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ALIMENTO DIARIO
¡Me libró de los poderosos enemigos que me odiaban y eran más fuertes que yo! (Salmo 18:17).
… bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28:19b).
Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).
El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara quedarse con Él; pero Jesús lo despidió, diciéndole: ‘Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo’. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él (Lucas 8:38-39).
El hombre justo no se aparta de su integridad; ¡dichosos sus hijos, que siguen sus pasos! (Proverbios 20:7).
Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer (Gálatas 5:17). Hace poco escuché este cuento: Un anciano sabio le dijo a su nieto: El niño preguntó: El anciano sonrió y respondió: Este cuento me da escalofríos porque me hace pensar en la lectura de hoy. Si la lucha entre el viejo Adán y el nuevo hombre depende de mí o si «alimento al lobo correcto», no tengo esperanza. La lucha dentro de nosotros es real, pero la victoria no depende de nuestras fuerzas, sino de Cristo. Pablo nos recuerda en Efesios 4:22 que el viejo Adán está corrompido y necesita ser desechado. Pero no somos nosotros los que logramos esa transformación. En 2 Corintios 5:17 se declara que somos una nueva creación en Cristo, no por nuestro esfuerzo, sino porque Él nos ha hecho nuevos. Pablo escribió el versículo de hoy a los cristianos en Galacia porque algunos pensaban que debían seguir las reglas de la Ley de Moisés para ser salvos, mientras que otros creían que podían hacer lo que quisieran porque ya eran libres en Cristo. Pablo les explica que la verdadera libertad en Cristo no significa hacer lo que la carne quiere, sino vivir guiados por el Espíritu. Es Jesús quién pelea por nosotros y alimenta al lobo correcto. Ahora puedes compartir el regalo de esta noticia con alguien más. Padre nuestro, gracias porque en Cristo nos has hecho una nueva creación y has vencido al pecado que aún lucha dentro de nosotros. Amén. Para reflexionar: Diaconisa Noemí Guerra © Copyright 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
-Dentro de cada persona hay una lucha, como si dos lobos vivieran en su corazón. Uno es malvado: se alimenta de la ira, el orgullo, la mentira y la desesperanza. El otro es bueno: se nutre del amor, la verdad, la fe y la esperanza.
-Abuelo, ¿cuál de los dos lobos gana?
-El que alimentas.
* ¿En qué momento de tu vida has sentido la lucha entre los lobos de tu viejo yo y la nueva vida que Cristo te ha dado?
* ¿Cómo has recibido sus medios para fortalecerte en esa batalla?
Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (Romanos 6:4). La autora de esta devoción no dice: me encanta lavar ropa. Es que me recuerda a mi Bautismo. Cuando compro ropa, no la tiro a la basura cuando se ensucia, sino que la lavo con cariño y la sigo usando. Así es nuestro Bautismo: Dios no nos descarta cuando pecamos, sino que nos lava y nos sigue renovando en su gracia y quedamos limpios y olorosos a Él. Nuestro Bautismo no es solo un evento pasado, sino una realidad presente que marca toda nuestra vida cristiana. Ahora tenemos una batalla diaria, confesando nuestros pecados y ahogándolos, y también viviendo una vida nueva de acuerdo con la bondad y el amor de Dios. La lectura de hoy nos recuerda que tu pecado y el mío fue clavado en la Cruz con Jesús, y ahora nuestra vida es sostenida por lo que Jesús hizo y sigue haciendo por nosotros. Los cristianos en Roma habían escuchado la gracia de Dios y algunos pensaban que eso significaba que podían seguir pecando sin consecuencias. Pero Pablo les recuerda que cuando fuimos bautizados, Cristo nos hizo parte de su victoria sobre el pecado y la muerte. Ya no somos esclavos del pecado; Cristo ha vencido. Así como no tiras la ropa cuando se ensucia, Dios no te descarta cuando pecas. No eres un caso perdido, no eres una prenda desechable. Él ya te lavó en el Bautismo y sigue lavándote cada día con su amor. Cristo ya ha hecho todo por ti. Ahora, te llama a vivir en esa realidad: arrepintiéndote, recibiendo su perdón y caminando en su amor. Padre nuestro, gracias porque por el bautismo fuimos sepultados con Jesús en su muerte, para que, así como Jesús resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. En el nombre de Jesús. Amén. Para reflexionar: Diaconisa Noemí Guerra © Copyright 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
* ¿Cómo has experimentado en tu vida el poder del Bautismo, la lavadora de pecados, para renovarte y levantarte después de caer?
