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ALIMENTO DIARIO
Se verá angustiado y afligido, pero jamás emitirá una queja... como oveja delante de sus trasquiladores se callará y no abrirá su boca. ... será arrancado por completo de este mundo de los vivientes y morirá por el pecado de mi pueblo... Morirá en compañía de malhechores; a pesar de que nunca hizo violencia a nadie, ni jamás profirió una sola mentira (Isaías 53:7a,c,8b-9b).
La primera muerte humana registrada en la historia fue una muerte violenta. Qué dolor debe haber atravesado el corazón de los primeros padres de la humanidad cuando su propio hijo, por celos y enojo, mató a sangre fría a su propio hermano de sangre.
Así, desde el inicio de la historia aprendimos a protestar con violencia. Nos quejamos con violencia, y con violencia imponemos orden y desorden. Siempre hay excepciones, como Mahatma Gandhi, quien imprimió en la India el movimiento de la resistencia no violenta y logró así independizar sin violencia a su país de los poderes extranjeros. Por su parte, el pastor evangélico, Martin Luther King, promovió la protesta no violenta en su país y logró diezmar las luchas raciales de su tiempo. Estos dos hombres no violentos murieron de forma violenta, cuando una bala les arrebató la vida.
No había balas de plomo en los tiempos de Jesús, pero violencia no faltó. El pueblo estaba cansado de la opresión extranjera y muy decidido a portar armas y a enfrentar batalla. Pero Jesús, como el más pacífico de los hombres, el «Príncipe de paz», eligió el camino de la no violencia. Desechó la ayuda de legiones de ángeles que tenía a disposición para salir bien librado y aceptó calladamente la voluntad de su Padre de morir bajo las violentas manos de los romanos como sacrificio, como ofrenda de paz.
Isaías nos anticipa la muerte de Cristo, su actitud sumisa, su boca cerrada. Cristo dejó la vida entre dos ladrones. Dejó que lo arrancaron del mundo de los vivos. Aunque nunca dijo una mentira, sufrió el odio y la violencia. Y sobre todo, los pecados del pueblo. El inocente y pacífico murió para traernos la paz de Dios.
Padre, gracias por el sacrificio de Jesús por nuestros pecados. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo describe Isaías a Dios en este pasaje?
* ¿Qué fortaleza encuentras en el Príncipe de paz?
Rev. Héctor Hoppe
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