PARA EL CAMINO

  • Cuidado con tu amor por el dinero

  • septiembre 21, 2025
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 16:1—15
    Lucas 16, Sermons: 4

  • El hijo de un famoso narcotraficante dijo que, en una ocasión, mientras su padre era buscado por la justicia, ellos tuvieron que quemar montones de dinero para hacer una fogata y protegerse del frío. En sus memorias, este hombre cuenta que eso ocurrió cuando él era apenas un adolescente, y que en ese momento de cautiverio supo que el dinero a veces no vale nada. ¿De qué servía tener tantos millones de dólares si no podíamos vivir en paz?, se preguntaba mientras contaba su experiencia.

    Alguien dijo alguna vez que hay gente tan pobre que lo único que tiene es dinero.

    A menudo escucho decir que el dinero es malo, hace daño, divide familias, rompe hogares, destruye relaciones, y hace que la gente se vuelva codiciosa, avara, y egoísta. Sin embargo, cuando abrimos las Escrituras, nos damos cuenta de que tal vez el dinero no es el problema, sino —como decía San Pablo— el problema real es lo mucho que amamos el dinero. Él escribía en una de sus cartas a Timoteo:

    “Los que quieren enriquecerse caen en la trampa de la tentación, y en muchas codicias necias y nocivas, que hunden a los hombres en la destrucción y la perdición; porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual algunos, por codiciarlo, se extraviaron de la fe y acabaron por experimentar muchos dolores” (1 Timoteo 6:9-10).

    Como ves, el problema no es la plata sino lo mucho que algunos llegan a amarla.

    El texto de esta semana, que leemos al principio del evangelio de Lucas, capítulo 16, nos habla en cierta manera de nuestra relación con el dinero. Por lo tanto, para los efectos de nuestra enseñanza semanal, quisiera invitarlos a poner nuestra atención en dos pilares centrales de este evangelio: por una parte, que entendamos la parábola del mayordomo infiel que nos presenta Jesús; y por otro lado, que reflexionemos juntos en lo que el propio Jesús enseña sobre el dinero en este texto.

    Un mayordomo es —en el lenguaje bíblico— una persona que administra los bienes de otra. Es decir, es un gerente de una propiedad, un negocio, o unas tierras, que le pertenece a alguien más, usualmente un amo. La parábola nos cuenta que había un mayordomo que estaba siendo acusado de “malgastar los bienes de su amo”.

    Aparentemente, este hombre estaba disipando lo que le pertenecía al dueño, a través de un pobre desempeño y que, por lo tanto, tendría que ser despedido.

    Yo no sé si ustedes alguna vez han sido despedidos de algún trabajo. Gracias a Dios, a mí solo me han despedido una vez, y créanme que siempre estuve de acuerdo con esa decisión. Yo tenía unos 18 años, y era un inmigrante en Canadá. Allí me habían conseguido un trabajo en el área de construcción, algo que jamás había hecho en la vida y para lo que no estaba preparado. Me regañaban todo el tiempo por tardarme de más completando las tareas, por no usar bien las herramientas, y por malgastar los materiales que se requerían para hacer el trabajo. No creo que haber durado más de una semana. Un día fui a trabajar y el que era mi supervisor me dijo: Ya no te necesitamos, ¡muchas gracias por tu servicio!

    No tuvo que explicarme nada. Yo sabía que me estaban echando y conocía perfectamente las razones. Yo creo que ni trabajando de gratis me hubieran dejado seguir allí.

    Así pasó con el mayordomo infiel de la historia que cuenta Jesús. Él no negó las acusaciones pues sabía que eran verdad. Él no pidió que lo dejaran en su puesto, ni ofreció disculpas, ni trató de convencer a nadie. Por el contrario, se ideó un plan para el futuro que vendría para él.

    Dice el texto:

    3 Entonces el mayordomo se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer si mi amo me quita la mayordomía? ¿Cavar la tierra? ¡No soy capaz! ¿Pedir limosna? ¡Qué vergüenza! 4 ¡Ya sé lo que haré! Así, cuando se me quite la mayordomía, seré bien recibido en cualquier casa”. 5 Llamó entonces a cada uno de los deudores de su amo, y al primero le dijo: “¿Cuánto le debes a mi amo?” 6 Aquél respondió: Cien barriles de aceite.” El mayordomo le dijo: Toma tu cuenta y, enseguida, siéntate y anota cincuenta”. 7 A otro le dijo: Y tú, ¿cuánto debes?” Y aquél respondió: Cien sacos de trigo”. El mayordomo le dijo: Toma tu cuenta, y anota ochenta”.

