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ALIMENTO DIARIO
Todos ustedes son mĂos. Lo mismo el padre que el hijo. SĂłlo morirĂĄ quien peque. Nadie mĂĄs… Pero si el malvado da la espalda a todos los pecados que cometiĂł, y cumple todos mis estatutos y actĂșa con apego al derecho y la justicia, no morirĂĄ, sino que vivirĂĄ… Pueblo de Israel, Âżpor quĂ© tienen que morir? ApĂĄrtense de todas las transgresiones que han cometido, y forjen en ustedes un corazĂłn y un espĂritu nuevos, porque yo no quiero que ninguno de ustedes muera. AsĂ que vuĂ©lvanse a mĂ, y vivirĂĄn. Palabra de Dios el Señor (Ezequiel 18:4, 21, 31-32).
Cuando JesĂșs llegĂł al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a Ă©l mientras enseñaba, y le preguntaron: «¿Con quĂ© autoridad haces esto? ÂżQuiĂ©n te dio esta autoridad?» JesĂșs les respondiĂł: «Yo tambiĂ©n les harĂ© una pregunta. Si me la contestan, tambiĂ©n yo les dirĂ© con quĂ© autoridad hago esto. El bautismo de Juan, Âżde dĂłnde era? ÂżDel cielo, o de los hombres?» Ellos discutĂan entre sĂ, y decĂan: «Si decimos que era del cielo, Ă©l nos dirĂĄ: «Entonces, Âżpor quĂ© no le creyeron?» Y si decimos que era de los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos consideran que Juan era un profeta.» Por lo tanto, respondieron a JesĂșs: «No lo sabemos.» Y Ă©l tambiĂ©n les dijo: «Pues yo tampoco voy a decirles con quĂ© autoridad hago todo esto» (Mateo 21:23-27).
Por tanto, si hay alguna consolaciĂłn en Cristo, si algĂșn consuelo de amor, si alguna comuniĂłn del EspĂritu, si algĂșn afecto entrañable, si alguna misericordia, completen mi gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unĂĄnimes, sintiendo una misma cosa. No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, hĂĄganlo con humildad y considerando cada uno a los demĂĄs como superiores a sĂ mismo. No busque cada uno su propio interĂ©s, sino cada cual tambiĂ©n el de los demĂĄs. … HĂĄganlo todo sin murmuraciones ni peleas, para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generaciĂłn maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el dĂa de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida sea derramada en libaciĂłn sobre el sacrificio y servicio de la fe de ustedes, me gozo y regocijo con todos ustedes. Y asimismo, tambiĂ©n ustedes gĂłcense y regocĂjense conmigo (Filipenses 2:1-4, 14-18).
La palabra del Señor vino a mĂ, y me dijo: «Ustedes en la tierra de Israel acostumbran repetir aquel refrĂĄn que dice: «Los padres se comieron las uvas agrias, y a los hijos les dio la dentera.» ÂżEn verdad lo creen? Vivo yo, que ese refrĂĄn nunca mĂĄs volverĂĄ a repetirse en Israel. Todos ustedes son mĂos. Lo mismo el padre que el hijo. SĂłlo morirĂĄ quien peque. Nadie mĂĄs. … EscĂșchenme ahora, pueblo de Israel. Tal vez digan: «Los caminos del Señor no son rectos». ÂżPero en verdad no son rectos? ÂżNo es, mĂĄs bien, que los caminos de ustedes son torcidos? Si el justo deja de ser justo e incurre en actos malvados, merece la muerte, ÂĄy morirĂĄ por la maldad que cometiĂł! Pero si el malvado se aparta de su maldad y se apega al derecho y a la justicia, habrĂĄ salvado su vida por fijarse en todas las transgresiones que habĂa cometido y apartarse de ellas. AsĂ que no morirĂĄ, sino que vivirĂĄ. Pero si aun asĂ el pueblo de Israel sigue diciendo: «Los caminos del Señor no son rectos», Âżen verdad no son rectos mis caminos, pueblo de Israel? ÂĄLo cierto es que son los caminos de ustedes los que no son rectos! (Ezequiel 18:1-4, 25-29).
