El orgullo del hombre es un hijo: lleva el nombre de la familia, le da nietos, es lo que hace posible al hombre revivir su juventud con todas las alegrías y frustraciones que él mismo experimentó de niño. Sin embargo, un hijo no es jamás una copia exacta de lo que fue su padre, sino que tienen sus propios gustos y, sobre todo, su propia alma. Esto causa muchos problemas a los padres que pretenden que sus hijos sean lo que ellos quieren, pero casi nunca se salen con la suya.