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ALIMENTO DIARIO
Yo los recogerĂ© de todas las naciones y paĂses, y los traerĂ© de vuelta a su tierra. EsparcirĂ© agua limpia sobre ustedes, y ustedes quedarĂĄn limpios de todas sus impurezas, pues los limpiarĂ© de todos sus Ădolos. Les darĂ© un corazĂłn nuevo, y pondrĂ© en ustedes un espĂritu nuevo; les quitarĂ© el corazĂłn de piedra que ahora tienen, y les darĂ© un corazĂłn sensible. PondrĂ© en ustedes mi espĂritu, y harĂ© que cumplan mis estatutos, y que obedezcan y pongan en prĂĄctica mis preceptos. Y ustedes habitarĂĄn en la tierra que les di a sus padres, y serĂĄn mi pueblo, y yo serĂ© su Dios (Ezequiel 36:24-28).
Su salvación estå cerca de quienes le temen, para que su gloria se asiente en nuestra tierra. Se encontrarån la misericordia y la verdad, se besarån la justicia y la paz. Desde la tierra brotarå la verdad, y desde los cielos observarå la justicia. Ademås, el Señor nos darå buenas cosas, y nuestra tierra producirå buenos frutos. Delante de él irå la justicia, para abrirle paso y señalarle el camino (Salmo 85:9-13).
Señor, tĂș has sido propicio a tu tierra: has hecho volver a Jacob de su cautividad, has perdonado la iniquidad de tu pueblo, has perdonado todos sus pecados, has reprimido completamente tu enojo, has alejado de ti el ardor de tu ira. ÂĄAhora restĂĄuranos, Dios de nuestra salvaciĂłn! ÂĄDeja ya de estar airado contra nosotros! ÂżAcaso vas a estar enojado con nosotros siempre? ÂżMantendrĂĄs tu ira de una generaciĂłn a otra? ÂżAcaso no volverĂĄs a darnos vida, para que este pueblo tuyo se regocije en ti? Señor, ÂĄdanos muestras de tu misericordia! ÂĄConcĂ©denos tu salvaciĂłn! (Salmo 85:1-7).
TĂș, BelĂ©n Efrata, eres pequeña para estar entre las familias de JudĂĄ; pero de ti me saldrĂĄ el que serĂĄ Señor en Israel. Sus orĂgenes se remontan al principio mismo, a los dĂas de la eternidad. El Señor los entregarĂĄ hasta el momento en que dĂ© a luz la que ahora estĂĄ encinta y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Se levantarĂĄ para guiarlos con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirĂĄn tranquilos porque Ă©l serĂĄ engrandecido hasta los confines de la tierra. Y Ă©l serĂĄ nuestra paz (Miqueas 5:2-5a).
«Cuando llegue el dĂa, reunirĂ© a las ovejas que cojean con las que se apartaron del camino y con las que afligĂ; con las que cojean harĂ© un remanente, y con las descarriadas harĂ© una naciĂłn fuerte. Y desde ahora y para siempre yo reinarĂ© sobre ellos en el monte de SiĂłn.» Y tĂș, torre del rebaño, fortaleza de la hija de SiĂłn, hasta ti volverĂĄ el señorĂo de antaño, el reino de la hija de JerusalĂ©n. Pero dime, Âżpor quĂ© gritas tanto? ÂżAcaso ya no tienes rey? ÂżAcaso esos dolores de parturienta te han venido porque tu consejero ha perecido? ÂĄPues sufre y llora, hija de SiĂłn, con dolores de parturienta, porque ahora vas a salir de la ciudad, y vivirĂĄs en el campo, y llegarĂĄs hasta Babilonia. AllĂ serĂĄs liberada; allĂ el Señor te salvarĂĄ del poder de tus enemigos. Muchas naciones se han juntado ahora contra ti … ÂĄLevĂĄntate y trĂllalos, hija de SiĂłn! ÂĄYo te darĂ© cuernos de hierro y garras de bronce, para que desmenuces a muchos pueblos! (Miqueas 4:6-11a, 13a).
En los Ășltimos dĂas … Muchas naciones vendrĂĄn, y dirĂĄn: «¥Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Ăl nos guiarĂĄ por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.» … Y el Señor juzgarĂĄ entre muchos pueblos, y corregirĂĄ a naciones poderosas y lejanas; y Ă©stas convertirĂĄn sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces (Miqueas 4: 1a, 2a, 3a).
Entonces verĂĄn al Hijo del Hombre venir en las nubes con gran poder y gloria, y Ă©l enviarĂĄ a sus ĂĄngeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo. … En cuanto al dĂa y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ĂĄngeles en el cielo, ni el Hijo. SĂłlo el Padre lo sabe. Pero ustedes, presten atenciĂłn y mantĂ©nganse atentos, porque no saben cuĂĄndo llegarĂĄ el momento (Marcos 13:26-27, 32-33).
Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrĂĄ de revelarse en nosotros. Porque la creaciĂłn aguarda con gran impaciencia la manifestaciĂłn de los hijos de Dios. Porque la creaciĂłn fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino porque asĂ lo dispuso Dios, pero todavĂa tiene esperanza, pues tambiĂ©n la creaciĂłn misma serĂĄ liberada de la esclavitud de corrupciĂłn, para asĂ alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios… ÂżQuĂ© mĂĄs podemos decir? Que si Dios estĂĄ a nuestro favor, nadie podrĂĄ estar en contra de nosotros. El que no escatimĂł ni a su propio Hijo, sino que lo entregĂł por todos nosotros, ÂżcĂłmo no nos darĂĄ tambiĂ©n con Ă©l todas las cosas? (Romanos 8:18-21, 31,32).
Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal, que ha sido vendido como esclavo al pecado. No entiendo quĂ© me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Yo sĂ© que en mĂ, esto es, en mi naturaleza humana, no habita el bien; porque el desear el bien estĂĄ en mĂ, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Entonces, aunque quiero hacer el bien, descubro esta ley: que el mal estĂĄ en mĂ. Porque, segĂșn el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero encuentro que hay otra ley en mis miembros, la cual se rebela contra la ley de mi mente y me tiene cautivo a la ley del pecado que estĂĄ en mis miembros. ÂĄMiserable de mĂ! ÂżquiĂ©n me librarĂĄ de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. AsĂ que yo mismo, con la mente, sirvo a la ley de Dios, pero con la naturaleza humana sirvo a la ley del pecado (Romanos 7:14-15,18-19, 21-25).
Puesto que hablo con quienes conocen la ley, les pregunto: ÂżAcaso ignoran, hermanos, que la ley ejerce poder sobre alguien mientras esa persona vive? AsĂ tambiĂ©n ustedes, hermanos mĂos, por medio del cuerpo de Cristo han muerto a la ley, para pertenecer a otro, al que resucitĂł de los muertos, a fin de que demos fruto para Dios. Porque mientras vivĂamos en la carne, las pasiones pecaminosas estimuladas por la ley actuaban en nuestros miembros y producĂan frutos que llevan a la muerte. Pero ahora que hemos muerto a su dominio, estamos libres de la ley, y de ese modo podemos servir en la vida nueva del EspĂritu y no bajo el viejo rĂ©gimen de la letra (Romanos 7:1, 4-6).