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ALIMENTO DIARIO
¡Ay de los que anhelan que llegue el día del Señor! ¿Para qué quieren que llegue el día del Señor? Será un día de tinieblas, y no de luz. Será como cuando alguien huye de un león, y se topa con un oso. O como cuando alguien entra en su casa y, al apoyarse en la pared, una culebra le muerde la mano. El día del Señor no será de luz, sino de tinieblas. ¡Será un día sombrío, sin resplandor alguno! «Yo aborrezco sus fiestas solemnes. ¡No las soporto, ni me complacen sus reuniones! Cuando me ofrezcan sus ofrendas y holocaustos no los recibiré, ni miraré los animales engordados que me presenten como ofrendas de paz. Alejen de mí la multitud de sus cantos. No quiero escuchar las melodías de sus liras. Prefiero que fluya la justicia como un río, y que el derecho mane como un impetuoso arroyo. Amós 5:18-24
Pero que se alegren en ti todos los que te buscan; que los que aman tu salvación digan siempre: «¡Grande es nuestro Dios!» Pero yo estoy pobre y afligido; ¡ven pronto, oh Dios, en mi ayuda! Tú eres mi ayuda; ¡eres mi libertador! ¡No tardes, Señor! Salmo 70:4-5
Señor, ¿cuánto más seguirás viendo esto? ¡Salva mi vida de las garras de estos leones! ¡Es la única vida que tengo! Salmo 35:17
Cuando Jesús vio a la multitud, subió al monte y se sentó. Entonces sus discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles diciendo: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:1-3
Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 1 Juan 3:1-3
También vi que otro ángel venía por donde sale el sol. Tenía el sello del Dios vivo, y con grandes voces llamaba a los cuatro ángeles, los cuales habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar. Les dijo: «No dañen a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que a los siervos de nuestro Dios les hayamos puesto un sello en la frente.»… Después de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Era imposible saber su número. Estaban de pie ante el trono, en presencia del Cordero, y vestían ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma, y a grandes voces gritaban: «La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» Apocalipsis 7:2-3, 9-10
El Señor se complace en su pueblo, y bendice a los humildes con su salvación. ¡Que se alegren sus fieles por su triunfo! ¡Que salten de alegría allí, en su lecho! ¡Que exalten a Dios a voz en cuello mientras agitan en sus manos las espadas! Salmo 149:4-6
Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos, el cual está por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos. Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Efesios 4:4-7
[Jesús dijo] Pero ¿con qué compararé a esta generación? Se parece a los niños que se sientan en las plazas y les gritan a sus compañeros: «Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron.» Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen que tiene un demonio; luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y lo califican de glotón y borracho y de ser amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Pero a la sabiduría la reivindican sus hijos.» Mateo 11:16-19
Pero sabemos que todo lo que dice la ley, se lo dice a los que están bajo la ley, para que todos callen y caigan bajo el juicio de Dios, ya que nadie será justificado delante de Dios por hacer las cosas que la ley exige, pues la ley sirve para reconocer el pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados, para manifestar su justicia en este tiempo, a fin de que él sea el justo y, al mismo tiempo, el que justifica al que tiene fe en Jesús. Entonces, ¿dónde está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley. Romanos 3:19-28