¥RabĂ, RabĂ!»… El que sea mĂĄs importante entre ustedes, sea siervo de todos. Porque el que se enaltece serĂĄ humillado, y el que se humilla serĂĄ enaltecido (Mateo 23:1-7, 11-12).
Lleno de ira, el rey se levantĂł… mientras que AmĂĄn se quedĂł para suplicarle a la reina Ester que le perdonara la vida… Cuando el rey volviĂł… y vio que AmĂĄn estaba recostado sobre el lecho donde estaba Ester, le dijo: «¿Acaso quieres tambiĂ©n violar a la reina en mi propia casa?» Al proferir el rey estas palabras, le cubrieron el rostro a AmĂĄn. Entonces JarbonĂĄ… dijo: «En la casa de AmĂĄn hay una horca … La mandĂł hacer AmĂĄn para colgar a Mardoqueo, que fue quien hablĂł en favor del rey.» Y el rey ordenĂł: «¥Cuelguen de ella a AmĂĄn!» Y asĂ AmĂĄn fue colgado en la horca que habĂa mandado preparar para Mardoqueo (Ester 7:7-10a).
La reina Ester respondiĂł: «Si en verdad soy del agrado de Su Majestad, y si a Su Majestad le parece bien, mi peticiĂłn es que se me conceda la vida de mi pueblo y mi propia vida. Porque a mi pueblo y a mĂ se nos ha vendido. ÂĄSe nos quiere destruir, matar y exterminar! …» «El enemigo y adversario es este malvado AmĂĄn.» Entonces AmĂĄn se trastornĂł ante el rey y la reina (Ester 7:3-4a, 6).
DespuĂ©s de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas… y vestĂan ropas blancas… Entonces uno de los ancianos me dijo: «Y estos que estĂĄn vestidos de ropas blancas, ÂżquiĂ©nes son? ÂżDe dĂłnde vienen?» … Entonces Ă©l me dijo: «Ăstos han salido de la gran tribulaciĂłn. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Por eso estĂĄn delante del trono de Dios… No volverĂĄn a tener hambre ni sed, ni les harĂĄ daño el sol ni el calor los molestarĂĄ, porque el Cordero que estĂĄ en medio del trono los pastorearĂĄ y los llevarĂĄ a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secarĂĄ de sus ojos toda lĂĄgrima» (Apocalipsis 7:9, 13, 14b, 15a, 16-17).