+1 800 972-5442 (en español)     Â
+1 800 876-9880 (en inglés)
ALIMENTO DIARIO
En los Ășltimos dĂas … Muchas naciones vendrĂĄn, y dirĂĄn: «¥Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Ăl nos guiarĂĄ por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.» … Y el Señor juzgarĂĄ entre muchos pueblos, y corregirĂĄ a naciones poderosas y lejanas; y Ă©stas convertirĂĄn sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces (Miqueas 4: 1a, 2a, 3a).
Entonces verĂĄn al Hijo del Hombre venir en las nubes con gran poder y gloria, y Ă©l enviarĂĄ a sus ĂĄngeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo. … En cuanto al dĂa y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ĂĄngeles en el cielo, ni el Hijo. SĂłlo el Padre lo sabe. Pero ustedes, presten atenciĂłn y mantĂ©nganse atentos, porque no saben cuĂĄndo llegarĂĄ el momento (Marcos 13:26-27, 32-33).
Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrĂĄ de revelarse en nosotros. Porque la creaciĂłn aguarda con gran impaciencia la manifestaciĂłn de los hijos de Dios. Porque la creaciĂłn fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino porque asĂ lo dispuso Dios, pero todavĂa tiene esperanza, pues tambiĂ©n la creaciĂłn misma serĂĄ liberada de la esclavitud de corrupciĂłn, para asĂ alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios… ÂżQuĂ© mĂĄs podemos decir? Que si Dios estĂĄ a nuestro favor, nadie podrĂĄ estar en contra de nosotros. El que no escatimĂł ni a su propio Hijo, sino que lo entregĂł por todos nosotros, ÂżcĂłmo no nos darĂĄ tambiĂ©n con Ă©l todas las cosas? (Romanos 8:18-21, 31,32).
Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal, que ha sido vendido como esclavo al pecado. No entiendo quĂ© me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Yo sĂ© que en mĂ, esto es, en mi naturaleza humana, no habita el bien; porque el desear el bien estĂĄ en mĂ, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Entonces, aunque quiero hacer el bien, descubro esta ley: que el mal estĂĄ en mĂ. Porque, segĂșn el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero encuentro que hay otra ley en mis miembros, la cual se rebela contra la ley de mi mente y me tiene cautivo a la ley del pecado que estĂĄ en mis miembros. ÂĄMiserable de mĂ! ÂżquiĂ©n me librarĂĄ de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. AsĂ que yo mismo, con la mente, sirvo a la ley de Dios, pero con la naturaleza humana sirvo a la ley del pecado (Romanos 7:14-15,18-19, 21-25).
Puesto que hablo con quienes conocen la ley, les pregunto: ÂżAcaso ignoran, hermanos, que la ley ejerce poder sobre alguien mientras esa persona vive? AsĂ tambiĂ©n ustedes, hermanos mĂos, por medio del cuerpo de Cristo han muerto a la ley, para pertenecer a otro, al que resucitĂł de los muertos, a fin de que demos fruto para Dios. Porque mientras vivĂamos en la carne, las pasiones pecaminosas estimuladas por la ley actuaban en nuestros miembros y producĂan frutos que llevan a la muerte. Pero ahora que hemos muerto a su dominio, estamos libres de la ley, y de ese modo podemos servir en la vida nueva del EspĂritu y no bajo el viejo rĂ©gimen de la letra (Romanos 7:1, 4-6).
ÂżEntonces, quĂ©? ÂżPecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ÂĄDe ninguna manera! ÂżAcaso no saben ustedes que, si se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia?… Y una vez liberados del pecado llegaron a ser siervos de la justicia… pero como ya han sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, el provecho que obtienen es la santificaciĂłn, cuya meta final es la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dĂĄdiva de Dios es vida eterna en Cristo JesĂșs, nuestro Señor (Romanos 6:15-16, 18, 22-23)
Entonces, ÂżquĂ© diremos? ÂżSeguiremos pecando, para que la gracia abunde? ÂĄDe ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ÂżcĂłmo podemos seguir viviendo en Ă©l?… Sabemos que nuestro antiguo yo fue crucificado juntamente con Ă©l, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos mĂĄs al pecado… Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni lo obedezcan en sus malos deseos. Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presĂ©ntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado ya no tendrĂĄ poder sobre ustedes, pues ya no estĂĄn bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:1,2, 6, 12-14).
»Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ĂĄngeles con Ă©l, se sentarĂĄ en su trono de gloria, y todas las naciones serĂĄn reunidas ante Ă©l. Entonces Ă©l apartarĂĄ a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos. PondrĂĄ las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda, y entonces el Rey dirĂĄ a los de su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundaciĂłn del mundo… «De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos mĂĄs pequeños, por mĂ lo hicieron». Entonces dirĂĄ tambiĂ©n a los de la izquierda: «¥ApĂĄrtense de mĂ, malditos! ÂĄVayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ĂĄngeles! … «De cierto les digo que todo lo que no hicieron por uno de estos mĂĄs pequeños, tampoco por mĂ lo hicieron.» Entonces Ă©stos irĂĄn al castigo eterno, y los justos irĂĄn a la vida eterna» (Mateo 25:31-34, 40,41, 45-46).
Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta distancia de Ă©l, y levantando la voz le dijeron: «¥JesĂșs, Maestro, ten compasiĂłn de nosotros!» Cuando Ă©l los vio, les dijo: «Vayan y presĂ©ntense ante los sacerdotes.» Y sucediĂł que, mientras ellos iban de camino, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, al ver que habĂa sido sanado, volviĂł alabando a Dios a voz en cuello, y rostro en tierra se arrojĂł a los pies de JesĂșs y le dio las gracias. Este hombre era samaritano. JesĂșs dijo: «¿No eran diez los que fueron limpiados? ÂżDĂłnde estĂĄn los otros nueve? ÂżNo hubo quien volviera y alabara a Dios sino este extranjero?» Y al samaritano le dijo: «LevĂĄntate y vete. Tu fe te ha salvado» (Lucas 17:12-19).
Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por medio del pecado entró la muerte, asà la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pero el pecado de Adån no puede compararse con el don de Dios. Pues si por el pecado de un solo hombre muchos murieron, la gracia y el don que Dios nos dio por medio de un solo hombre, Jesucristo, abundaron para el bien de muchos. Asà que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno solo vino la justificación de vida a todos los hombres. Porque asà como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, asà también por la obediencia de uno solo muchos serån constituidos justos. La ley se introdujo para que abundara el pecado; pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que asà como el pecado reinó para traer muerte, también la gracia reine por la justicia para darnos vida eterna mediante Jesucristo, nuestro Señor (Romanos 5:12-21).