ALIMENTO DIARIO

  • "Medicina que cura"


  • mayo 26, 2011
  • De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. 1 Corintios 15:21De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. 1 Corintios 15:21


  • En 1978, un fotógrafo universitario trabajaba tranquilamente en su estudio sin darse cuenta que, al respirar, estaba contrayendo el virus mortal de la viruela. Al igual que un tercio de todas las personas que contrae ese virus, eventualmente falleció.

    El virus mortal que causó su muerte viajó desde un laboratorio altamente contaminado que se encontraba un piso más abajo. De alguna forma, el virus viajó a través de los conductos del edificio, y llegó a los pulmones del fotógrafo.

    Ese fotógrafo fue la última persona que se sabe murió por el virus de la viruela. Dado que eso ocurrió hace más de 30 años, muchos países en el mundo y la Organización Mundial de la Salud, creen que debe ser el último. Para ello, quieren que se destruyan las muestras del virus que todavía existen.

    Pero Rusia y los Estados Unidos, los únicos países que oficialmente tienen las cepas de la enfermedad, por varias razones se niegan a hacerlo. El debate es cada vez más acalorado, y no se sabe quién ganará.

    Esa historia acerca de una enfermedad mortal del cuerpo me recuerda de otra enfermedad, una enfermedad espiritual, la enfermedad del pecado. A diferencia de la viruela, que mata a muchos y deja cicatrices a los que sobreviven, la enfermedad del pecado siempre es fatal.

    Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a este mundo para que nuestro futuro fatal pudiera ser eliminado. Con ese único propósito, dedicó su vida entera a contener y erradicar el pecado, y a asegurarse que nadie necesite morir por causa de la enfermedad espiritual.

    Fue un esfuerzo que le costó la vida. En una colina en las afueras de la cuidad de Jerusalén, el Hijo de Dios murió clavado a una cruz para que el resto del mundo pueda ser salvo.

    Gracias a Dios, Jesús triunfó. Su resurrección de la muerte demostró que él no sólo venció al pecado, sino que también conquistó al diablo y la muerte. Y gracias a que Jesús triunfó, nosotros hemos recibido la única medicina que nos libera del dominio terrible y mortal del pecado.

    Jesús es la cura del pecado. Eso es lo que el amado discípulo Juan escribió a los cristianos de todos los tiempos. En 1 Juan 1:7b, él dijo: «… la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado». La sangre de Jesús es la medicina que siempre cura, siempre, el 100% del tiempo.

    Y por ello debemos dar gracias a Dios: porque gracias a Jesús, nunca más nadie necesita morir por causa del pecado.

    ORACIÓN: Señor, te doy gracias porque con su vida, muerte y resurrección, Jesús nos ha dado la cura para el pecado. Ayúdame a compartir esta medicina con todos los que me rodean. En el nombre de mi Salvador. Amén.

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