+1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
PARA EL CAMINO
Me gustaría que comenzáramos haciendo juntos esta oración: Amado Dios, abre mi corazón para conocer al Jesús que revelan las Escrituras, y ver con ojos de fe lo que Él ha hecho por mí en la Cruz. Amén
¡¿Usted no sabe quién soy yo?!
Esta pregunta se popularizó hace algún tiempo en Colombia y en muchas otras partes de América Latina. La frase ha sido dicha por varias personas quienes han tratado de evadir la acción de la policía, creyendo que su estatus social les da el privilegio de estar por encima de la ley. En las redes todavía abundan las imágenes virales de estos desafortunados encuentros entre esos que creen ser más importantes que otros y aquellos llamados a hacer cumplir las leyes y aplicar justicia.
En un discurso televisado, y ante el escándalo generado por estos episodios, el presidente colombiano en aquel tiempo dio la orden a la policía: “Si alguien envalentonado se enfrenta a los agentes de la ley diciendo Usted no sabe quién soy yo, debe ser arrestado y llevado a la estación para que averigüemos quiénes son”.
Ahora bien, esta actitud lamentablemente es muy común entre personas —de cualquier parte del mundo— que creen que, por tener un nivel social, económico, poder político, cierta educación, fama o lo que sea, están por encima de todo y de todos. Creo que una de las peores equivocaciones que tienen muchas personas que cometen este error es que ni siquiera ellos saben quiénes son en realidad. ¡Por eso se comportan de esta manera!
¿Qué me dices de ti? ¿Qué me contestarías si te pregunto quién eres en realidad?
Quizás me respondas diciéndome tu nombre o tu apellido. Tal vez, me hablarás de algún rol que tienes: esposo de Julia, madre de Marcos, tío de Pedrito, hijo de María, etc. A lo mejor me dirás lo que haces: soy médico, panadero, estudiante, o maestra. Otros me responderán diciendo el lugar de origen, lo que tienen, o alguna otra información que me ayude a entender quiénes son en realidad.
¿Qué pasaría si le pregunto por ti a otras personas? ¿Qué crees que me dirían? Estoy seguro de que tendrían muchas respuestas, y probablemente algunas ideas correctas y otras no tanto.
Vayamos un poco más allá, ¿qué me dirías ante la pregunta de quién es Jesús? Me imagino que sí sabes quién es Él.
Ante esta pregunta, hay muchas ideas en el mundo. Unos lo confiesan como el Hijo de Dios, como Dios mismo, o lo reconocen como Salvador, Mesías, Redentor de la humanidad, etc. Otros, sin tanta fe en su divinidad, lo describirían como profeta, maestro, personaje histórico, líder religioso, y algunos lo llaman el primer revolucionario, o el primer comunista.
Al igual que contigo, hay gente que tiene una idea de quién es Jesús, y muchas otras personas que no saben de Él o tienen una opinión equivocada.
Y esto me lleva al primer punto que quiero que tomemos en cuenta para nuestro mensaje de hoy: Hay gente que no sabe quién es Jesús o que tiene una idea errada sobre Él.
Veamos cómo comienza nuestro texto bíblico de esta semana:
Los judíos respondieron: «¿Acaso no tenemos razón al decir que tú eres samaritano, y que tienes un demonio?»
Para estos líderes judíos, Jesús era un samaritano y un endemoniado.
Debemos notar que los samaritanos eran originarios de la región de Samaria, la cual era una zona donde se habían mezclado muchas culturas, razas y religiones, y que, por lo tanto, las personas que venían de allí eran paganos o judíos que no eran considerados totalmente puros. Esto los hacía despreciables para algunos israelitas, y eran una especie de judíos de baja categoría. Es por lo que historias como las del Buen Samaritano —contada por Jesús en otro momento— causó tanto impacto, pues Jesús quiso hacer ver que la salvación venía también sobre ellos y que había samaritanos muy buenos, incluso mejores que muchos judíos. En todo caso, Jesús no era de Samaria. Recordemos que, según el relato bíblico, había nacido en Belén (región de Judea), y que había crecido en Nazaret (región de Galilea), más no en Samaria.
Ante la acusación de ser un endemoniado, así contestó:
Respondió Jesús: «Demonio no tengo. Yo lo que hago es honrar a mi Padre, pero ustedes me deshonran. Y yo no busco mi gloria. Pero hay uno que la busca, y que juzga. 51 De cierto, de cierto les digo que, el que obedece mi palabra, nunca verá la muerte».
