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ALIMENTO DIARIO
Quiero cantar ahora por mi amado el canto de mi amado a su viña: Mi amado tenĂa una viña en una ladera fĂ©rtil. La cercĂł y la despejĂł de piedras, y luego plantĂł en ella vides escogidas; en medio del campo levantĂł una torre, y ademĂĄs construyĂł un lagar. Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres. Y ahora, habitantes de JerusalĂ©n, hombres de JudĂĄ: juzguen entre mi viña y yo. ÂżQuĂ© mĂĄs podĂa hacerse a mi viña, que yo no le haya hecho? ÂżCĂłmo es que dio uvas silvestres, cuando yo esperaba que diera buenas uvas?… En realidad, la viña del Señor de los ejĂ©rcitos es la casa de Israel, y los hombres de JudĂĄ son la planta en que Ă©l se complace. Esperaba Ă©l justicia, y sĂłlo hay injusticia; equidad, y sĂłlo hay iniquidad (IsaĂas 5:1-4, 7).
Escuchen esta otra parĂĄbola: «El dueño de una finca plantĂł una viña; le puso una cerca, cavĂł en ella un lagar, levantĂł una torre, y la arrendĂł a unos labradores. Luego se fue lejos. Cuando llegĂł el tiempo de la vendimia, enviĂł a sus siervos para que les entregaran la cosecha. Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y a otro mĂĄs lo apedrearon. El dueño enviĂł de nuevo a otros siervos, mĂĄs que los primeros, y los labradores hicieron lo mismo con ellos. Finalmente, les enviĂł a su hijo, pues decĂa: «A mi hijo lo respetarĂĄn.» Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sĂ: «Ăste es el heredero. Vamos a matarlo, y asĂ nos quedaremos con su herencia.» Entonces, lo sacaron de la viña y lo mataron. AsĂ que, cuando el señor de la viña venga, ÂżquĂ© harĂĄ con esos labradores?» Le respondieron: «DestruirĂĄ sin misericordia a esos malvados, y arrendarĂĄ su viña a otros labradores que le entreguen el fruto a su tiempo.» JesĂșs les dijo: «¿Nunca leyeron en las Escrituras: «La piedra que desecharon los constructores, ha venido a ser la piedra angular. Esto lo ha hecho el Señor, y a nuestros ojos es una maravilla»? (Mateo 21:33-42).
Si alguno piensa que tiene de quĂ© confiar en la carne, yo mĂĄs: fui circuncidado al octavo dĂa, y soy del linaje de Israel, de la tribu de BenjamĂn; soy hebreo de hebreos y, en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que se basa en la ley, irreprensible. Pero todo lo que para mĂ era ganancia, lo he estimado como pĂ©rdida, por amor de Cristo. Y a decir verdad, incluso estimo todo como pĂ©rdida por la excelencia del conocimiento de Cristo JesĂșs, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo y ser hallado en Ă©l, no por tener mi propia justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que viene por la fe, la fe en Cristo; a fin de conocer a Cristo y el poder de su resurrecciĂłn, y de participar de sus padecimientos, para llegar a ser semejante a Ă©l en su muerte, si es que de alguna manera llego a la resurrecciĂłn de entre los muertos. No es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante, por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui tambiĂ©n alcanzado por Cristo JesĂșs. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa sĂ hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrĂĄs, y me extiendo hacia lo que estĂĄ adelante; ÂĄprosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo JesĂșs! (Filipenses 3:4b-14).
Quiero cantar ahora por mi amado el canto de mi amado a su viña: Mi amado tenĂa una viña en una ladera fĂ©rtil. La cercĂł y la despejĂł de piedras, y luego plantĂł en ella vides escogidas; en medio del campo levantĂł una torre, y ademĂĄs construyĂł un lagar. Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres. Y ahora, habitantes de JerusalĂ©n, hombres de JudĂĄ: juzguen entre mi viña y yo. ÂżQuĂ© mĂĄs podĂa hacerse a mi viña, que yo no le haya hecho? ÂżCĂłmo es que dio uvas silvestres, cuando yo esperaba que diera buenas uvas? … En realidad, la viña del Señor de los ejĂ©rcitos es la casa de Israel, y los hombres de JudĂĄ son la planta en que Ă©l se complace. Esperaba Ă©l justicia, y sĂłlo hay injusticia; equidad, y sĂłlo hay iniquidad (IsaĂas 5:1-4, 7).
… Ester dio … este mensaje para Mardoqueo: «Todos los siervos del rey, y los que viven en sus provincias, saben que hay una sola ley para cualquiera que, sin ser llamado por el rey, entre en el patio interior para verlo, y esa ley es la muerte. SĂłlo se salvarĂĄ si el rey extiende hacia Ă©l o ella su cetro de oro. ÂĄPero en estos treinta dĂas yo no he sido llamada para ver al rey!» … «Ve y reĂșne a todos los judĂos que se hallan en Susa, y ayunen por mĂ noche y dĂa; no coman ni beban nada durante tres dĂas, que mis doncellas y yo ayunaremos tambiĂ©n. DespuĂ©s de eso me presentarĂ© ante el rey, aun cuando eso vaya contra la ley. Y si tengo que morir, ÂĄpues morirĂ©!» (Ester 4:11, 16).
