PARA EL CAMINO

  • Jesús, enséñanos a orar

  • julio 27, 2025
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 11:1-13
    Lucas 11, Sermons: 3

  • Hace algún tiempo mi amigo Alex me contó cómo un momento de oración cambió su vida para siempre. Alex no era el más creyente de todas las personas, pero algo cambió cuando tuvo su primer y único hijo. Me dijo que él y su esposa habían intentado por mucho tiempo tener un bebé, pero que esto fue toda una odisea llena de complicaciones, visitas al médico, medicinas, y un sinfín de dificultades.

    Cuando finalmente la esposa de Alex quedó embarazada y llegó el ansiado momento del parto, ellos creyeron que por fin lo habían logrado. Sin embargo, no fue así. El hijo de Alex nació muy enfermo y desde el primer momento los médicos no daban el mejor pronóstico. El pobre niño pasó semanas en el hospital internado en cuidados intensivos, y durante todo ese tiempo Alex iba y venía del hospital, totalmente roto, cansado, sin esperanzas, sin fe, sin nada.

    Un día, mi amigo recibió una llamada de su esposa pidiéndole que se fuera corriendo al hospital pues el niño se había puesto muy mal. En ese momento, Alex sintió que todo se había acabado, cayó de rodillas, se puso a llorar, y se rindió.

    Él me dijo que en ese momento solo sintió la necesidad de hablar con Dios. Lo describe como una fuerza en su corazón que lo empujaba a simplemente hablar con el Señor en oración.

    Alex no era un hombre de oración, ni de fe, ni de iglesia, y esto de rezar era algo que nunca había hecho. Era una persona que fue a la iglesia de niño, cuando fue bautizado, pero hasta allí. ¡Nunca más se le vio por una iglesia! Pero ese día, pensó que el único capaz de ayudarlo era el Señor. Por lo tanto, de rodillas y rendido, le dijo a Dios todo lo que llevaba por dentro: que estaba cansado de ver cómo la paternidad era tan fácil para otros y no para él; que lo odiaba por no sanar a su bebito, por permitir que su familia sufriera todo esto; que no entendía el «por qué» tenían que pasar por algo así, si ellos no eran malas personas. No fue quizás la mejor oración. Fue más bien una súplica llena de rabia, reproches, frustración y dolor. Pero Dios la escuchó. Quizás mi amigo no estaba cerca de Dios, pero Dios sí estaba cerca de él.

    Alex no conocía el poder de su Bautismo, que lo hacía hijo de Dios, ni tampoco sabía del poder del Dios al que había orado. Él ignoraba el vínculo que tenía con Dios, pero Dios no.

    Al llegar al hospital, todavía con el rostro lleno de lágrimas y el alma rota, supo que lo del bebé no pasó de un susto, y a partir de allí aquel niño se recuperó de forma impensable, hasta que sanó, salió del hospital en los brazos de sus padres, y hoy es un niño feliz que crece junto a su familia. Aunque Alex y yo no somos muy cercanos, de vez en cuando veo sus fotos en redes sociales, y siempre que las veo me acuerdo de esta historia que hoy les comparto.

    ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con Dios de una forma tan cercana, tan profunda, y tan sincera?

    Hay dos errores muy comunes que frecuentemente veo en las personas, particularmente los creyentes. El primero es no orar. Creo que parte fundamental de nuestra conexión con Dios es, sin duda, la oración. Y desafortunadamente hay muchos cristianos que les da pereza orar, que no creen en el poder de Dios para contestar oraciones, o que —como he escuchado por ahí— no quieren molestar a Dios. El otro error es hacer de la oración algo rutinario, pero no en el buen sentido de la palabra sino todo lo opuesto. Estos son los que solo oran cuando van a una iglesia, o antes de comer, o que oran para recitar algo que ya se saben o decir dos o tres palabras bonitas, y ya está. Esto es lo que yo llamaría una oración para tener algo que decir, sin la confianza de que alguien me escuche.

    El mensaje de hoy busca conectarte con la oración poderosa y eficaz de la que habla la Biblia, que es más fe que palabras, y que aprendemos en el modelo de Jesucristo.

    Debes saber que Jesús oraba todo el tiempo, incluso en los días más ocupados y tensos.