Jesús no les dijo: ¿Ustedes no saben quién soy yo? Tampoco les dijo de frente cuán equivocados estaban ellos sobre la opinión que de Él tenían.
Jesús les contestó diciendo a quién Él servía, a quién honraba, quién vendría a juzgarlos, y lo que Él estaba haciendo para convertir en vida eterna la muerte que los seres humanos se merecían.
¿Vida eterna? ¿Cómo puedes hablar de vida eterna si hasta Abrahán y los profetas murieron? ¿Quién te crees que eres, Jesús?, ellos replicaron.
Él les dijo:
Abrahán, el padre de ustedes, se alegró al saber que vería mi día. Y lo vio, y se alegró. Los judíos le dijeron: «Ni siquiera tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Antes de que Abrahán fuera, yo soy.» 59 Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo.
Jesús declara aquí quién es en realidad. En primer lugar, afirma su preexistencia. Es decir, Él había estado antes que Abrahán, y todas las cosas, porque era el Dios encarnado. De hecho, el evangelio de Juan comienza diciendo que Jesús era la Palabra que estaba en el principio, en la creación, y que por Él todas las cosas fueron hechas… que Él era la Palabra hecha carne (Juan 1:1-14). De igual forma, Jesús revela su naturaleza divina cuando dice: “…Antes de que Abrahán fuera, yo soy”.
Este “Yo Soy” apunta al nombre de Dios revelado por el Señor mismo cuando se manifiesta ante Moisés en Éxodo 3:14. Es “Yo Soy” la forma en la que Dios revela su nombre, su identidad, y quién es en realidad.
Jesús no perdió el tiempo explicando lo que no era, sino más bien lo usó para revelar lo que sí era: Dios mismo haciéndose un hombre, un ser humano, con el propósito de llevar a cabo, a toda costa, el sacrificio necesario para la salvación de toda la humanidad.
Mi primera intención en este mensaje es que sepas quién es Jesús en realidad, y que conozcas su plan para salvarte.
Jesús no es el samaritano endemoniado que creían algunos judíos de su tiempo, ni el líder religioso con mensaje revolucionario o comunista que algunos quisieran hacer creer por estos días: Él es el “Yo Soy” revelado en las Escrituras, el Hijo de Dios encarnado y hecho un ser humano, aquél que dará vida eterna a quienes le creen en sus corazones y le confiesan con sus labios, Él es el Señor mismo que junto al Padre y al Espíritu Santo son un solo Dios, desde siempre y para siempre.
Cuando Jesús nos dice: “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy la puerta”, “Yo soy el buen pastor”, o “Yo soy la resurrección y la vida”, no solo nos está contando lo que es capaz de hacer, sino su identidad divina, su poder sobre todas las cosas, su existencia desde antes de la fundación del mundo.
Sin embargo, no a todas las personas les gusta escuchar esta verdad. Hay gente que reacciona con ira, rechazo, y corazones endurecidos. Dice el texto: Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo.
Esto me lleva al siguiente punto de mi mensaje: Hay gente que seguramente rechazará a Jesús y todo lo que tenga que ver con Él, incluso a ti.
Los judíos estaban llenos de rabia, y quizás dijeron: ¡¿Quién se ha creído este Jesús?! ¡¿Acaso no sabe quiénes somos nosotros?!
Por supuesto que querían matarlo, no solo porque para ellos Jesús estaba blasfemando —al ponerse a sí mismo al mismo nivel de Dios— sino porque ya estaban cansados de sus mensajes, de sus milagros, de cómo los exponía ante las personas, de todo lo que estaba haciendo por la gente. Sin duda alguna, lo odiaban y querían eliminarlo.
Esto no dista mucho de lo que ocurre por nuestros días. Hay personas en nuestro mundo a quienes no les gusta para nada el mensaje de Jesús. Por eso algunos mienten sobre Él, lo cuestionan, lo intentan minimizar, y quieren restarle importancia a su mensaje o quizás desaparecerlo… olvidando que Cristo sigue obrando y sigue siendo relevante en muchas naciones, y que la historia de la humanidad, todavía se divide en antes y después de Él.
Por eso no nos sorprende que, en su tiempo, Jesús fuera tan despreciado, y que en el nuestro siga siendo rechazado.
A veces, con nuestro actuar, nosotros también lo rechazamos.