Entonces AmĂĄn le dijo al rey Asuero: «Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir. Si al rey le parece bien, emita un decreto que autorice su destrucciĂłn. De mi parte, yo pesarĂ© diez mil talentos de plata a los que manejan el tesoro, para que los ingresen a los tesoros del rey.» El rey se quitĂł su anillo y se lo dio a AmĂĄn, hijo de Hamedata el agagueo, que era enemigo de los judĂos, y le dijo: «Puedes quedarte con la plata que me ofreces. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca»… Las cartas enviadas por medio de correos a todas las provincias del rey ordenaban destruir, matar y exterminar a todos los judĂos, jĂłvenes y ancianos, niños y mujeres, y de apoderarse de sus bienes. Todo esto debĂa hacerse en el dĂa trece del mes duodĂ©cimo, que es el mes de Adar (Ester 3:8-11, 13).
[Dijo JesĂșs:] El reino de los cielos es semejante al dueño de una finca, que saliĂł por la mañana a contratar trabajadores para su viña. Convino con ellos en que les pagarĂa el salario de un dĂa, y los enviĂł a su viña… Cuando llegĂł la noche, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: «Llama a los trabajadores y pĂĄgales su jornal. Comienza por los Ășltimos y termina por los primeros» … Al recibirlo, comenzaron a murmurar contra el dueño de la finca. DecĂan: «Estos Ășltimos han trabajado una sola hora, y les has pagado lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el cansancio y el calor del dĂa.» El dueño le dijo a uno de ellos: «Amigo mĂo, no te estoy tratando injustamente. ÂżAcaso no te arreglaste conmigo por el salario de un dĂa?… Âżno tengo el derecho de hacer lo que quiera con lo que es mĂo? ÂżO acaso tienes envidia, porque yo soy bueno?» (Mateo 20:1-2, 8, 11-13, 15)
El reino de los cielos es semejante al dueño de una finca, que saliĂł por la mañana a contratar trabajadores para su viña. Convino con ellos en que les pagarĂa el salario de un dĂa, y los enviĂł a su viña. Como a las nueve de la mañana, saliĂł y vio en la plaza a otros que estaban desocupados, y les dijo: «Vayan tambiĂ©n ustedes a mi viña, y les pagarĂ© lo que sea justo.» Y ellos fueron (Mateo 20:1-4).
Quiero que sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido mĂĄs bien ha servido para el avance del evangelio, de tal modo que mis encarcelamientos por Cristo se han hecho evidentes en todo el pretorio, y a todos los demĂĄs. Con mis encarcelamientos, la mayorĂa de los hermanos ha cobrado ĂĄnimo en el Señor, y mĂĄs y mĂĄs se atreven a hablar la palabra sin temor. … Porque, por causa de Cristo, a ustedes les es concedido no sĂłlo creer en Ă©l, sino tambiĂ©n padecer por Ă©l y tener el mismo conflicto que han visto en mĂ, y que ahora saben que hay en mĂ (Filipenses 1:12-14, 29-30).
Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llĂĄmenlo mientras se encuentre cerca. 7 ÂĄQue dejen los impĂos su camino, y los malvados sus malos pensamientos! ÂĄQue se vuelvan al Señor, nuestro Dios, y Ă©l tendrĂĄ misericordia de ellos, pues Ă©l sabe perdonar con generosidad. 8 El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. 9 AsĂ como los cielos son mĂĄs altos que la tierra, tambiĂ©n mis caminos y mis pensamientos son mĂĄs altos que los caminos y pensamientos de ustedes (IsaĂas 55:6-9).
Por esos dĂas BigtĂĄn y Teres, que eran eunucos del rey y guardianes de la puerta, se enojaron contra el rey Asuero y comenzaron a hacer planes contra Ă©l. Como Mardoqueo estaba sentado a la puerta del rey, se enterĂł de esos planes y se lo hizo saber a la reina Ester. Ella, a su vez, le comunicĂł al rey lo que Mardoqueo le habĂa dicho. Al investigarse el asunto y encontrarse que era cierto, los dos eunucos fueron mandados a la horca. Y el caso quedĂł registrado en el libro de las crĂłnicas del rey (Ester 2:21-23).