
Nuestra esperanza y protección

"¡Tú eres la esperanza de Israel! ¡Tú eres su protector en momentos de angustia!... ¡Tú estás en medio de nosotros, Señor, y tu nombre es invocado sobre nosotros! ¡No nos desampares!" Jeremías 14:8a,9b
Sea cual sea nuestra necesidad, siempre esperamos el alivio necesario. Si tenemos sed, un vaso de agua. Si tenemos frío, un abrigo. Si estamos cansados, una cama donde poder descansar. Si sentimos hambre, un plato de comida que nos ayude a recuperar las fuerzas. Frente a estas necesidades comunes a todos los seres humanos por lo general es fácil encontrar una solución. Pero, ¿quién nos alivia cuando nuestra necesidad no es material, ni depende de comprar lo que nos falta? ¿Quién nos ayuda cuando nos abruma la pena o nos sentimos desamparados? Cuando la angustia llega a nuestro corazón, todo nuestro ser se conmueve. Los motivos pueden ser variados, desde rendir un examen en la escuela hasta la pérdida de un ser querido. Nos sentimos angustiados porque percibimos que nada podemos hacer, o nos parece que estamos solos, como el pequeño David frente al gigante Goliat.
En medio de la angustia y la impotencia para seguir adelante, Dios viene a nosotros con su Palabra poderosa que nos reafirma con promesas ciertas. Dios llega a nosotros en medio de nuestra realidad oscurecida por el pecado y nos quita la pesada carga de culpa y angustia que produce dándonos a su hijo Jesús, quien carga sobre sí mismo todo lo que nos oprime, y nos promete su perdón, que es la llave para una vida llena de esperanza. Y, como si todo esto no fuera suficiente, Jesús nos promete que estará con nosotros siempre. Por eso invocamos su nombre, leemos su Palabra que es verdad y vida, oramos en su nombre para que se cumpla la buena voluntad del Padre celestial y confesamos que sólo en él tenemos esperanza.
Padre celestial, ayúdanos en nuestra angustia para que tus promesas nos llenen de esperanza. Amén.
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