* ¿Cuál es el nombre de una persona con la que puedes compartir hoy esta buena noticia?
Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos… (Efesios 4:4-6a). La escritora de esta devoción no dice: este junio, mi esposo y yo celebramos 24 años de casados. Hemos tenido momentos hermosos, pero también desacuerdos. Imagino que en tus relaciones también pasa lo mismo. Pero, eso no significa que tengamos que casarnos otra vez para seguir juntos. Nuestro compromiso sigue en pie. Solo debemos crecer en nuestra relación. Lo mismo ocurre con el Bautismo. No necesitas bautizarte de nuevo o buscar un «segundo bautismo» para recibir más del Espíritu Santo. Dios ya hizo su obra en ti cuando fuiste bautizado. Ahora, esto no significa que no podamos pedir más del Espíritu Santo en nuestra vida. De hecho, como cristianos, anhelamos su presencia y su obra en nosotros cada día. Pedimos al Espíritu Santo que nos llene, nos guíe y nos transforme. Pero esto no es un «segundo bautismo». No estamos recibiendo algo que nos faltaba, sino que estamos creciendo en la fe que ya nos fue dada. Cuando Jesús le dijo a Nicodemo en Juan 3:5: «El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» no hablaba de dos eventos separados, sino de un solo nacimiento espiritual que ocurre en el Bautismo. Y en Tito 3:5, Pablo explica que Dios «nos salvó […] por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo». O sea que, el Espíritu Santo ya ha sido derramado sobre ti en el Bautismo, pero su obra continúa en tu vida. En Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos, no fue un segundo bautismo, sino una manifestación especial que confirmaba la predicación de los apóstoles. Jesús no dejó tu salvación en tu capacidad de sentir su presencia. Aunque a veces te sientas seco espiritualmente o luches con dudas, eso no cambia el hecho que, en tu Bautismo, Dios te dio su Espíritu y te hizo suyo. Ahora puedes compartir este regalo con alguien más. Padre nuestro, gracias porque en el Bautismo nos hiciste tuyos y nos diste tu Espíritu. Llénanos cada día más de tu Espíritu, fortalécenos en la fe y guíanos de regreso a tu Palabra y a la Santa Cena cuando dudemos. En el nombre de Jesús. Amén. Para reflexionar: Diaconisa Noemí Guerra © Copyright 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
* ¿Cuál fue el último desacuerdo que tuviste con alguien? ¿Cómo lo resolvieron?
* ¿Cuándo has experimentado la obra del Espíritu Santo guiándote de vuelta a Cristo?
