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ALIMENTO DIARIO
El que habĂa sido ciego fue llevado ante los fariseos. Cuando JesĂșs hizo lodo y le abriĂł los ojos al ciego era dĂa de reposo. TambiĂ©n los fariseos volvieron a preguntarle cĂłmo habĂa recibido la vista. Y Ă©l les dijo: «Me puso lodo en los ojos, y yo me lavĂ©, y ahora veo.» Algunos de los fariseos decĂan: «Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el dĂa de reposo.» Y otros decĂan: «¿CĂłmo puede un pecador hacer estas señales?» Y habĂa disensiĂłn entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: «¿TĂș quĂ© opinas del que te abriĂł los ojos?» Y Ă©l respondiĂł: «Creo que es un profeta. … Entonces volvieron a llamar al que habĂa sido ciego, y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador.» Pero Ă©l respondiĂł: «Si es pecador, no lo sĂ©; lo que sĂ sĂ©, es que yo era ciego y ahora veo» (Juan 9:13-17, 24-25)
En el principio ya existĂa la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Ăste vino por testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por Ă©l. Ăl no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. La Palabra, la luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, venĂa a este mundo (Juan 1:1-9).
Por tanto, imiten a Dios, como hijos amados. Vivan en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sà mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, de aroma fragante (Efesios 5:1-2).
MĂĄs bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdĂłnense mutuamente, asĂ como Dios los perdonĂł a ustedes en Cristo (Efesios 4:32 NVI)
En el Ășltimo y gran dĂa de la fiesta, JesĂșs se puso en pie y alzĂł la voz, diciendo: «Si alguno tiene sed, venga a mĂ y beba. El que cree en mĂ, como dice la Escritura, de su interior correrĂĄn rĂos de agua viva» (Juan 7:37-38).
No quiero que desconozcan, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube y que todos atravesaron el mar. Todos ellos fueron bautizados en la nube y en el mar para unirse a MoisĂ©s. Todos tambiĂ©n comieron el mismo alimento espiritual y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebĂan de la roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo (1 Corintios 10:1-4 NVI).
Y ahora, hermanos, les ruego que nos amemos los unos a los otros. Y no es que les esté escribiendo un mandamiento nuevo, sino el que hemos tenido desde el principio. En esto consiste el amor: en que pongamos en pråctica sus mandamientos. Y este es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio (2 Juan 1:5-6 NVI).
JesĂșs le respondiĂł: «Si conocieras el don de Dios, y quiĂ©n es el que te dice: «Dame de beber»; tĂș le pedirĂas a Ă©l, y Ă©l te darĂa agua viva.» La mujer le dijo: «Señor, no tienes con quĂ© sacar agua, y el pozo es hondo. AsĂ que, Âżde dĂłnde tienes el agua viva? ÂżAcaso eres tĂș mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron Ă©l, sus hijos y sus ganados?» JesĂșs le respondiĂł: Todo el que beba de esta agua, volverĂĄ a tener sed; pero el que beba del agua que yo le darĂ©, no tendrĂĄ sed jamĂĄs. MĂĄs bien, el agua que yo le darĂ© serĂĄ en Ă©l una fuente de agua que fluya para vida eterna (Juan 4:10-14).
Cuando el Señor supo que los fariseos habĂan oĂdo decir: «JesĂșs hace y bautiza mĂĄs discĂpulos que Juan» (aunque en realidad JesĂșs no bautizaba, sino sus discĂpulos), saliĂł de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Le era necesario pasar por Samaria, asĂ que fue a una ciudad llamada Sicar, la cual estĂĄ junto a la heredad que Jacob le dio a su hijo JosĂ©. AllĂ estaba el pozo de Jacob, y como JesĂșs estaba cansado del camino, se sentĂł allĂ, junto al pozo. Eran casi las doce del dĂa (Juan 4:1-6).
Pues Cristo mismo nos ha traĂdo la paz. Ăl uniĂł a judĂos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribĂł el muro de hostilidad que nos separaba. Lo logrĂł al poner fin al sistema de leyes de mandamientos y ordenanzas. Hizo la paz entre judĂos y gentiles al crear de los dos grupos un nuevo pueblo en Ă©l. Cristo reconciliĂł a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz, y la hostilidad que habĂa entre nosotros quedĂł destruida (Efesios 2:14-16 NTV).