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ALIMENTO DIARIO
De la misma manera, ustedes, los esposos, sean comprensivos con ellas en su vida matrimonial. Hónrenlas, pues como mujeres son más delicadas, y además, son coherederas con ustedes del don de la vida. Así las oraciones de ustedes no encontrarán ningún estorbo (1 Pedro 3:7).
Hace poco vi a alguien intentando abrir una puerta vieja a empujones. Le daba con fuerza. Pero lo único que necesitaba era un poco de aceite y una mano más suave. Pensé: cuántas veces en las relaciones cercanas se intenta resolver las cosas con empuje, con control o con palabras duras… cuando lo que realmente se necesita es comprensión, ternura y respeto.
1 Pedro da una instrucción clara para quienes viven en el contexto del matrimonio. El llamado es a ser comprensivos, a honrar al otro, reconociendo que ambos son coherederos del don de la vida. Y esto no es un consejo romántico ni una sugerencia cultural. Es una palabra de Dios que conecta directamente con la vida espiritual: cuando falta la honra y la comprensión, incluso la oración puede verse estorbada.
Y no se trata de cumplir reglas para ganar el favor de Dios, sino de reflejar a Cristo, quien amó a su Iglesia con ternura y sacrificio. Él no vino a imponerse, sino a entregarse. Y así nos llama a vivir: no desde la fuerza, sino desde el amor que viene de Él.
Y cuando no lo logramos, Cristo, con Su perdón, restaura, limpia y vuelve a capacitar.
Así que, si alguna vez sentiste que intentaste “empujar una puerta” en tu relación, tal vez era momento de detenerse, buscar a Cristo, y recordar que más que fuerza… se necesita ternura.
Padre nuestro, gracias por mostrarnos, en Cristo, que más que fuerza, se necesita ternura. Perdónanos cuando actuamos desde el orgullo, y condúcenos por medio de Tu gracia a vivir con humildad, amor y honra. En el nombre de Jesús. Amén.
Para reflexionar
*¿Cómo ha demostrado Jesús comprensión y ternura hacia su Iglesia, y qué te enseña eso sobre tu trato hacia los demás?
*¿Te ha pasado que intentaste arreglar algo en casa con fuerza, y lo que en verdad hacía falta era paciencia, tiempo o suavidad?
Diaconisa Noemí Guerra
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