Todos ustedes son mĂos. Lo mismo el padre que el hijo. SĂłlo morirĂĄ quien peque. Nadie mĂĄs… Pero si el malvado da la espalda a todos los pecados que cometiĂł, y cumple todos mis estatutos y actĂșa con apego al derecho y la justicia, no morirĂĄ, sino que vivirĂĄ… Pueblo de Israel, Âżpor quĂ© tienen que morir? ApĂĄrtense de todas las transgresiones que han cometido, y forjen en ustedes un corazĂłn y un espĂritu nuevos, porque yo no quiero que ninguno de ustedes muera. AsĂ que vuĂ©lvanse a mĂ, y vivirĂĄn. Palabra de Dios el Señor (Ezequiel 18:4, 21, 31-32).
Cuando JesĂșs llegĂł al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a Ă©l mientras enseñaba, y le preguntaron: «¿Con quĂ© autoridad haces esto? ÂżQuiĂ©n te dio esta autoridad?» JesĂșs les respondiĂł: «Yo tambiĂ©n les harĂ© una pregunta. Si me la contestan, tambiĂ©n yo les dirĂ© con quĂ© autoridad hago esto. El bautismo de Juan, Âżde dĂłnde era? ÂżDel cielo, o de los hombres?» Ellos discutĂan entre sĂ, y decĂan: «Si decimos que era del cielo, Ă©l nos dirĂĄ: «Entonces, Âżpor quĂ© no le creyeron?» Y si decimos que era de los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos consideran que Juan era un profeta.» Por lo tanto, respondieron a JesĂșs: «No lo sabemos.» Y Ă©l tambiĂ©n les dijo: «Pues yo tampoco voy a decirles con quĂ© autoridad hago todo esto» (Mateo 21:23-27).
Por tanto, si hay alguna consolaciĂłn en Cristo, si algĂșn consuelo de amor, si alguna comuniĂłn del EspĂritu, si algĂșn afecto entrañable, si alguna misericordia, completen mi gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unĂĄnimes, sintiendo una misma cosa. No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, hĂĄganlo con humildad y considerando cada uno a los demĂĄs como superiores a sĂ mismo. No busque cada uno su propio interĂ©s, sino cada cual tambiĂ©n el de los demĂĄs. … HĂĄganlo todo sin murmuraciones ni peleas, para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generaciĂłn maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el dĂa de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida sea derramada en libaciĂłn sobre el sacrificio y servicio de la fe de ustedes, me gozo y regocijo con todos ustedes. Y asimismo, tambiĂ©n ustedes gĂłcense y regocĂjense conmigo (Filipenses 2:1-4, 14-18).
La palabra del Señor vino a mĂ, y me dijo: «Ustedes en la tierra de Israel acostumbran repetir aquel refrĂĄn que dice: «Los padres se comieron las uvas agrias, y a los hijos les dio la dentera.» ÂżEn verdad lo creen? Vivo yo, que ese refrĂĄn nunca mĂĄs volverĂĄ a repetirse en Israel. Todos ustedes son mĂos. Lo mismo el padre que el hijo. SĂłlo morirĂĄ quien peque. Nadie mĂĄs. … EscĂșchenme ahora, pueblo de Israel. Tal vez digan: «Los caminos del Señor no son rectos». ÂżPero en verdad no son rectos? ÂżNo es, mĂĄs bien, que los caminos de ustedes son torcidos? Si el justo deja de ser justo e incurre en actos malvados, merece la muerte, ÂĄy morirĂĄ por la maldad que cometiĂł! Pero si el malvado se aparta de su maldad y se apega al derecho y a la justicia, habrĂĄ salvado su vida por fijarse en todas las transgresiones que habĂa cometido y apartarse de ellas. AsĂ que no morirĂĄ, sino que vivirĂĄ. Pero si aun asĂ el pueblo de Israel sigue diciendo: «Los caminos del Señor no son rectos», Âżen verdad no son rectos mis caminos, pueblo de Israel? ÂĄLo cierto es que son los caminos de ustedes los que no son rectos! (Ezequiel 18:1-4, 25-29).
Entonces AmĂĄn le dijo al rey Asuero: «Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir. Si al rey le parece bien, emita un decreto que autorice su destrucciĂłn. De mi parte, yo pesarĂ© diez mil talentos de plata a los que manejan el tesoro, para que los ingresen a los tesoros del rey.» El rey se quitĂł su anillo y se lo dio a AmĂĄn, hijo de Hamedata el agagueo, que era enemigo de los judĂos, y le dijo: «Puedes quedarte con la plata que me ofreces. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca»… Las cartas enviadas por medio de correos a todas las provincias del rey ordenaban destruir, matar y exterminar a todos los judĂos, jĂłvenes y ancianos, niños y mujeres, y de apoderarse de sus bienes. Todo esto debĂa hacerse en el dĂa trece del mes duodĂ©cimo, que es el mes de Adar (Ester 3:8-11, 13).