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ALIMENTO DIARIO
No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más; pero ustedes me verán; y porque yo vivo, ustedes también vivirán (Juan 14:18-19).
Pilato convocó a los principales sacerdotes, y a los gobernantes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han presentado a este hombre como a un perturbador del pueblo, pero lo he interrogado delante de ustedes, y no lo he hallado culpable de ninguno de los delitos de los que ustedes lo acusan. Se lo envié a Herodes, y tampoco él lo ha hallado culpable. Por tanto, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Voy a castigarlo, y después de eso lo dejaré libre» (Lucas 23:13-16).
Pero, aunque Herodes le hacía muchas preguntas, Jesús no respondía nada… Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se burlaron de él, y lo vistieron con una ropa muy lujosa, después de lo cual Herodes lo envío de vuelta a Pilato (Lucas 23:9,11).
Allí comenzaron a acusarlo. Decían: «Hemos encontrado que éste subvierte a la nación, que prohíbe pagar tributo al César, y que dice que él mismo es el Cristo, es decir, un rey.» Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Jesús le respondió: «Tú lo dices.» Pilato dijo entonces a los principales sacerdotes, y a la gente: «Yo no encuentro delito alguno en este hombre» (Lucas 23:2-4).
Entonces ellos dijeron: «¿Qué más pruebas necesitamos? ¡Nosotros mismos las hemos oído de sus propios labios!» (Lucas 22:71).
Los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban (Lucas 22:63).
En ese mismo instante el Señor se volvió a ver a Pedro … Enseguida, Pedro salió de allí y lloró amargamente (Lucas 22:61a-62).
Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas (Lucas 22:53b).
Cuando los que estaban con él se dieron cuenta de lo que pasaba, le dijeron: «Señor, ¿echamos mano a la espada?» Uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Pero Jesús les dijo: «¡Basta! ¡Déjenlos!» Tocó entonces la oreja de aquel hombre, y lo sanó (Lucas 22:49-51).
Mientras Jesús estaba hablando, se hizo presente una turba, al frente de la cual iba Judas, que era uno de los doce y que se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?» (Lucas 22:47-48).