
Una vida de adoración

"Sólo te alaban los que viven, como hoy vivo yo. Esta verdad la enseñarán los padres a sus hijos. ¡El Señor me salvará! ¡Por eso todos los días de nuestra vida elevaremos nuestros cánticos en la casa del Señor!" Isaías 38:19-20
Vale la pena vivir. Es claro que sí. La vida es un regalo maravilloso de Dios y tiene un propósito. Pero llegar a esta convicción, y comprenderlo, sólo ocurre cuando oímos la Palabra de Dios que, a través del Espíritu Santo, nos enseña la verdad. Antes de todo esto sólo habrá confusión. La desesperanza que produce el vivir alejados de Dios queda demostrada en las muchas personas que no encuentran sentido a su vida, que no creen que la vida valga la pena ser vivida y toman terribles decisiones, como ponerle fin a su existencia, creyendo que así resolverán su dolor e insatisfacción. Sólo cuando sabemos que Dios nos creó y nos sostiene podemos disfrutar de cada momento y demostrarlo dando gracias.
También nos anima saber que él cumple su propósito de darnos salvación para la vida eterna. Por eso confesamos que sólo Dios nos salvará. La paz que Dios nos regala por medio de Cristo nos mueve a vivir cada día con gozo y esperanza. El valor de celebrar la salvación de Dios aumenta cuando nos damos cuenta que también nos reúne con otros cristianos que comparten las mismas bendiciones. Adoramos a Dios en su presencia, unidos por la fe, como su familia. La familia de Dios es la iglesia (Efesios 2:19). Allí se reúnen, como en un hogar, todos los que se reconocen como hermanos en la fe. Grandes y pequeños, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos comparten en Cristo los dones benditos que él entrega para comprobar diaria y constantemente cuán grande es su perdón y amor.
Señor todopoderoso, permite en este día que nos reunamos con la familia de la fe para ver y comprobar que vale la pena vivir en tu presencia. Amén.
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