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ALIMENTO DIARIO
Cuando los principales sacerdotes y los alguaciles lo vieron, a gritos dijeron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" Pero Pilato les dijo: "Pues llévenselo, y crucifíquenlo ustedes; porque yo no hallo en él ningún delito." Juan 19:6Cuando los principales sacerdotes y los alguaciles lo vieron, a gritos dijeron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" Pero Pilato les dijo: "Pues llévenselo, y crucifíquenlo ustedes; porque yo no hallo en él ningún delito." Juan 19:6
Hace siete años, Isaac fue declarado inocente en el asesinato de Declan, su amigo y compañero de trabajo. La policía no tenía a ningún sospechoso hasta que alguien les dijo que, en una fiesta, Isaac había confesado a seis amigos, que él lo había matado.
Tanto la policía como el fiscal creyeron que tal confesión daría por terminado el caso, pero estaban equivocados. El abogado de Isaac llamó a los testigos al estrado y les preguntó acerca de su admisión. Todos estuvieron de acuerdo en que, cuando Isaac había hecho su confesión, estaba drogado… pero, al mismo tiempo, también dijo ser el responsable por el atentado que derrumbó las torres gemelas de Nueva York.
El jurado declaró a Isaac inocente, por lo que quedó en libertad.
Pero había un problema: Isaac no era inocente. Hace unas pocas semanas, se apareció en la policía y confesó el asesinato. Pero, debido a lo que dice la Constitución, Isaac no puede ser vuelto a juzgar por el mismo crimen, así que el culpable queda libre otra vez.
Parece tan injusto… casi tan injusto como lo que sucedió en otro juicio… un juicio que se llevó a cabo hace casi 2.000 años. Aunque la injusticia no es lo único que estas dos situaciones tienen en común.
En el caso de Isaac, al culpable se le ha permitido vivir en libertad; en el juicio de Jesús, el inocente fue condenado a muerte. En el caso de Isaac, los fiscales creyeron que él era culpable, mientras que en el caso de Jesús fue el juez quien repetidamente decía que él era inocente.
Sí, lo que le sucedió a Jesús fue injusto… increíblemente injusto.
Pero el juicio de Jesús, que terminó en su sacrificio, fue todo parte del plan de Dios para salvarnos. Como nuestro sustituto, Jesús cumplió las leyes que nosotros habíamos desobedecido, resistió las tentaciones que nos habían hecho tropezar, cargó los pecados que nos condenaban, y murió la muerte que era nuestro bien merecido castigo.
Fue injusto, terriblemente injusto, pero Jesús hizo con gusto todo lo que el Padre le pidió, todo lo que era necesario, para que usted y yo, y todos los que creen en él como Salvador, podamos ser perdonados y adoptados en la familia de la fe.
Injusto, sí. Pero es una injusticia por la cual voy a estar agradecido, literalmente, por la eternidad.
ORACIÓN: Señor, permíteme ver con total claridad las injusticias que Jesús soportó para que pudiera ser salvo. Concédeme un corazón agradecido por el sacrificio que mi Señor inocente hizo por mi alma. En su nombre. Amén.
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