    Dice el texto que: 1 En cierta ocasión, Jesús estaba orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

    Los discípulos querían aprender a orar. Primero porque veían que era algo que Jesús hacía frecuentemente. Querían aprender a orar porque también veían a los discípulos de Juan que sabían orar. Fíjense lo importante que es modelar a otros. Jesús no solo enseñaba con palabras, sino también con el ejemplo.

    ¿Y qué cosa nos enseña Jesús de la oración?

    Hay tres elementos esenciales sobre la oración que me gustaría que aprendiéramos juntos en esta oportunidad, basándonos en este evangelio y también en lo que enseña la Biblia.

    Lo primero: la oración es un acto relacional.

    Jesús oraba a su Padre en los cielos, y cuando enseña a sus discípulos a orar, qué es lo primero que dice, cómo arranca la oración: “Padre nuestro que estás en los cielos…”.

    En el Catecismo Menor del Dr. Martín Lutero, el reformador de la Iglesia explica que al decir esto: “Dios quiere atraernos para que creamos que Él es nuestro verdadero Padre y nosotros Sus verdaderos hijos, a fin de que le pidamos con valor y plena confianza, como hijos amados a su amoroso padre”.

    Entonces, orar es cuando tú y yo, como hijos de Dios que somos, juntos o de forma individual, nos disponemos a hablar con nuestro Papá celestial y todopoderoso. Es como el amigo del que habla Jesús en el texto de hoy, que va por ayuda sin importar que ya es muy tarde porque sabe que allí estará su amigo, es decir, hay una relación allí… es también como el papá que da cosas buenas a sus hijos cuando estos vienen a él… porque están conectados producto de la relación que tienen.

    Así que, mis queridos amigos, es esencial que sepamos que la oración no está allí solamente porque tenemos necesidades, sino porque tenemos un papá bueno dispuesto a escuchar.

    1era de Pedro, capítulo tres nos dice: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones…” (1 Pedro 3:12).

    En segundo lugar, quiero que sepas que la oración es un acto continuo.

    Dice Jesús en el texto de hoy: 5 También les dijo: «¿Quién de ustedes, que tenga un amigo, va a verlo a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a visitarme, y no tengo nada que ofrecerle”? 7 Aquél responderá desde adentro y le dirá: No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mis niños están en la cama conmigo. No puedo levantarme para dártelos” 8 Yo les digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sí se levantará por su insistencia, y le dará todo lo que necesite.

    Todas las oraciones son escuchadas, pero no todas tendrán la respuesta que quieres y esperas.

    A veces Dios nos dice que y nos da lo que pedimos casi de inmediato, y me llena de gozo cuando veo cosas que se hacen realidad y que comenzaron con peticiones de oración. Otras veces sencillamente nos dice que no, que no es lo mejor para nosotros, que no es el momento, o que Él tiene algo más en mente. A menudo esto es muy duro de entender y de aceptar para muchas personas, pero no tanto como cuando el Señor nos dice: espera. Me ha pasado muchas veces, y créeme que la paciencia y esperar no son lo mío.

    Pero la clave es que insistamos en la oración. Como dicen por ahí: persistir y nunca desistir, esto es, orar continuamente y sin detenernos, o como bien invita San Pablo en 1era de Tesalonicenses 5:17, “oren sin cesar”. Aún en los días en los que creemos que Dios está más callado y ausente, Él te oye y quiere que sigas orando con insistencia.

    En Lucas, capítulo 18, Jesús cuenta una historia de una viuda que va ante un juez injusto una y otra vez buscando justicia por un problema que tenía. Fue tantas veces, que este juez no tuvo más remedio que atenderla. Tu oración no hará que tu deseo se cumpla, pero sí te conectará más y más con Aquél que tiene el poder sobre todas las cosas, y esa conexión no la rompe cualquiera. Por eso es que oramos sin cesar.

    Dice Jesús en el texto de hoy: 9 Así que pidan, y se les dará. Busquen, y encontrarán. Llamen, y se les abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

    Ya sabemos que la oración es relacional, y nos acerca a Dios nuestro Padre; también que es algo continuo, que no es algo de una sola vez en la vida, o una sola vez a la semana, sino que debemos orar todo el tiempo, y en todo lugar.

    Finalmente, lo tercero, es importante que sepas que la oración es para todos y por todos.

