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ALIMENTO DIARIO
Muy de mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó y se fue a un lugar apartado para orar. (Marcos 1:35)
En aquel día ya no me preguntarán nada. De cierto, de cierto les digo, que todo lo que pidan al Padre, en mi nombre, él se lo concederá. Hasta ahora nada han pedido en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría se vea cumplida. Les he hablado de esto en alegorías, pero viene la hora en que ya no les hablaré por alegorías, sino que claramente les anunciaré acerca del Padre. En aquel día ustedes pedirán en mi nombre; y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. (Juan 16:23-28)
Entonces se me acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas finales, y me dijo: «Ven acá, voy a mostrarte a la novia, la esposa del Cordero.» Y en el Espíritu me llevó a un monte de gran altura, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, la cual descendía del cielo, de Dios. Tenía la gloria de Dios y brillaba como una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe, transparente como el cristal. Tenía una muralla grande y elevada, y doce puertas; en cada puerta había un ángel, e inscripciones que correspondían a los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas daban al oriente, tres puertas al norte, tres puertas al sur, y tres puertas al occidente. La muralla de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos estaban los nombres de los doce apóstoles del Cordero. (Apocalipsis 21: 9-14)
Como el Espíritu Santo no les permitió proclamar la palabra en Asia, ellos se limitaron a atravesar Frigia y la provincia de Galacia. Cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu tampoco se lo permitió. Entonces dejaron de lado a Misia y llegaron a Troas. Allí, una noche Pablo tuvo una visión, en la que veía ante él a un varón macedonio, que suplicante le decía: «Pasa a Macedonia, y ayúdanos.» Después de que Pablo tuvo la visión, enseguida nos dispusimos a partir hacia Macedonia, pues estábamos seguros de que Dios nos estaba llamando a anunciarles el evangelio. (Hechos 16: 6-10)
¡Que te alaben los pueblos, Dios mío! ¡Que todos los pueblos te alaben! ¡Que las naciones se llenen de gozo, porque tú juzgas a los pueblos con equidad y eres el Pastor de todas las naciones! (Salmo 67: 3-4)
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, y la luna y las estrellas que has creado, me pregunto: ¿Qué es el ser humano, para que en él pienses? ¿Qué es la humanidad, para que la tomes en cuenta? (Salmo 8:3-4)
(Jesús dijo) «Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y se lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y se lo dará a conocer a ustedes. Todavía un poco, y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán.» (Juan 16:12-15)
También me dijo: «Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.» (Apocalipsis 21:6)
Así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los que practicaban la circuncisión comenzaron a discutir con él. Le dijeron: «¿Por qué entraste en la casa de gente no judía, y comiste allí?» Pedro comenzó entonces a contarles detalladamente lo que había sucedido. Les dijo: «Mientras yo estaba orando en Jope, entré en éxtasis y tuve una visión. Vi que del cielo bajaba hacia mí un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. Me fijé bien, y vi que allí había cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. Oí además una voz que me decía: «Pedro, levántate, mata y come.» Yo respondí: «No, Señor, porque nunca he comido nada que sea común o impuro.» Pero desde el cielo la voz me dijo la segunda vez: «Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro.» Esto se repitió tres veces, después de lo cual el lienzo fue llevado de nuevo al cielo. En ese momento llegaron a la casa donde yo estaba, tres hombres que desde Cesarea habían venido por mí. El Espíritu me dijo que no dudara y los acompañara. (Hechos 11:2-12)
Los reyes de la tierra y todos los pueblos, todos los jefes y gobernantes de la tierra, los jóvenes y las doncellas, los ancianos y los niños. ¡Alabado sea el nombre del Señor! ¡Sólo su nombre merece ser exaltado! ¡Su gloria domina los cielos y la tierra! (Salmo 148)