    Este hombre sabía que no tenía capacidades para trabajar la tierra, es decir, estaba consciente de sus propias limitaciones. Además, sabía que eso de pedir limosna era demasiado vergonzoso para él, y entonces cancela también esa opción. Por ello es que prefiere ganarse el amor y el respeto de la gente, en este caso los deudores de su amo, para que cuando lo terminaran de echar, el mayordomo pudiera entonces tener amigos que le dieran una mano, lo cobijaran, y lo ayudaran. Su plan entonces consistía en reducir las deudas de aquellos que le debían plata a su jefe, y con esta acción intentaba de alguna manera comprar el amor de aquellos deudores, pues sabía que ya no gozaba del afecto de su amo.

    ¿Cuál fue la respuesta del amo al ver todo esto? ¿Qué nos dice Jesús?

    8 Y el amo elogió al mal mayordomo por haber actuado con tanta sagacidad, pues en el trato con sus semejantes los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz. 9 »Por tanto, les digo: Háganse de amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, sean ustedes recibidos en las mansiones eternas.

    Les confieso que la primera vez que leí este versículo, y esta respuesta del amo, el asombro me llevó a releerlo unas cuantas veces más. No entiendo —desde mi perspectiva humana— este tipo de justicia.

    Sin embargo, si se fijan bien, Jesús no está elogiando lo que el mayordomo decidió hacer, ni su cuestionable actuar, ni tampoco deja de llamarlo “mal mayordomo”. Aquí, lo que se resalta es la sagacidad que a veces tienen los hijos de este mundo, aquellos que no confían en Dios, y que a menudo falta en aquellos que son llamados “hijos de la luz”, o los creyentes y seguidores de Jesús. Sepan también que elogiar no es aprobar.

    Conozco personas que, aunque tienen corazones que no creen ni confían en Dios, llevan vidas repletas de amor por sus familias y por los más necesitados, y que viven con generosidad por otros. Esto no los salvará, ni le dará el cielo a alguien. Nadie se salva por hacer buenas obras sin fe, pero nos ayuda a contrastar cómo actúan a menudo los hijos del mundo y los hijos de la luz.

    Hay creyentes que no usan lo poco o mucho que tienen, y no me refiero solo al dinero, pues hay cristianos con muchos talentos y dones, y con bastante tiempo libre. No usan ni sus recursos materiales, ni sus capacidades, ni tampoco un poco de tiempo, para servir a Dios, al prójimo, a sus iglesias, o a sus comunidades.

    Nosotros, por el pecado, por pensar que otros —y no nosotros mismos— pueden hacer esta u otra tarea, o sencillamente porque no nos nace en el corazón, a veces estamos siendo mayordomos infieles, que malgastan los dones recibidos, y que no tenemos la sagacidad para enfrentar nuestros problemas, o para servir a otros, o para construir hogares más sanos, iglesias más sanas, ni trabajos o negocios mejores.

    Y es precisamente esto lo que Jesús quiere que veamos en esta primera parte de la enseñanza: tenemos que ser mejores mayordomos de todo lo que Dios nos da. Nosotros, los creyentes, somos mayordomos también y nuestro amo es el Señor. Él, en su gracia y amor, nos da todo lo que tenemos: recursos, talentos y dones, tiempo, oportunidades… un montón de bendiciones, en mayor o menor medida, pues unos reciben regalos diferentes y desafíos diferentes, y la pregunta que siempre deberíamos hacernos es: ¿Qué estoy haciendo con todo lo que el Señor me está dando? ¿Cómo lo estoy utilizando? ¿Cómo puedo ser un mejor mayordomo?

    Quisiera dejarte allí esta interrogante, y ahora quiero que veamos qué más dice Jesús sobre nuestra relación con el dinero, y que es la segunda parte de nuestra enseñanza. Si el primer problema era que estamos malgastando lo que recibimos y carecemos de sagacidad, el segundo problema tiene que ver con poner lo material de este mundo en el lugar que le corresponde a Dios y lo eterno. Revisamos el texto una vez más:

    10 »El que es confiable en lo poco, también lo es en lo mucho; y el que no es confiable en lo poco, tampoco lo es en lo mucho. 11 Porque si en el manejo de las riquezas injustas ustedes no son confiables, ¿quién podrá confiarles lo verdadero? 12 Y si con lo ajeno no resultan confiables, ¿quién les dará lo que les pertenece? 13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas».

    Es justo preguntarnos qué es lo más importante: las riquezas o Aquél que nos da las riquezas.

