
Amados enemigos

"Porque, si cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida." Romanos 5:10
Cuando leemos que el Señor Jesús nos exhorta a amar a los enemigos y orar por ellos (Mateo 5:44), podemos sentir que nos pone una exigencia demasiado alta e imposible de alcanzar, como si nos pidiera algo que sabe que no podemos hacer, pero igual lo hace. Es verdad, no podemos hacerlo... si pensamos que depende de nosotros y de nuestra propia capacidad el amar a quienes nos hicieron algún mal, insultaron, despreciaron o inventaron algún chisme. Repasemos el versículo de hoy. Nos recuerda que éramos enemigos de Dios y, por lo tanto, merecíamos su ira y justo juicio. Sin embargo, aun siendo enemigos él nos amó y obró la reconciliación por medio de Jesús.
Supongamos lo siguiente: si Dios sólo amara a quienes son como él, ¿a quién podría amar? Sólo a sí mismo. En esto se demuestra que realmente ama a quienes no lo merecen: a nosotros. Por eso es que el mandato de amar a los enemigos primero lo cumple Dios mismo desde la eternidad, y a nuestra vista, cuando Jesús enfrenta la cruel muerte en la cruz: allí muestra su amor en acción. Ahora, sabiendo que disfrutamos el amor de Dios, y comprendiendo la magnitud de la obra de Jesús que nos regala el perdón de nuestro pecado podemos, por el poder que nos da como sus santos hijos, hacer de la reconciliación una realidad en el trato con nuestro prójimo. Este es el sentido de la salvación: que así como Cristo nos libró de la enemistad del pecado, cada uno de nosotros viva esa libertad ayudando, cuidando y animando a quienes lo necesitan.
Señor Jesús, te suplicamos que nos ayudes para que aprendamos a vivir en la gracia de tu perdón. Amén.
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