"Enojado con Dios"
Tú, Señor, me sedujiste, y yo me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo, y me venciste. Todos los días se me ofende; todo el mundo se burla de mí. ... No hay día, Señor, en que tu palabra no sea para mí motivo de afrenta y de escarnio. ... Muchos murmuran, y puedo oír que dicen: «¡Denunciémoslo! ¡Denunciemos al que grita "Terror por todas partes"!» Todos mis amigos esperan verme claudicar. Hasta dicen: «Tal vez podamos engañarlo. Así lo venceremos y tomaremos de él venganza.» ... Señor de los ejércitos, que pones a prueba a los justos, que examinas el corazón y los pensamientos, ¡permíteme ver cómo te vengas de ellos, pues en tus manos he puesto mi causa! (Jeremías 20:7, 8b, 10, 12).
Algunos hemos crecido con la idea de que es un pecado estar enojado con Dios, por lo que si alguna vez sentimos ira, debemos sofocarla y pretender que no está allí. Con Jeremías no fue así. Está claro que está enojado con Dios. Jeremías está herido y asustado. Su vida corre peligro. Y por eso grita. ¡Y Dios lo escucha! Si intentaras ese comportamiento con un dios falso como Zeus o Baal, serías una mancha de grasa en segundos. Pero no con el verdadero Dios. Jeremías sabe que el Señor es justo y amoroso y, a pesar de toda la ira, confía en Él.
Así que Jeremías no pierde el sueño preocupándose por cómo reaccionará Dios, sino que deja todo en manos de Dios y descansa.
¿Qué pasa con nosotros cuando estamos enojados con Dios, cuando le gritamos porque recibimos noticias terribles que creemos que Dios debería haber evitado? ¿Será que Dios nos va a rechazar, diciendo: "Lo siento, has ido demasiado lejos esta vez, ya no te quiero más como hijo mío"? ¡No! Dios nos ayudará. Tal vez no exactamente como queremos que lo haga: curando el cáncer o devolviéndonos el trabajo perdido o el matrimonio roto. Pero Él nos escuchará y nos ayudará, y también se quedará con nosotros y nos sostendrá para que no nos ahoguemos en nuestro miedo e ira. Dios nos perdonará, tendrá misericordia de nosotros y seguirá amándonos. ¿Cómo sabemos esto? Por Jesús.
Jesús es la respuesta de Dios a un mundo aterrorizado y enojado. Él es Dios mismo que se ha acercado a nosotros no para golpearnos o dañarnos, sino para rescatarnos. Él nos saca de nuestros problemas, venda nuestras heridas y nos limpia. Y todo esto lo hace a través de su propia sangre derramada por nosotros en la cruz.
Solo el sufrimiento de Dios puede ayudar al sufrimiento de la humanidad. Solo la muerte de Jesús puede darnos vida. Y solo su resurrección puede restaurarnos como hijos de Dios. Y como hijos de Dios esperamos con confianza el día en que Él regrese y haga todas las cosas nuevas y sanas, cuando "Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir" (Apocalipsis 21:4).
Señor, ayúdame a confiar y clamar a Ti cuando estoy enojado. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Qué cosas hacen que te enojes con Dios?
* ¿Cómo ha reaccionado Dios a tu enojo en el pasado?
Dra. Kari Vo
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