ALIMENTO DIARIO

  • "¿NO ME CONOCES?"


  • diciembre 23, 2018
  • Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz, y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue. Lucas 2:6-7Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz, y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue. Lucas 2:6-7


  • Recuerdo llegar a casa con mi hijo recién nacido en brazos pensando: «¿Dónde están los adultos? ¿Quién va a cuidar de este bebé?» No me parecía correcto que alguien (¿Dios?) hubiera confiado tanto en mí como para mantener a salvo ese pedacito de ser humano de apenas tres días de nacido. ¿Acaso Dios no me conocía? ¡Lo más que había hecho hasta entonces era criar un perro!

    Para María y José debe haber sido peor aún: su niño era el Hijo de Dios. ¿Cómo podían criar ellos al santo Hijo de Dios? ¿Acaso Dios no los conocía? ¿Cómo podía confiarles a su Hijo?

    Pero sabían que tenían que seguir adelante. José acomodó lo mejor que pudo a su nueva familia, mientras María sacó las cosas para el bebé, lo envolvió cálidamente y luego encontró lugar en un pesebre para que durmiera seguro. Con la ayuda de Dios, los padres de Jesús se dedicaron a su nueva tarea, confiando en que Dios repararía cualquier error que cometieran.

    Tal vez te estés preguntando dónde están los adultos que deberían ayudarte con tus desafíos. Pero a ti Jesús te dice lo mismo que le dijo a Pablo: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Y con Pablo podemos responder: «Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí» (2 Corintios 12:9). Nuestro Salvador Jesús murió y resucitó por nosotros. Él no nos dejará solos en ninguno de nuestros desafíos.

    ORACIÓN: Padre, cuando no sé qué hacer, dame tu Espíritu Santo para que me guíe y dirija. Amén.


    PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
    ¿Alguna vez hubieras deseado que un «adulto real» se hiciera cargo de tus responsabilidades?
    ¿Alguna vez te ayudó Dios a enfrentar una situación difícil?


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