Yo estaba a su lado, ordenándolo todo, danzando alegremente todos los días, disfrutando siempre de su presencia (Proverbios 8:30). La autora de esta devoción nos dice: los padres son una bendición. El mío es maravilloso. Mi papá y yo tenemos una relación profunda y divertida. Conversamos de todo tema, tenemos acuerdos y desacuerdos, y de vez en cuando también danzamos alegremente. Y es que un buen padre no abandona a sus hijos emocionalmente, sino que se comunica con ellos y se esfuerza por desarrollar una buena y fuerte relación con ellos. Este domingo celebramos el Día del Padre, pero también celebramos la Santísima Trinidad. ¡Qué hermoso es recordar que no adoramos a un Dios lejano o desconocido, sino a un Padre bueno que se ha revelado en Jesús y nos ha dado su Espíritu! La lectura de hoy describe a la Sabiduría de Dios, personificada, quien estaba con el Padre en la creación. Y en el Nuevo Testamento, descubrimos que esta Sabiduría es Jesús mismo, la Sabiduría de Dios hecha carne. Jesús cumplió lo que Proverbios anticipaba. No solo estuvo en la creación, sino que es el Salvador que vino a redimirla. Y ahora, por su muerte y resurrección, te ofrece algo que no puedes obtener por tu propio esfuerzo: el perdón, la vida y la comunión con el Padre. Y el Padre y el Hijo han enviado al Espíritu Santo, quien ahora vive en ti desde tu bautismo. Él es quien te recuerda que no estás solo, quien te da fe cuando dudas, consuelo cuando sufres y fuerzas cuando te sientes débil. Él es el sello de la promesa de Dios, asegurándote que perteneces a su familia para siempre e invitándote a danzar alegremente todos los días. Ahora puedes compartir esta noticia con alguien más. Padre nuestro, gracias porque Jesús estaba a tu lado, ordenándolo todo, danzando alegremente todos los días, disfrutando siempre de tu presencia. Danos la alegría de vivir como tus hijos y la valentía de compartir con otros la esperanza que tenemos en Jesús. En su nombre. Amén. Para reflexionar: Diaconisa Noemí Guerra © Copyright 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
* ¿Cómo ha usado el Espíritu Santo a alguien en tu vida para recordarte el amor del Padre en Jesús?
* ¿Qué tal si hoy danzas alegremente como Jesús, disfrutando de su presencia?
Ciudad en ruinas, sin muralla protectora: ¡eso es el hombre que no frena sus impulsos! (Proverbios 25:28). A mí me encanta la temperatura fría en mi casa, pero mi hermana la prefiere calentita. Cuando me visita, ajusto el termostato para que ambas estemos cómodas. Si lo dejo en el extremo frío, ella tiembla. Pero si lo subo al extremo caliente, yo me derrito. Entonces regulamos el termostato y estamos felices las dos. La templanza en nuestra vida funciona como un termostato, como una muralla protectora: nos ayuda a regular nuestras emociones, deseos y reacciones para protegernos de los extremos que pueden hacernos daño o a los demás. En tiempos bíblicos, una ciudad sin murallas estaba completamente indefensa ante cualquier ataque. La lectura de hoy nos recuerda que así es una vida sin templanza: cuando las emociones y los deseos nos controlan, quedamos expuestos a los extremos y al caos. Si eres como yo, seguramente has tenido momentos en los que la falta de templanza te ha llevado a decir palabras hirientes, a tomar decisiones impulsivas, a ceder ante la tentación. Nos toca entonces pedir perdón a Dios y al prójimo, seguir intentándolo y descansar en el Dios de gracia. Y la templanza no es algo que nosotros producimos, es un fruto del Espíritu Santo. Cristo no solo nos mostró cómo vivir con templanza, sino que la vivió perfectamente en nuestro lugar y nos transforma con su Espíritu para parecernos a Él. Tú no eres una ciudad sin murallas, abandonada a su suerte. En Cristo, tienes templanza, eres protegido, sostenido y renovado cada día. Ahora puedes compartir esta noticia con alguien más. Padre nuestro, gracias porque por Cristo no somos ciudad en ruinas, sin muralla protectora. Tú eres nuestro refugio seguro cuando nuestras emociones y deseos nos desbordan. Ayúdanos a vivir en el fruto de templanza que nos da tu Espíritu. Amén. Para reflexionar: El devocional de hoy va de la mano con el podcast de Cristo Para Todas Las Naciones, Sentido Latino, donde reflexionamos hoy sobre este tema. Diaconisa Noemí Guerra © Copyright 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
* ¿Prefieres la temperatura de tu casa fía o calentita?
* Reflexiona en un momento en el que te sentiste como una ciudad sin murallas y viste cómo Cristo te sostuvo con su gracia.