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ALIMENTO DIARIO
Ustedes, las casadas, honren a sus propios esposos, como honran al Señor; porque el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así como la iglesia honra a Cristo, así también las casadas deben honrar a sus esposos en todo. Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla. Él la purificó en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga ni nada semejante. Así también los esposos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como lo hace Cristo con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser. Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos. Efesios 5: 22-33
Toda visión será para ustedes como las palabras de un libro sellado, que si se le diera a quien sabe leer y se le pidiera leerlo, aquél diría «No puedo leerlo, porque está sellado.» Y si se le diera el libro al que no sabe leer, y se le pidiera leerlo, aquél diría «No sé leer.» El Señor dice: «A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca, y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha sido enseñado. Por eso, volveré a despertar la admiración de este pueblo con un prodigio impresionante y maravilloso. Quedará deshecha la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.» Isaías 29: 11-14
Dentro de sí dicen los necios: «Dios no existe.» Corrompidos están. Sus hechos son repugnantes. No hay nadie que haga el bien. Desde el cielo, observa el Señor a la humanidad, para ver si hay alguien con sabiduría, que busque a Dios. Pero todos se han desviado; todos a una se han corrompido. No hay nadie que haga el bien; ¡ni siquiera hay uno solo! Salmo 14: 1-3
Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. Voy a cantarte salmos. Salmo 57: 7 (NVI)
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.» Los judíos discutían entre sí, y decían: «¿Y cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Si no comen la carne del Hijo del Hombre, y beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Así como el Padre viviente me envió, y yo vivo por el Padre, así también el que me come también vivirá por mí. Éste es el pan que descendió del cielo. No es como el pan que comieron los padres de ustedes, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.» Jesús dijo estas cosas en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún. Juan 6: 51-59
Que nadie los engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre aquellos que no lo obedecen. Por tanto, no se junten con esa clase de gente. En otro tiempo, ustedes eran oscuridad; pero ahora son luz en el Señor. Por tanto, vivan como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad), y comprueben lo que es agradable al Señor. No tengan nada que ver con las obras infructuosas de las tinieblas; al contrario, denúncienlas. ¡Hasta vergüenza da hablar de lo que ellos hacen en secreto! Pero cuando todas las cosas son expuestas a la luz, quedan de manifiesto; porque la luz lo manifiesta todo. Por eso dice: «Despiértate, tú que duermes. Levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.» Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. No sean, pues, insensatos; procuren entender cuál es la voluntad del Señor. No se emborrachen con vino, lo cual lleva al desenfreno; más bien, llénense del Espíritu. Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cánticos espirituales; canten y alaben al Señor con el corazón, y den siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios. Efesios 5: 6-21
La sabiduría ha edificado su casa; la ha afirmado con siete columnas labradas, ha sacrificado los animales para el banquete, ha mezclado el vino y preparado la mesa. Ahora llama desde lo alto de la ciudad, luego de haber enviado a sus criadas. Invita a los ingenuos a acercarse; les dice a los faltos de cordura: «¡Vengan y coman de mi pan! ¡Beban del vino que he mezclado! ¡Déjense de tonterías, y vivan! ¡Sigan el camino de la inteligencia!… El principio de la sabiduría es el temor del Señor; el conocimiento de lo santo es inteligencia. Proverbios 9: 1-6, 10
Cercano está el Señor para salvar a los que tienen roto el corazón y el espíritu. El justo pasa por muchas aflicciones, pero el Señor lo libra de todas ellas. El Señor le cuida cada uno de sus huesos, y ni uno solo de ellos se le quebrará. Salmo 34: 18-20
Pero recuerden esto: El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha.
2ª Corintios 9:6
Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Pero yo les he dicho que, aunque me han visto, no creen. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera. Porque no he descendido del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: Que de todo lo que él me dio, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.» Juan 6: 35-40