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ALIMENTO DIARIO
En otra ocasión, Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12En otra ocasión, Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12
Los niños de la clase de Escuela Dominical estaban de pié frente a la congregación. Acababan de cantar un himno, y ahora cada uno tenía que recitar un versículo de la Biblia que habían memorizado para esa ocasión. A uno de los niños, estresado por la situación, inexplicablemente se le había olvidado la parte del versículo que decía: «Yo soy la luz del mundo».
Afortunadamente, la madre del niño, quien había llegado a la iglesia con mucha anticipación, se había sentado en la primera fila, así que, cuando vio la consternación en que se encontraba su hijo, se acercó a él lo más que pudo, y le balbuceó : «Yo soy la luz del mundo».
El niño tomó un respiro y, muy orgulloso, dijo en voz alta: «Mi mamá es la luz del mundo».
No quiero desmerecer las extraordinarias cualidades de esa madre. Después de lo que hizo, ¿cómo podría hacerlo? Ella le estaba enseñando a su hijo a conocer a su único Salvador. Pero, aún así, ella no es «la luz del mundo».
Ese título, sólo lo puede llevar una persona: el Señor Jesucristo. Él nos rescata de la oscuridad de nuestros pecados y nos saca de esa tumba oscura en que nos mantiene el pecado. Jesús vino precisamente a cambiar las cosas. Él vino a traernos luz. Él es la luz del mundo que disipa la oscuridad del pecado en que vivimos.
¿Cuánto éxito ha tenido el Señor?
Preguntémosles a sus discípulos, que prefirieron enfrentar una muerte terrible antes de negarlo. Él es la luz del mundo. Preguntémosles a los mártires de cada generación, preguntémosles a los padres que han sepultado a sus hijos, o a las viudas que le han dado una despedida muy temprana a sus esposos.
En los momentos de densa oscuridad, solamente la luz del Cristo crucificado y resucitado nos trae esperanza, vida y luz.
ORACIÓN: Señor Jesús, tú nos has dado lo que nosotros no podemos dar. Con tu vida, sufrimiento, muerte y resurrección llevaste luz a donde sólo había tinieblas. Gracias a que tú vives, mi futuro es brillante. Por todas tus bondades te doy infinitas gracias. En tu nombre. Amén.
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