
En el cielo así como en la tierra

"Cuando los setenta y dos volvieron, estaban muy contentos y decían: "Señor, en tu nombre, ¡hasta los demonios se nos sujetan!"... Pero no se alegren de que los espíritus se les sujetan, sino de que los nombres de ustedes ya están escritos en los cielos." Lucas 10:17,20
En el Padrenuestro oramos que se haga la voluntad de Dios, y efectivamente así es: la voluntad de Dios se cumple sí o sí. Ahora, la forma concreta en que se cumple está más allá de nuestro conocimiento y, por lo pronto, permanece como un misterio. Pero sabemos que la voluntad de Dios es que todas las personas lleguen al conocimiento del Salvador Jesús (ver 1 Timoteo 2:4). Por eso Jesús envió a sus discípulos a predicar las buenas noticias de la salvación a los pueblos por donde pasaría después. Ellos, fieles al mandato y con la autoridad del envío de Jesús, hicieron su tarea de tal forma que hasta expulsaron demonios invocando el poderoso nombre del Hijo de Dios.
No hay dudas que esos discípulos deben haber sentido como que caminaban sobre las nubes, eufóricos por tal despliegue de poder y servicio al reino de Dios. ¡No podrían creer lo que estaban viviendo! ¡Cuánta alegría y sorpresa! Sin embargo, Jesús los baja de la nube de euforia y les hace pensar en el verdadero milagro que estaban viviendo: sus nombres están escritos en los cielos. La gran manifestación de poder divino se revela en que los pecadores, condenados, muertos, ciegos e ignorantes de Dios, pueden confesar con seguridad que son salvos en el nombre de Jesús. Nuestra verdadera alegría, entonces, no debe reposar sólo en los éxitos terrenales que podamos percibir o contar, sino en que tenemos asegurada la morada eterna en la presencia del Dios todopoderoso.
Eterno Señor, ayúdanos a servirte con alegría y dedicación para el bien y salvación de nuestro prójimo. Amén.
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