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ALIMENTO DIARIO
Hagan esto en memoria de mí (Lucas 22:19c).
¿Cuál es tu comida favorita? Te confieso que me cuesta decidirme. Pero te voy a ser sincera… lo que más disfruto no es tanto el plato, sino la compañía. Hay comidas que saben mejor cuando se comparten con gente que uno quiere. ¿Te ha pasado? Tal vez fue una cena familiar, una comida sencilla con buenos amigos, o ese platillo que te hace pensar en tu abuela. Ahora, imagínate que a esa mesa te invita Jesús. Sí, Él mismo.
Bueno, eso es exactamente lo que pasa en la Santa Cena.
La noche antes de ser entregado, Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos. Compartió pan y vino, pero no fue cualquier comida. Fue un regalo eterno. Cuando dijo «hagan esto en memoria de mí», no se refería a un simple recuerdo emocional. Nos está dando su verdadero cuerpo y su verdadera sangre, para el perdón de nuestros pecados.
¡Eso es lo más grande! Jesús no nos dejó solos con nuestras culpas, ni con nuestras dudas. Nos dejó un medio real de gracia, donde Él mismo viene a nosotros. No es un símbolo vacío, es Su presencia viva. Cada vez que participamos, Él nos perdona, nos fortalece y nos recuerda que seguimos siendo suyos.
Y cuando fallamos —porque sí, fallamos—, cuando nos sentimos lejos o sin ganas, Él sigue extendiendo Sus manos y nos dice con amor: “Toma y come. Toma y bebe”.
Jesús es el verdadero Cordero de Dios, el que se ofreció una sola vez por todos en la Cruz (Hebreos 10:12). Y ahora, por medio de su Santa Cena, nos da fuerzas para vivir en Su gracia cada día.
Hoy, puedes descansar en su promesa. No tienes que llevar nada a la mesa. Solo abrir las manos y recibir. Eso sí es una comida que nunca se olvida.
Padre nuestro, gracias porque en la Santa Cena nos das la mejor comida: el cuerpo y la sangre de Cristo para el perdón de nuestros pecados. Ayúdanos a confiar en su promesa y a recibir su gracia con alegría. En el nombre de Jesús. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Por qué la Santa Cena es la mejor comida que puedes recibir en tu vida?
* ¿Cómo puedes vivir con gratitud al saber que Cristo sigue invitándote a Su mesa, aun cuando fallas?
Diaconisa Noemí Guerra
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