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ALIMENTO DIARIO
Es mejor ser humilde entre los humildes que compartir despojos con los soberbios. Proverbios 16:19
Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:20b
De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos. Mateo 5:16
Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Gálatas 4:4-5
El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios recae sobre él. Juan 3:36
Fíjense en que yo hago algo nuevo, que pronto saldrá a la luz. ¿Acaso no lo saben? (Isaías 43:19a)
El niño crecía y se fortalecía y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios reposaba en él. (Lucas 2:40)
También estaba allí Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ana era una profetisa de edad muy avanzada… Nunca se apartaba del templo, sino que de día y de noche rendía culto a Dios con ayunos y oraciones. En ese mismo instante Ana se presentó, y dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lucas 2:36-38)
En Jerusalén vivía un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, que esperaba la salvación de Israel. El Espíritu Santo reposaba en él y le había revelado que no moriría antes de que viera al Ungido del Señor. Simeón fue al templo, guiado por el Espíritu. Y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron al templo para cumplir con lo establecido por la ley, él tomó al niño en sus brazos y bendijo a Dios. (Lucas 2:25-28)
Y cuando se cumplieron los días para que, según la ley de Moisés, ellos fueran purificados, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo ante el Señor y cumplir con lo que está escrito en la ley del Señor: «Todo primer hijo varón será consagrado al Señor», y para ofrecer un sacrificio en cumplimiento de la ley del Señor, que pide «un par de tórtolas, o dos palominos». (Lucas 2:22-24)