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ALIMENTO DIARIO
Dios, en el principio, creĂł los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacĂa, las tinieblas cubrĂan la faz del abismo, y el espĂritu de Dios se movĂa sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: «¥Que haya luz!» Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separĂł Dios la luz de las tinieblas; a la luz, Dios la llamĂł «DĂa», y a las tinieblas las llamĂł «Noche». CayĂł la tarde, y llegĂł la mañana. Ăse fue el dĂa primero (GĂ©nesis 1:1-5).
BendecirĂ© a JehovĂĄ que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. A JehovĂĄ he puesto siempre delante de mĂ; Porque estĂĄ a mi diestra, no serĂ© conmovido. Se alegrĂł por tanto mi corazĂłn, y se gozĂł mi alma; Mi carne tambiĂ©n reposarĂĄ confiadamente; Porque no dejarĂĄs mi alma en el Seol, Ni permitirĂĄs que tu santo vea corrupciĂłn. Me mostrarĂĄs la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre (Salmo 16:7-11 RVR1960)
Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve… ÂżY quĂ© mĂĄs puedo decir? Tiempo me faltarĂa para hablar de GedeĂłn, de Barac, de SansĂłn, de JeftĂ©, de David, asĂ como de Samuel y de los profetas, que por la fe conquistaron reinos, impartieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de flaqueza, llegaron a ser poderosos en batallas y pusieron en fuga a ejĂ©rcitos extranjeros… Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cĂĄrceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pobres, angustiados y maltratados (Hebreos 11:1, 32-34, 36-37).
En el Ășltimo y gran dĂa de la fiesta, JesĂșs se puso en pie y en voz alta dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mĂ y beba. Del interior del que cree en mĂ, correrĂĄn rĂos de agua viva, como dice la Escritura.» JesĂșs se referĂa al EspĂritu que recibirĂan los que creyeran en Ă©l. El EspĂritu aĂșn no habĂa venido, porque JesĂșs aĂșn no habĂa sido glorificado (Juan 7:37-39)
Cuando llegĂł el dĂa de PentecostĂ©s, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y soplĂł y llenĂł toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del EspĂritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, segĂșn el EspĂritu los llevaba a expresarse (Hechos 2:1-4).
MoisĂ©s … reuniĂł a los setenta ancianos del pueblo, y los hizo esperar alrededor del tabernĂĄculo. Entonces el Señor descendiĂł en la nube, y hablĂł con Ă©l. TomĂł del espĂritu que estaba en Ă©l, y lo puso en los setenta ancianos; y cuando el espĂritu se posĂł en ellos, comenzaron a profetizar … En el campamento se habĂan quedado Eldad y Medad, dos varones sobre los cuales tambiĂ©n se posĂł el espĂritu. Aunque estaban entre los escogidos, no se habĂan presentado en el tabernĂĄculo; sin embargo, comenzaron a profetizar en el campamento. Entonces un joven fue corriendo a decirle a MoisĂ©s: «¥Eldad y Medad estĂĄn profetizando en el campamento!» JosuĂ© hijo de Nun, que era ayudante cercano de MoisĂ©s, le dijo: «MoisĂ©s, mi señor, ÂĄno se lo permitas!» Pero MoisĂ©s le respondiĂł: «¿Acaso tienes celos por mĂ? ÂĄCĂłmo quisiera yo que todo el pueblo del Señor fuera profeta! ÂĄCĂłmo quisiera yo que el Señor pusiera su espĂritu sobre ellos!» (NĂșmeros 11:24, 25, 26-29).
No se turbe su corazĂłn. Ustedes creen en Dios; crean tambiĂ©n en mĂ… Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. Pero el EspĂritu Santo, a quien el Padre enviarĂĄ en mi nombre, los consolarĂĄ y les enseñarĂĄ todas las cosas, y les recordarĂĄ todo lo que yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazĂłn se turbe y tenga miedo. Ya me han oĂdo decir que me voy, pero que vuelvo a ustedes (Juan 14:1, 25-28a).
Al dĂa siguiente AbrahĂĄn madrugĂł, tomĂł pan y un odre con agua, y luego de ponĂ©rselo a Agar en el hombro, le entregĂł el niño y la despidiĂł. Y ella saliĂł y anduvo sin rumbo fijo por el desierto de Berseba. Cuando le faltĂł agua al odre, tendiĂł al niño bajo un arbusto y fue a sentarse frente a Ă©l a la distancia de un tiro de arco, pues decĂa: «No quiero ver cuando el niño muera.» Ya sentada frente a Ă©l, prorrumpiĂł en llanto. Pero Dios oyĂł la voz del niño. Entonces el ĂĄngel de Dios llamĂł a Agar desde el cielo, y le dijo: «¿QuĂ© te pasa, Agar? No tengas miedo, que Dios ha oĂdo la voz del niño ahĂ donde estĂĄ. Vamos, levanta al niño y sostenlo de la mano, porque yo harĂ© de Ă©l una gran naciĂłn.» Y Dios le abriĂł los ojos, y ella vio un manantial; entonces fue y llenĂł el odre con agua, y le dio de beber al niño. Y Dios estaba con el niño, y Ă©ste creciĂł y se estableciĂł en el desierto, y fue tirador de arco (GĂ©nesis 21:14-20)
JesĂșs hablĂł de estas cosas, y levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tambiĂ©n tu Hijo te glorifique a ti; … »He manifestado tu nombre a aquellos que del mundo me diste; tuyos eran, y tĂș me los diste, y han obedecido tu palabra. Ahora han comprendido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti. Yo les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron; y han comprendido en verdad que salĂ de ti, y han creĂdo que tĂș me enviaste. Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Y todo lo mĂo es tuyo, y lo tuyo es mĂo; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; pero ellos sĂ estĂĄn en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, cuĂdalos en tu nombre, para que sean uno, como nosotros (Juan 17:1, 6-11).
Amados hermanos, no se sorprendan de la prueba de fuego a que se ven sometidos, como si les estuviera sucediendo algo extraño. Al contrario, alĂ©grense de ser partĂcipes de los sufrimientos de Cristo, para que tambiĂ©n se alegren grandemente cuando la gloria de Cristo se revele. … Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que Ă©l los exalte a su debido tiempo. Descarguen en Ă©l todas sus angustias, porque Ă©l tiene cuidado de ustedes. Sean prudentes y mantĂ©nganse atentos, porque su enemigo es el diablo, y Ă©l anda como un leĂłn rugiente, buscando a quien devorar. Pero ustedes, mantĂ©nganse firmes y hĂĄganle frente. Sepan que en todo el mundo sus hermanos estĂĄn enfrentando los mismos sufrimientos, pero el Dios de toda gracia, que en Cristo nos llamĂł a su gloria eterna, los perfeccionarĂĄ, afirmarĂĄ, fortalecerĂĄ y establecerĂĄ despuĂ©s de un breve sufrimiento (1 Pedro 4:12-13; 5:6-10).