    La Biblia está llena de oraciones (de gente hablando con Dios), de personas que oraban por motivos diferentes y en circunstancias diferentes, y de invitaciones a orar por todas las personas, desde nuestras necesidades propias, hasta por nuestros gobernantes, nuestros enemigos, y aquellas cosas más íntimas en nuestro corazón. No hay oración que moleste a Dios, y no hay nada demasiado pequeño ni demasiado grande, como para no traerlo a Dios en oración.

    Dice San Pablo a los Efesios: “Oren en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y manténganse atentos, siempre orando por todos los santos” (Efesios 6:18).

    Y en la epístola de Santiago, leemos: “La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. . . La oración del justo es muy poderosa y efectiva” (Santiago 5:16-18).

    Al igual que los discípulos de Jesús, nosotros también tenemos necesidad de orar. Jesús les enseñó a ellos, y también a nosotros el Padrenuestro, que leemos en el evangelio de esta semana y que es quizás la oración más conocida en el mundo, y una herramienta poderosa que tenemos hoy en día para iniciar una conversación con Dios. Pero tú puedes hablarle a Dios directamente, y por medio de Jesús hacerle saber lo que sientes, tus peticiones, y las cosas que pesan sobre tu vida. No es que Dios no las conozca, o que necesite de tu oración para poder saberlas, es para que tú sepas que hay un Dios que te escucha, que tiene más poder que tú, y que es el lugar correcto para traer eso que nadie más puede atender.

    Mi amigo Alex recibió lo que quería, y hoy tiene en casa a una esposa que lo adora y a un hijo sano y salvo. Desde aquel momento, aquella oración y todo lo que Dios hizo después, lograron que Alex ahora no se aparte del Señor. Hoy es un hombre de fe, que va a una iglesia, ora todo el tiempo, y es parte de un ministerio que enseña a otros hombres a tener una relación más profunda con Dios. Él quería que todo lo que su hijo atravesaba finalmente terminara, pero Dios tenía eso y más, mucho más, en mente. Él oró por sanidad, y Dios se metió en su vida para darle algo más importante: fe, fe en Jesucristo.

    Cuando estaba niño, me gustaban mucho las series de televisión de superhéroes. Crecí viendo El Zorro, El Chapulín Colorado, Superman, y de todos, mi favorito era Batman. Me acuerdo que en los episodios de Batman, cuando las autoridades querían llamarlo para que viniera pronto a acabar con los malos, ellos usaban un teléfono rojo con el que se comunicaban directamente con el superhéroe. Batman siempre contestaba y siempre solucionaba lo que necesitaba de su ayuda.

    La oración es tu teléfono rojo, tu línea directa con Jesús, que no solo intercede por ti, sino que te enseña a orar, te perdona cuando no oras como debieras, te da la fe para confiar en el Dios al que estás orando, y te promete que ninguna oración tuya quedará sin respuesta.

    Esta comunicación directa con Dios no nació de la nada, por el contrario, tuvo un alto precio. Para que existiera esta relación entre tú (un hijo pecador) y Dios, Jesús tuvo que vivir la vida perfecta y sin pecado que nosotros no podíamos vivir, morir en una cruz para pagar en ella el alto costo de nuestros pecados, y resucitar para que en nosotros también hubiera vida en lugar de muerte, y salvación en lugar de condenación.

    Créelo o no, Jesús en la cruz, cuando sufría el mayor de los dolores, y padecía el castigo que no merecía, ¿sabes qué hizo? Oró por aquellos que lo estaban asesinando (Lucas 23:34).

    Él hoy ora por ti, intercede por ti, y hace que cada una de tus peticiones al cielo, sean escuchadas por un Dios que todo lo puede, que te ama, te salva, te perdona, y que siempre quiere escucharte. Amén.

    ¿Oramos juntos?

    Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. Porque tuyo es el Reino, el poder, y la gloria, por siempre. Amén»

    Si quieres aprender más de la oración, permite que te invite a descargar en nuestra página de Para El Camino un folleto genial, y totalmente gratis, que habla sobre el poder que tiene la oración, y que encuentras en el siguiente enlace: https://shoplhm.org/la-oracion-prayer/

    Recuerda que, para saber más sobre Jesús, o conocer más de todos los recursos que tenemos para ofrecerte tanto en Estados Unidos como en América Latina, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí en CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES. ¡Hasta la próxima!