    Dios nos ha dado todo lo que tenemos. Nos dio un cuerpo físico, nos provee comida, ropa, vivienda. También nos ha dado intelecto y tiempo. ¿Estamos cuidando nuestro cuerpo? ¿Estamos nutriendo nuestra mente con todo lo que consumimos, en especial en las redes sociales? ¿Qué tal nos va con el uso de nuestro tiempo?

    El tema es que ahora hay una nueva onda en la que muchos quieren cuidar la línea, y van al gimnasio, y hacen actividades más saludables. ¡Todo esto es genial!

    Sin embargo, ¿te estás cuidando para salir mejor en la foto o porque reconoces que tu cuerpo le pertenece a Dios?

    Es genial tener redes sociales y podemos en ellas aprender un montón, pero ¿usas tu teléfono más que lo que abres una Biblia?

    A mí me encanta un domingo en casa, almorzando con mi familia, y viendo juntos un partido de fútbol. Esto es algo que me llena de gozo y disfruto mucho, y a muchas personas también. Pero ¿es este plan mejor que el de ir a una iglesia un domingo en la mañana o invertir tiempo en la oración?

    Cuando lo que tienes está por encima de Dios, y cuando lo que quieres ocupa el espacio que le pertenece a tu Señor, allí hay un problema porque no podemos poner a las dos cosas al mismo nivel, no puedes tener dos señores en tu vida. Es lo que Jesús nos dice:

    13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas».

    Mis queridos amigos de Para El Camino:

    Más de una vez, hemos sido mayordomos infieles con todo lo que Dios nos da. El poco o mucho dinero que tenemos es malgastado, y pocas veces usado con sagacidad para que crezca y sea capaz de apoyar a otros. Igual pasa con nuestros talentos y nuestro tiempo, usado muy poco para bendecir a nuestros prójimos o compartir con otros de Jesucristo.

    Igual ha pasado con todo lo material o esas cosas que nos han llevado a la idolatría de poner algo por encima de Dios, o amar más lo que Él nos da que a Él mismo. De esto y más debemos arrepentirnos, y por esto y más debemos mirar nuestra relación con el Señor con ojos de gratitud y servicio.

    Yo no sé si ustedes aman tanto a sus posesiones, o a esas cosas que tanto les gustan, al punto de dar sus vidas por esas cosas. Algunos yo sé que han perdido todo, o han malgastado sus vidas, por tener más, por más fama, por más casas, por más dinero.

    Pero no sé qué tanto estarías dispuesto a hacer por amor a esas riquezas temporales que nos ofrece el mundo. Sin embargo, hay algo que sí sé, y es que esos amores no son nada comparado al amor de Dios por ti, donde para salvarte envió a Su Hijo al mundo, a comprar la vida eterna que no te mereces, no con oro ni plata, sino con su vida, y derramando su sangre en una Cruz.

    Quizás para tus ojos el mayordomo infiel debió ser despedido por sus faltas. Por las tuyas, y por tus pecados, tú también merecías ser despedido y castigado. Pero Dios, que tiene una justicia diferente a la nuestra, optó por castigar al inocente y justo Jesucristo, y en el amoroso sacrificio del Señor, hoy nos da perdón, vida eterna y salvación… a nosotros los injustos.

    Él te ama tanto que envió a Jesús para ser tu Redentor, y hoy no te deja tirado en la calle. Él está contigo, dándote lo que necesitas, proveyendo en tu vida diaria, brindándote un cuerpo, una mente, y tiempo, para que actúes con sagacidad en este mundo, y para que le honres, poniéndolo a Él por encima de todo, con una fe que confía en Él por sobre todas las cosas, y con la entrega de poner lo mucho o poco que tienes a Su servicio, y al servicio de los necesitados.

    Él no quiere tu dinero, pues eso y todo en realidad le pertenece a Él… Dios quiere que le sirvas, que le ames, que confíes en Él, y que uses todo eso para que otros también crean y le sigan. Él quiere que sepas que ante Sus ojos ya no somos mayordomos malos que merecen ser despedidos, sino mayordomos fieles, que aman a Jesucristo, y que viven agradecidos y dispuestos a compartir.

    Él te sigue buscando, para que en arrepentimiento verdadero tu vida comience a administrar mejor lo que Él quiere darte, y para que lo pongas a Él de primero en todo, pues Él te ama tanto que te ha puesto a ti primero. Amén.

    Queridos amigos: si quieres conocer más de Jesús y de la salvación que recibimos por gracia a través de Él, te invito a ponerte en contacto desde ya con nosotros aquí en Cristo Para Todas las Naciones. ¡Tengan todos y todas una feliz semana! ¡Dios los bendiga!