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ALIMENTO DIARIO
Cuando JesĂșs bajĂł a tierra, le saliĂł al encuentro un hombre de la ciudad poseĂdo por demonios, y que por mucho tiempo no se habĂa puesto ropa alguna, ni vivĂa en una casa sino en los sepulcros. Al ver a JesĂșs, gritĂł y cayĂł delante de Ăl, y dijo en alta voz: «¿QuĂ© tienes TĂș que ver conmigo, JesĂșs, Hijo del Dios AltĂsimo? Te ruego que no me atormentes». Porque Ăl mandaba al espĂritu inmundo que saliera del hombre… SaliĂł entonces la gente… Entonces toda la gente de la regiĂłn alrededor de los gadarenos le pidiĂł a JesĂșs que se alejara de ellos, porque estaban poseĂdos de un gran temor. Lucas 8:27-29a, 35a, 37 NBLA
Pero digo tambiĂ©n: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, sĂłlo que estĂĄ bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre. AsĂ tambiĂ©n nosotros, cuando Ă©ramos niños, vivĂamos en esclavitud y sujetos a los principios bĂĄsicos del mundo. Pero cuando se cumpliĂł el tiempo señalado, Dios enviĂł a su Hijo, que naciĂł de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiĂ©ramos la adopciĂłn de hijos. Y por cuanto ustedes son hijos, Dios enviĂł a sus corazones el EspĂritu de su Hijo, el cual clama: «¥Abba, Padre!» AsĂ que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, tambiĂ©n eres heredero de Dios por medio de Cristo. GĂĄlatas 4:1-7
Los que no preguntaban por mĂ, me buscaron; los que no me buscaban, me encontraron. A los que no invocaban mi nombre, les dije «AquĂ me tienen». Todo el dĂa tendĂ mis manos hacia un pueblo rebelde, un pueblo que va por mal camino y en pos de sus pensamientos; un pueblo que descaradamente me provoca a ira todo el tiempo… AsĂ ha dicho el Señor: «AsĂ como alguien que halla un racimo con uvas jugosas, dice: «Esto es una bendiciĂłn. No hay que dañarlo», asĂ voy a actuar en favor de mis siervos: No los destruirĂ© a todos. HarĂ© que de Jacob salgan descendientes, y que JudĂĄ sea el heredero de mis montes. Mis elegidos tomarĂĄn posesiĂłn de la tierra, y mis siervos la habitarĂĄn». IsaĂas 65:1-3a, 8-9
Muchos son los que dicen de mĂ: No hay para Ă©l salvaciĂłn en Dios. Selah Mas tĂș, JehovĂĄ, eres escudo alrededor de mĂ; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamĂ© a JehovĂĄ, Y Ă©l me respondiĂł desde su monte santo. Salmo 3:2-4 RVR1960
[Pedro dijo] Hermanos…» SĂ©palo bien todo el pueblo de Israel, que a este JesĂșs, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.» Al oĂr esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazĂłn, y les dijeron a Pedro y a los otros apĂłstoles: «Hermanos, ÂżquĂ© debemos hacer?» Y Pedro les dijo: «ArrepiĂ©ntanse, y bautĂcense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirĂĄn el don del EspĂritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que estĂĄn lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.» Hechos 2:29a, 36-39
De cierto, de cierto les digo que, el que obedece mi palabra, nunca verĂĄ la muerte.» Entonces los judĂos le dijeron: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. AbrahĂĄn muriĂł, lo mismo que los profetas; Âży tĂș dices: ‘El que guarda mi palabra, nunca verĂĄ la muerte’? ÂżAcaso eres tĂș mayor que nuestro padre AbrahĂĄn, el cual muriĂł? ÂĄY tambiĂ©n los profetas murieron! ÂżQuiĂ©n te crees tĂș?» JesĂșs respondiĂł: «Si yo me glorifico a mĂ mismo, mi gloria nada es; pero el que me glorifica es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios. Ustedes no lo conocen, pero yo sĂ lo conozco. Y si yo dijera que no lo conozco, serĂa un mentiroso como ustedes. Pero lo conozco, y obedezco su palabra. AbrahĂĄn, el padre de ustedes, se alegrĂł al saber que verĂa mi dĂa. Y lo vio, y se alegrĂł.» Los judĂos le dijeron: «Ni siquiera tienes cincuenta años, Âży has visto a AbrahĂĄn?» JesĂșs les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Antes de que AbrahĂĄn fuera, yo soy.» Entonces tomaron piedras para arrojĂĄrselas; pero JesĂșs se escondiĂł y saliĂł del templo. Juan 8:48-49, 51-59
Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «… israelitas, escuchen mis palabras: JesĂșs nazareno, que fue el varĂłn que Dios aprobĂł entre ustedes por las maravillas, prodigios y señales que hizo por medio de Ă©l, como ustedes mismos lo saben, fue entregado conforme al plan determinado y el conocimiento anticipado de Dios, y ustedes lo aprehendieron y lo mataron por medio de hombres inicuos, crucificĂĄndolo. Pero Dios lo levantĂł, liberĂĄndolo de los lazos de la muerte, porque era imposible que la muerte lo venciera… Pues a este JesĂșs Dios lo resucitĂł, y de eso todos nosotros somos testigos. Y como Ă©l fue exaltado por la diestra de Dios, recibiĂł del Padre la promesa del EspĂritu Santo, y ha derramado esto que ahora estĂĄn viendo y oyendo… »SĂ©palo bien todo el pueblo de Israel, que a este JesĂșs, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo» Hechos 2:14a, 22-24, 32-33, 36
ÂżAcaso no estĂĄ llamando la sabidurĂa? ÂżQuĂ©, no deja oĂr su voz la inteligencia? Se para en las colinas, junto al camino; se queda esperando en las encrucijadas. Deja oĂr su voz a un lado de las puertas; a la entrada misma de la ciudad exclama: «A ustedes, los hombres, los llamo; a ustedes, los hombres, dirijo mi voz. Proverbios 8:1-4
Me pregunto: ¿Qué es el ser humano, para que en él pienses? ¿Qué es la humanidad, para que la tomes en cuenta? Hiciste al hombre poco menor que un dios, y lo colmaste de gloria y de honra. ¥Lo has hecho señor de las obras de tus manos! ¥todo lo has puesto debajo de sus pies! Salmo 8:4-6
En Ă©l fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de Ă©l y para Ă©l. Ăl existĂa antes de todas las cosas, y por Ă©l se mantiene todo en orden. Ăl es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Ăl es el principio, el primogĂ©nito de entre los muertos, para tener la preeminencia en todo, porque al Padre le agradĂł que en Ă©l habitara toda plenitud, y por medio de Ă©l reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que estĂĄn en la tierra como las que estĂĄn en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Colosenses 1:16-20