Cuando ponemos otras cosas por encima de Él, lo estamos rechazando. Cuando elegimos el pecado por encima del tipo de vida que Él puede obrar en nosotros, lo estamos rechazando. Cuando no creemos sus palabras, o despreciamos su predicación o los regalos de los sacramentos, muy frecuentemente lo estamos rechazando.
Y por causa de Él hay gente que, nos rechazará a nosotros junto con Jesús. Cristo ya lo advirtió: “Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que resista hasta el fin será salvado” (Mateo. 10:22).
A Jesús lo odiaron tanto estos judíos de su tiempo, que no se detuvieron hasta verlo colgado y muerto en una cruz. Ellos definitivamente no conocían al Dios del que se jactaban, y sus corazones endurecidos los llevaron a condenar al propio Hijo de Dios.
Mis amigos… dos verdades se levantan frente a nosotros en este día. En primer lugar, que Jesús es el Hijo de Dios, es Dios mismo, nuestro Señor, hecho hombre y enviado al mundo para obrar nuestra salvación, tal y como lo confesamos en el Credo Apostólico. Segundo, sabemos además que esta verdad no será aceptada jamás por aquellos que no le conocen, o se niegan a conocerle, y cuyos corazones de piedra seguirán manteniéndolos alejados del plan de salvación de Dios, revelado en las Escrituras y manifestado en la persona de Jesucristo.
Y ahora permíteme cerrar hablando de lo que significa esta palabra para nosotros hoy en día…
A lo mejor, también estarás tentado a decir alguna vez: ¿Usted no sabe quién soy yo?
Y estoy seguro de que a tu alrededor hay muchos que quizás te conocerán profundamente, como también habrá otros que tendrán opiniones distintas o erradas de ti. Pero hay uno que sí te conoce, inclusive antes de que nacieras ya sabía de ti. Estoy hablando del Dios Trino que conoce cada detalle de ti: El Padre Creador que te ha formado y que desde el principio ha tenido un plan para entrar en tu vida… el Hijo Salvador, cuyo amor por ti es más grande que tus pecados, tus errores, y esas cosas que ni tú te atreverías a confesar… y por supuesto el Espíritu Santo, que obra fe en tu corazón y te ilumina con sus dones. Es en este Dios, y lo que Él hace por ti, donde en verdad está tu identidad.
Si te fijas en el texto de hoy, Jesús tenía claras dos cosas: quién era —el “Yo Soy”— y a quién honraba, —al Padre. Por lo tanto, estas dos cosas no se te pueden olvidar a ti: quién eres, y a quién debes honrar.
Recuerda esto: Tu pasado no te define, tus pecados no son todo lo que eres, ni tampoco esas imperfecciones que a veces te alejan del amor de Dios. Muchos no sabrán ni tu nombre, pero Dios sí, y cuando somos bautizados, cuando le creemos a Cristo, cuando en arrepentimiento sincero venimos a Él, por gracia divina nuestro nombre se escribe en el libro de la vida, en la lista sagrada y eterna de aquellos que han sido redimidos por el mismísimo Señor, el “Yo Soy” que está por encima de todo nombre.
Así que te invito a quitar tus ojos por un momento de lo que tú crees que eres, o de lo que eres capaz de hacer, y los pongas en Jesús, en su Palabra, en lo que Él nos da en los Sacramentos y con su perdón, para que lo conozcas mejor, para que no tengas una idea errada de Él, y para que lo confieses.
De igual forma, te invito a prepararte para el rechazo. Seguro muchos rechazarán que tengas a Jesús en tu vida, como una manera de ellos de rechazar al propio Jesús. La vida cristiana está llena de momentos difíciles, de sufrimientos, de cruces que cargar, de gente que nos despreciará… y sin embargo Dios nos dice: “Bienaventurado el que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza” (Jeremías 17:7).
Así que no dudes en poner tu confianza en el Padre que te ha creado y te conoce, el Hijo que te ama y te ha redimido, y el Espíritu Santo que siempre te acompaña y obra fe en tu corazón. Cuando descubrimos la obra de Cristo, entonces descubrimos quiénes somos en verdad y lo mucho que valemos para Dios. Amén.
Recuerda que, si te ha gustado este mensaje, puedes compartirlo con tus conocidos. Estoy seguro de que muchos a tu alrededor también querrán saber la verdad de este Dios creador y redentor de la humanidad. Para conocer más y mejor a Jesús puedes ponerte en contacto con nosotros aquí en Cristo Para Todas las Naciones. ¡Que tengas una feliz semana! ¡Hasta pronto!