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ALIMENTO DIARIO
Me puse luego a considerar mis propias obras y el trabajo que me habĂa costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusiĂłn, un querer atrapar el viento… EclesiastĂ©s 2:11a (DHH)
Mientras seguĂan su camino, alguien le dijo: «Señor, yo te seguirĂ© adondequiera que vayas.» JesĂșs le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dĂłnde recostar su cabeza.» Y a otro le dijo: «SĂgueme.» AquĂ©l le respondiĂł: «Señor, permĂteme ir primero a enterrar a mi padre.» Pero JesĂșs le dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. TĂș, ve y anuncia el reino de Dios.» Otro tambiĂ©n le dijo: «Señor, yo te seguirĂ©; pero antes dĂ©jame despedirme de los que estĂĄn en mi casa.» JesĂșs le dijo: «Nadie que mire hacia atrĂĄs, despuĂ©s de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios.» Lucas 9:57-62
Digo, pues: Vivan segĂșn el EspĂritu, y no satisfagan los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne se opone al EspĂritu, y el del EspĂritu se opone a la carne; y Ă©stos se oponen entre sĂ para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer. Pero si ustedes son guiados por el EspĂritu, no estĂĄn ya sujetos a la ley. Las obras de la carne se manifiestan en adulterio, fornicaciĂłn, inmundicia, lascivia, idolatrĂa, hechicerĂas, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejĂas, envidias, homicidios, borracheras, orgĂas, y cosas semejantes a Ă©stas. Acerca de ellas les advierto, como ya antes les he dicho, que los que practican tales cosas no heredarĂĄn el reino de Dios. Pero el fruto del EspĂritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el EspĂritu, vivamos tambiĂ©n segĂșn el EspĂritu. GĂĄlatas 5:16-25
Y allĂ el Señor le dijo: «¿QuĂ© haces aquĂ, ElĂas?» Y ElĂas respondiĂł: «Es muy grande mi amor por ti, Señor, Dios de los ejĂ©rcitos. Los israelitas se han olvidado de tu pacto, han destruido tus altares, han matado a tus profetas, ÂĄy sĂłlo quedo yo! Pero me andan buscando para quitarme la vida.» Entonces el Señor le dijo: «Sal de tu cueva y espĂ©rame en el monte, delante de mĂ.» ElĂas pudo sentir que el Señor estaba pasando, porque se desatĂł un viento poderoso que a su paso desgajaba los montes y partĂa las rocas. Pero el Señor no estaba en el huracĂĄn. Tras el viento vino un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego. Pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Luego vino un silvo apacible y delicado, y cuando ElĂas lo percibiĂł, se cubriĂł el rostro con su manto y se quedĂł a la entrada de la cueva; entonces escuchĂł una voz que le preguntaba: «¿QuĂ© haces aquĂ, ElĂas?» 1 Reyes 19:9b-13
CuĂdame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tĂș. Fuera de ti, no poseo bien alguno». Salmo 16:1-2 (NVI)
En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque éstos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios. Yo sé bien que para los mortales no hay nada mejor que gozar de la vida y de todo lo bueno que ésta ofrece, y sé también que es un don de Dios el que todo hombre coma y beba y disfrute de lo bueno de todos sus afanes. Eclesiastés 3:11-13
Cuando JesĂșs bajĂł a tierra, le saliĂł al encuentro un hombre de la ciudad poseĂdo por demonios, y que por mucho tiempo no se habĂa puesto ropa alguna, ni vivĂa en una casa sino en los sepulcros. Al ver a JesĂșs, gritĂł y cayĂł delante de Ăl, y dijo en alta voz: «¿QuĂ© tienes TĂș que ver conmigo, JesĂșs, Hijo del Dios AltĂsimo? Te ruego que no me atormentes». Porque Ăl mandaba al espĂritu inmundo que saliera del hombre… SaliĂł entonces la gente… Entonces toda la gente de la regiĂłn alrededor de los gadarenos le pidiĂł a JesĂșs que se alejara de ellos, porque estaban poseĂdos de un gran temor. Lucas 8:27-29a, 35a, 37 NBLA
Pero digo tambiĂ©n: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, sĂłlo que estĂĄ bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre. AsĂ tambiĂ©n nosotros, cuando Ă©ramos niños, vivĂamos en esclavitud y sujetos a los principios bĂĄsicos del mundo. Pero cuando se cumpliĂł el tiempo señalado, Dios enviĂł a su Hijo, que naciĂł de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiĂ©ramos la adopciĂłn de hijos. Y por cuanto ustedes son hijos, Dios enviĂł a sus corazones el EspĂritu de su Hijo, el cual clama: «¥Abba, Padre!» AsĂ que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, tambiĂ©n eres heredero de Dios por medio de Cristo. GĂĄlatas 4:1-7
Los que no preguntaban por mĂ, me buscaron; los que no me buscaban, me encontraron. A los que no invocaban mi nombre, les dije «AquĂ me tienen». Todo el dĂa tendĂ mis manos hacia un pueblo rebelde, un pueblo que va por mal camino y en pos de sus pensamientos; un pueblo que descaradamente me provoca a ira todo el tiempo… AsĂ ha dicho el Señor: «AsĂ como alguien que halla un racimo con uvas jugosas, dice: «Esto es una bendiciĂłn. No hay que dañarlo», asĂ voy a actuar en favor de mis siervos: No los destruirĂ© a todos. HarĂ© que de Jacob salgan descendientes, y que JudĂĄ sea el heredero de mis montes. Mis elegidos tomarĂĄn posesiĂłn de la tierra, y mis siervos la habitarĂĄn». IsaĂas 65:1-3a, 8-9
Muchos son los que dicen de mĂ: No hay para Ă©l salvaciĂłn en Dios. Selah Mas tĂș, JehovĂĄ, eres escudo alrededor de mĂ; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamĂ© a JehovĂĄ, Y Ă©l me respondiĂł desde su monte santo. Salmo 3:2-4 RVR1960