"Salida de una trampa"
Puesto que hablo con quienes conocen la ley, les pregunto: ¿Acaso ignoran, hermanos, que la ley ejerce poder sobre alguien mientras esa persona vive? ... Así también ustedes, hermanos míos, por medio del cuerpo de Cristo han muerto a la ley, para pertenecer a otro, al que resucitó de los muertos, a fin de que demos fruto para Dios. Porque mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas estimuladas por la ley actuaban en nuestros miembros y producían frutos que llevan a la muerte. Pero ahora que hemos muerto a su dominio, estamos libres de la ley, y de ese modo podemos servir en la vida nueva del Espíritu y no bajo el viejo régimen de la letra (Romanos 7:1, 4-6).
En el capítulo 7 de su carta a los romanos, Pablo habla del pecado humano y de por qué el esforzarnos por guardar la Ley de Dios nunca nos llevará a ninguna parte porque, tan pronto como alguien dice: "no hagas esto o aquello", de repente todos quieren hacerlo. Si bien le decimos a un niño que no escriba en la pared, lo primero que va a hacer en cuanto no lo veamos es escribir en la pared. Si bien la Ley de Dios nos dice que no debemos mentir o hablar mal de nuestro vecino, la tentación de hacerlo está siempre presente en nuestras vidas. Por más que tratamos de cumplir la Ley, una y otra vez caemos en el pecado. ¡Qué trampa horrible!
Pero Pablo también nos dice que, a través de Jesucristo, Dios nos ha provisto una salida de esa trampa. Jesús cumplió la Ley a la perfección, algo que nosotros nunca podríamos hacer. Y luego cargó todos nuestros pecados sobre sí mismo y los llevó a la cruz, donde les puso fin para siempre. Él pagó el precio de nuestra culpa, murió nuestra muerte y resucitó de entre los muertos, para que podamos vivir para siempre con Él.
Pero entonces, porque Jesús murió por nosotros y su muerte es nuestra muerte, en un sentido muy real nosotros ahora estamos muertos. Es cierto que todavía caminamos y respiramos, pero en lo que se refiere al pecado y la Ley, estamos muertos a los ojos de Dios. Jesús nos ha hecho libres. La Ley ya no se aplica, porque Jesús se ha ocupado de eso por nosotros. Y eso significa que, cuando la tentación nos llame, podemos decir: "No, no me interesa, estoy muerto al pecado".
Vuelve a leer Romanos 7 y reflexiona sobre la diferencia entre donde estabas antes como esclavo incapaz de cumplir la Ley de Dios, y donde estás ahora, imitando a Jesús libremente por amor. Y disfruta de la maravillosa libertad que Jesús te ha dado, porque estás muerto a la Ley, pero vivo para Dios.
Amado Salvador, gracias por liberarme de la trampa del pecado. Amén.
Para reflexionar:
* Piensa en la persona más parecida a Jesús que conozcas. ¿Se preocupa mucho esa persona por guardar la Ley?
* Si no lo hace, ¿qué crees que le motiva a hacer lo que es bueno?
Dra. Kari Vo
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