+1 800 972-5442 (en español)     Â
+1 800 876-9880 (en inglés)
ALIMENTO DIARIO
ÂżEntonces, quĂ©? ÂżPecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ÂĄDe ninguna manera! ÂżAcaso no saben ustedes que, si se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia?… Y una vez liberados del pecado llegaron a ser siervos de la justicia… pero como ya han sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, el provecho que obtienen es la santificaciĂłn, cuya meta final es la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dĂĄdiva de Dios es vida eterna en Cristo JesĂșs, nuestro Señor (Romanos 6:15-16, 18, 22-23)
Entonces, ÂżquĂ© diremos? ÂżSeguiremos pecando, para que la gracia abunde? ÂĄDe ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ÂżcĂłmo podemos seguir viviendo en Ă©l?… Sabemos que nuestro antiguo yo fue crucificado juntamente con Ă©l, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos mĂĄs al pecado… Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni lo obedezcan en sus malos deseos. Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presĂ©ntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado ya no tendrĂĄ poder sobre ustedes, pues ya no estĂĄn bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:1,2, 6, 12-14).
»Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ĂĄngeles con Ă©l, se sentarĂĄ en su trono de gloria, y todas las naciones serĂĄn reunidas ante Ă©l. Entonces Ă©l apartarĂĄ a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos. PondrĂĄ las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda, y entonces el Rey dirĂĄ a los de su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundaciĂłn del mundo… «De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos mĂĄs pequeños, por mĂ lo hicieron». Entonces dirĂĄ tambiĂ©n a los de la izquierda: «¥ApĂĄrtense de mĂ, malditos! ÂĄVayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ĂĄngeles! … «De cierto les digo que todo lo que no hicieron por uno de estos mĂĄs pequeños, tampoco por mĂ lo hicieron.» Entonces Ă©stos irĂĄn al castigo eterno, y los justos irĂĄn a la vida eterna» (Mateo 25:31-34, 40,41, 45-46).
Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta distancia de Ă©l, y levantando la voz le dijeron: «¥JesĂșs, Maestro, ten compasiĂłn de nosotros!» Cuando Ă©l los vio, les dijo: «Vayan y presĂ©ntense ante los sacerdotes.» Y sucediĂł que, mientras ellos iban de camino, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, al ver que habĂa sido sanado, volviĂł alabando a Dios a voz en cuello, y rostro en tierra se arrojĂł a los pies de JesĂșs y le dio las gracias. Este hombre era samaritano. JesĂșs dijo: «¿No eran diez los que fueron limpiados? ÂżDĂłnde estĂĄn los otros nueve? ÂżNo hubo quien volviera y alabara a Dios sino este extranjero?» Y al samaritano le dijo: «LevĂĄntate y vete. Tu fe te ha salvado» (Lucas 17:12-19).
Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por medio del pecado entró la muerte, asà la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pero el pecado de Adån no puede compararse con el don de Dios. Pues si por el pecado de un solo hombre muchos murieron, la gracia y el don que Dios nos dio por medio de un solo hombre, Jesucristo, abundaron para el bien de muchos. Asà que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno solo vino la justificación de vida a todos los hombres. Porque asà como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, asà también por la obediencia de uno solo muchos serån constituidos justos. La ley se introdujo para que abundara el pecado; pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que asà como el pecado reinó para traer muerte, también la gracia reine por la justicia para darnos vida eterna mediante Jesucristo, nuestro Señor (Romanos 5:12-21).
AsĂ, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo… Y no sĂłlo esto, sino que tambiĂ©n nos regocijamos en los sufrimientos, porque sabemos que los sufrimientos producen resistencia, la resistencia produce un carĂĄcter aprobado, y el carĂĄcter aprobado produce esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazĂłn por el EspĂritu Santo que nos ha dado… Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aĂșn Ă©ramos pecadores, Cristo muriĂł por nosotros… Y no sĂłlo esto, sino que tambiĂ©n nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliaciĂłn (Romanos 5:1, 3-5, 8, 11).
Porque la promesa dada a AbrahĂĄn y a su descendencia en cuanto a que recibirĂa el mundo como herencia, no le fue dada por la ley sino por la justicia que se basa en la fe… Porque la ley produce castigo, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresiĂłn…Como estĂĄ escrito: «Te he puesto por padre de muchas naciones.» Y lo es delante de Dios, a quien creyĂł, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no existen, como si existieran. Contra toda esperanza, AbrahĂĄn creyĂł para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le habĂa dicho: «AsĂ serĂĄ tu descendencia.» AdemĂĄs, su fe no flaqueĂł al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (pues ya tenĂa casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudĂł, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleciĂł en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era tambiĂ©n poderoso para hacer todo lo que habĂa prometido (Romanos 4:13, 15, 17-21).
Porque el reino de los cielos es como un hombre que, al irse de viaje, llamĂł a sus siervos y les entregĂł sus bienes… El que habĂa recibido las cinco mil monedas se presentĂł, le entregĂł otras cinco mil, y dijo: «Señor, tĂș me entregaste cinco mil monedas, y con ellas he ganado otras cinco mil; aquĂ las tienes.» Y su señor le dijo: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondrĂ©. Entra en el gozo de tu señor.» El que habĂa recibido las dos mil monedas dijo: «Señor, tĂș me entregaste dos mil monedas, y con ellas he ganado otras dos mil; aquĂ las tienes.» Su señor le dijo: «Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondrĂ©. Entra en el gozo de tu señor.» Pero el que habĂa recibido mil monedas llegĂł y dijo: «Señor, yo sabĂa que tĂș eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges lo que no esparciste. AsĂ que tuve miedo y escondĂ tu dinero en la tierra. AquĂ tienes lo que es tuyo.» Su señor le respondiĂł: «Siervo malo y negligente… ÂĄquĂtenle esas mil monedas y dĂ©nselas al que tiene diez mil!» (Mateo 25:14, 20-26a, 28)
¿Acaso esta dicha es solamente para los que estån circuncidados, o es también para los que no lo estån? Porque decimos que la fe de Abrahån se le tomó en cuenta como justicia. ¿Cuåndo se le tomó en cuenta? ¿Antes de ser circuncidado, o después? Antes, y no después. Entonces Abrahån fue circuncidado como señal, como sello de la justicia por la fe que tuvo antes de ser circuncidado. De esa manera, Abrahån es padre de todos los creyentes que no estån circuncidados, a fin de que también a ellos la fe se les tome en cuenta como justicia. Y también es padre de aquellos que, ademås de estar circuncidados, siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahån antes de ser circuncidado (Romanos 4:9-12).
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en Ă©l. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y estĂĄn destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redenciĂłn que proveyĂł Cristo JesĂșs… Entonces, ÂżdĂłnde estĂĄ la jactancia? Queda excluida. ÂżPor cuĂĄl ley? ÂżPor la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Por lo tanto, llegamos a la conclusiĂłn de que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley….Porque Dios es uno, y Ă©l justificarĂĄ por la fe a los que estĂĄn circuncidados, y por medio de la fe a los que no lo estĂĄn. Entonces, Âżpor la fe invalidamos la ley? ÂĄDe ninguna manera! MĂĄs bien confirmamos la ley (Romanos 3:21-24, 27-28, 30-31).