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ALIMENTO DIARIO
Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y mediante el cual hizo el universo (Hebreos 1:1-2).
Judas Iscariote, que era uno de los doce, fue a hablar con los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el mejor momento de entregarlo (Marcos 14:10-11).
[Jesús les dijo:] A los pobres siempre los tendrán entre ustedes, y cuando quieran podrán hacer por ellos algo bueno. Pero a mí no siempre me tendrán. Esta mujer ha hecho lo que pudo. Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto les digo que en cualquier parte del mundo donde este evangelio sea proclamado, también se contará lo que esta mujer ha hecho, y así será recordada» (Marcos 14:7-9).
Mientras Jesús estaba en Betania, sentado a la mesa en la casa de Simón el leproso, llegó una mujer. Llevaba ésta un vaso de alabastro con perfume de nardo puro … y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Algunos de los que allí estaban se enojaron internamente, y dijeron: «¿Por qué se ha desperdiciado así este perfume? ¡Podría haberse vendido por más de trescientos denarios, y ese dinero habérselo dado a los pobres!» Y se enojaron mucho contra ella. Pero Jesús dijo: «Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Ella ha efectuado en mí una buena obra (Marcos 14:3-6).
Por medio de engaños, los principales sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús para matarlo (Marcos 14:1b).
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Marcos 13:31)
Si el Señor no hubiera acortado esos días, no habría quien se salvara; pero los ha acortado por causa de sus elegidos. Así que si alguien les dice: «¡Miren, aquí está el Cristo!»; o «¡Miren, allí está!», no le crean. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible incluso a los elegidos. Pero ustedes, tengan cuidado. Ya los he prevenido de todo (Marcos 13:20-23).
Jesús salía del templo cuando uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, ¡mira qué piedras! ¡Qué edificios!» Jesús le dijo: «¿Ves estos grandes edificios? Pues no va a quedar piedra sobre piedra. Todo será derribado.» Estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, cuando Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron por separado: «Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están por cumplirse?» Jesús les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, y dirán: «Yo soy el Cristo,» y a muchos los engañarán» (Marcos 13:1-6).
Uno de los escribas, que había estado presente en la discusión y que vio lo bien que Jesús les había respondido, le preguntó: «De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?» Jesús le respondió: «El más importante es: «Oye, Israel: el Señor, nuestro Dios, el Señor es uno.» Y «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.» El segundo en importancia es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay otro mandamiento más importante que éstos» (Marcos 12:28-31).
Cuando aquéllos llegaron, le dijeron: «Maestro, sabemos que hablas con la verdad, y que no permites que nadie influya en ti ni te dejas llevar por las apariencias humanas, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. ¿Es lícito entonces pagar tributo al César, o no? ¿Debemos pagarlo, o no?» 15 Pero Jesús percibió la hipocresía de ellos, así que les dijo: «¿Por qué me tienden trampas? Tráiganme una moneda, para que la vea.» 16 Cuando se la llevaron, él les dijo: «¿De quién es esta imagen, y esta inscripción?» Ellos respondieron: «Del César.» 17 Entonces Jesús les dijo: «Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.» Y se quedaron admirados de él (Marcos 12:14-17).