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ALIMENTO DIARIO
No se turbe su corazĂłn. Ustedes creen en Dios; crean tambiĂ©n en mĂ… Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. Pero el EspĂritu Santo, a quien el Padre enviarĂĄ en mi nombre, los consolarĂĄ y les enseñarĂĄ todas las cosas, y les recordarĂĄ todo lo que yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazĂłn se turbe y tenga miedo. Ya me han oĂdo decir que me voy, pero que vuelvo a ustedes (Juan 14:1, 25-28a).
Al dĂa siguiente AbrahĂĄn madrugĂł, tomĂł pan y un odre con agua, y luego de ponĂ©rselo a Agar en el hombro, le entregĂł el niño y la despidiĂł. Y ella saliĂł y anduvo sin rumbo fijo por el desierto de Berseba. Cuando le faltĂł agua al odre, tendiĂł al niño bajo un arbusto y fue a sentarse frente a Ă©l a la distancia de un tiro de arco, pues decĂa: «No quiero ver cuando el niño muera.» Ya sentada frente a Ă©l, prorrumpiĂł en llanto. Pero Dios oyĂł la voz del niño. Entonces el ĂĄngel de Dios llamĂł a Agar desde el cielo, y le dijo: «¿QuĂ© te pasa, Agar? No tengas miedo, que Dios ha oĂdo la voz del niño ahĂ donde estĂĄ. Vamos, levanta al niño y sostenlo de la mano, porque yo harĂ© de Ă©l una gran naciĂłn.» Y Dios le abriĂł los ojos, y ella vio un manantial; entonces fue y llenĂł el odre con agua, y le dio de beber al niño. Y Dios estaba con el niño, y Ă©ste creciĂł y se estableciĂł en el desierto, y fue tirador de arco (GĂ©nesis 21:14-20)
JesĂșs hablĂł de estas cosas, y levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tambiĂ©n tu Hijo te glorifique a ti; … »He manifestado tu nombre a aquellos que del mundo me diste; tuyos eran, y tĂș me los diste, y han obedecido tu palabra. Ahora han comprendido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti. Yo les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron; y han comprendido en verdad que salĂ de ti, y han creĂdo que tĂș me enviaste. Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Y todo lo mĂo es tuyo, y lo tuyo es mĂo; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; pero ellos sĂ estĂĄn en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, cuĂdalos en tu nombre, para que sean uno, como nosotros (Juan 17:1, 6-11).
Amados hermanos, no se sorprendan de la prueba de fuego a que se ven sometidos, como si les estuviera sucediendo algo extraño. Al contrario, alĂ©grense de ser partĂcipes de los sufrimientos de Cristo, para que tambiĂ©n se alegren grandemente cuando la gloria de Cristo se revele. … Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que Ă©l los exalte a su debido tiempo. Descarguen en Ă©l todas sus angustias, porque Ă©l tiene cuidado de ustedes. Sean prudentes y mantĂ©nganse atentos, porque su enemigo es el diablo, y Ă©l anda como un leĂłn rugiente, buscando a quien devorar. Pero ustedes, mantĂ©nganse firmes y hĂĄganle frente. Sepan que en todo el mundo sus hermanos estĂĄn enfrentando los mismos sufrimientos, pero el Dios de toda gracia, que en Cristo nos llamĂł a su gloria eterna, los perfeccionarĂĄ, afirmarĂĄ, fortalecerĂĄ y establecerĂĄ despuĂ©s de un breve sufrimiento (1 Pedro 4:12-13; 5:6-10).
[Pedro dijo] «Se hace necesario que, de aquellos que nos acompañaron todo el tiempo en que el Señor JesĂșs estuvo entre nosotros, desde que Juan bautizaba hasta el dĂa en que el Señor subiĂł al cielo, uno de ellos se nos una para ser testigo de su resurrecciĂłn.» … Y en su oraciĂłn dijeron: «Señor, tĂș conoces todos los corazones. MuĂ©stranos a cuĂĄl de los dos has escogido» … Y lo echaron a la suerte, y Ă©sta recayĂł en MatĂas. Y a partir de entonces fue contado entre los once apĂłstoles (Hechos 1:21-22, 24a, 26).
Yo fui quien te tomĂł de los confines de la tierra; yo te llamĂ© de tierras lejanas. Yo te escogĂ, y no te rechacĂ©; yo te dije: «TĂș eres mi siervo». No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudarĂ©; siempre te sostendrĂ© con mi justiciera mano derecha. Todos los que se enojan contra ti quedarĂĄn avergonzados y confundidos; los que contienden contigo perecerĂĄn, y serĂĄn como nada. Cuando busques a los que contienden contigo, no los hallarĂĄs; los que te hacen la guerra serĂĄn como nada, ÂĄinexistentes! Yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene por la mano derecha y te dice: «No tengas miedo, que yo te ayudo. Y tĂș, Jacob, eres como un gusano. Pero no tengas miedo. Ustedes los israelitas, son muy pocos; pero yo soy su socorro.» -Palabra del Señor, el Santo de Israel, tu Redentor (IsaĂas 41:9-14).
Era el dĂa de la preparaciĂłn, y estaba por comenzar el dĂa de reposo. Acompañaron a JosĂ© las mujeres que habĂan venido con JesĂșs desde Galilea, y vieron el sepulcro y cĂłmo fue colocado el cuerpo. DespuĂ©s regresaron a su casa para preparar especias aromĂĄticas y ungĂŒentos, y descansaron en el dĂa de reposo, conforme al mandamiento (Lucas 23:54-56).
[JesĂșs dijo] «Si me aman, obedezcan mis mandamientos. Y yo rogarĂ© al Padre, y Ă©l les darĂĄ otro Consolador, para que estĂ© con ustedes para siempre: es decir, el EspĂritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes lo conocen, porque permanece con ustedes, y estarĂĄ en ustedes» (Juan 14:15-17)
¿Quién podrå hacerles daño, si ustedes siguen el bien? ¥Dichosos ustedes, si sufren por causa de la justicia! Asà que no les tengan miedo, ni se asusten. Al contrario, honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes. Tengan una buena conciencia, para que sean avergonzados aquellos que murmuran y dicen que ustedes son malhechores, y los calumnian por su buena conducta en Cristo. Es mejor que ustedes sufran por hacer el bien, si Dios asà lo quiere, que por hacer el mal (1 Pedro 3:13-17).
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espĂritu se enardeciĂł al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatrĂa. Por eso en la sinagoga discutĂa con los judĂos y con hombres piadosos, y tambiĂ©n con todos los que a diario acudĂan a la plaza. Algunos filĂłsofos de los epicĂșreos y de los estoicos discutĂan con Ă©l. Unos preguntaban: «¿De quĂ© habla este parlanchĂn?» Y otros decĂan: «Es alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de JesĂșs y de la resurrecciĂłn. Entonces lo tomaron, lo llevaron al AreĂłpago y le dijeron: «¿Nos puedes explicar quĂ© es esta nueva enseñanza de la que hablas? Porque esto suena extraño en nuestros oĂdos. Nos gustarĂa saber quĂ© significa todo esto» (Hechos 17:16-20)